Capítulo 15.3: Estomago de la bestia II

55 4 2
                                    



En lo que parecía ser la habitación de Mirtha, las tres mujeres dentro de ella se encontraban recobrando el conocimiento, su visión lentamente se hacía más nítida y a su alrededor solo podían ver su entorno con un color sepia que expulsaba ceniza negra tenuemente.

—Mi-Mirtha... Esto es... Nosotras... Nosotras fuimos llevadas a su mundo... No, no quiero morir. —Cyleema estaba hiperventilando mientras sujetaba su cara con desesperación.

—¿Qué mierda pasó? —Al poner su palma en el suelo sintió la sensación de algo cálido— ¿Por qué todo parece estar hecho de carne? —Preguntó Anais levantándose asqueada de tocar el suelo y paredes. Para ella, todo su entorno estaba compuesto de carne palpitante, órganos diversos y sangre fluyendo por venas a su alrededor.

—¿Co-Como que carne? ¿De que estas hablando? —Cyleema tocó la pared que ella veía estaba hecha de madera, la sintió caliente casi hasta el punto de comenzar a quemarle, pero a los segundos Mirtha la tomó de la muñeca e hizo que dejara de estar en contacto.

—Espera un momento ¿Acaso lo que ambas estamos viendo es diferente? ¿Cyleema, dime que es lo que miras a tu alrededor? —Preguntó Mirtha con curiosidad, ella había logrado sujetar su báculo de combate antes de ser transportada, pues a sus ojos ella miraba lo mismo que Anais y se trataba de un entorno compuesto de carne con órganos.

—No entiendo a qué te... —notándole una mirada muy seria—, lo-lo que veo es tu habitación, casi igual a como antes de ese resplandor oscuro, solo que con un extraño color sepia y como con polvo negro brotando de la superficie. —Ciertamente lo que describió Cyleema era cierto, pero esto solo dejaba desconcertadas a las otras dos.

—Puedo entender que por mi naturaleza pueda ver otras cosas ¿Pero por qué Mirtha vería las cosas como yo? —Se quedó pensando Anais.

—Bueno, los elfos son seres más apegados naturalmente a la espiritualidad. —Mencionó Cyleema haciendo que Anais desviara la mirada con una sonrisa de incomodidad.

—Lo que importa es que no toquemos mucho con nuestra piel las paredes, el suelo o cualquier otra cosa, cuando Cyleema lo hizo pude ver que arterias vivas comenzando a subir por su mano y parecían querer introducirse dentro de ella. —Las palabras de Anais dejaron asqueada a Cyleema.

—Qué horror, asco, asco, asco... Creo que voy a vomitar. —La joven maga limpiaba su mano en su ropa y por su cara parecía tener arcadas.

—Mejor aguántate, no vaya a ser que esa cosa aproveche para meterse en tu boca. —Dijo Anais haciendo que Cyleema tape su boca y se trague su vomito con mucho esfuerzo.

—Lo primero es descubrir quién nos trajo aquí, si usaron el sigilo de un demonio es porque querían aislarnos del mundo real, lo segundo es encontrar el nexo que creó este falso mundo y tercer es destruir ese nexo para ser regresadas a la realidad. —Mirtha iba a tocar el carnoso pomo de la puerta, pero usó la manga de su ropa para girarlo y con cautela salieron de la habitación.



Recorrer los pasadizos de lo que imitaba ser su edificio fue algo fácil, todo estaba ubicado según lo recordaban, pero cuando intentaron abrir las otras puertas se percataron que estaban selladas y únicamente les quedó buscar muy alertas una predecible ruta de salida. Ya en la puerta principal, ambas magas prepararon sus báculos e iluminaron las piedras mágicas en estos para lanzar una ofensiva/defensa ante lo que pudieran encontrarse y aunque a regañadientes, Anais se puso al frente para defenderlas, pues sabe que es más importante su vida que la riña anterior.

LISMATUS: SENDA DEL HERALDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora