Extra | 3

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EXTRA | 3

Grace

Cerré la puerta y solté un gemido ahogado al quitarme el bolso del hombro. Toda la casa estaba completamente a oscuras, cosa que no terminaba de sorprenderme teniendo en cuenta las horas que eran, pero lo que sí que me dejó congelada fue lo que me encontré allí.

A mi marido completamente dormido en el sofá, con Grey bajo un brazo, la televisión encendida pero silenciada con uno de esos canales de, según él, "chicas con voces ensordecedoras e insoportables" para bebés, y a nuestro hijo sobre su regazo, dormido también.

Negué con la cabeza, sonriente, y me quité los tacones en silencio. Desde que nos habíamos mudado del piso a uno solamente nuestro en el mismo edificio, había sido una histérica respecto a manchar el suelo. No era tan grande como el anterior, pero seguía siendo una locura para limpiarlo.

Aunque tuviésemos contratada una asistente de limpieza, eso no significaba que tuviésemos el derecho de ser unos desordenados.

Llevaba toda una semana con unos horarios inhumanos en los que acababa metiéndome en la cama a las dos de la mañana y despertándome tres horas después.

Y aún así, seguía adorando mi trabajo.

Pero no tanto como a los dos chicos que ocupaban parte del sofá y al gato que se aseguraba de recibir cariño incluso en sueños.

Jay, que ya tenía diez meses, estaba acurrucado sobre el pecho de Heath.

Empezaron a dolerme las mejillas tres minutos después de estar contemplándolos como una auténtica lunática, sonriente. No podía tener mejor recompensa al final del día que esa imagen.

Con cuidado, agarré a Jay con intención de llevarlo a su cuna. Heath se levantó de golpe y me lo arrebató, soltando un gruñido y poniéndose en pie.

—Soy yo —murmuré poniendo una mueca, tranquilizándolo —. Lo siento, no quería...

Heath soltó un resoplo y se llevó una mano al pecho, tratando de controlar su respiración.

—Creía... —sacudió la cabeza —. Joder, casi me da un puto infarto. Creía que eras un ladrón o algo así.

—Lo siento —repetí con media sonrisa.

Por suerte, Jay siempre tenía el sueño suficiente como para limitarse a dormir más de diecisiete horas al día y despreocuparse del mundo. Gimoteó un poco cuando me lo acomodé entre los brazos y apoyó su cabecita en mi pecho.

Adormilado y con la melena oscura enmarañada, Heath se acercó, rodeó mi cintura y me dio un beso perezoso en los labios. No pude evitar reírme cuando puso una mueca de asco al ver la pantalla de la televisión y la apagó.

Grey, a quien le arruinamos una noche perfecta de mimos, se estiró sobre el sofá y nos siguió con los ojos entornados.

Antes de dejar a Jay en su cuna, aproveché para abrazarlo y darle unos cuantos besos en esas mejillas tan pomposas. Desde que di a luz, tenía la obsesión de llenarlo de besos y abrazarlo como si fuese un peluchito adorable. Tenía debilidad por mi propio bebé.

En cuanto lo acostamos, Heath se quitó la camiseta llena de babas y encendimos el monitor. Al entrar en nuestra habitación, lanzó la camiseta al cesto de ropa sucia y me arrastró hacia la cama, donde se sentó y me coló entre sus piernas.

Ahogué un grito cuando tiró de mí y me sentó sobre su muslo. Todavía mi cuerpo entraba en llamas cada vez que me sujetaba de la cadera con tanto fervor, besándome como cuando teníamos veinte años. Con la misma necesidad y cariño.

English Love Affair ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora