-Adrián -lo llamé y él se giró un poco en el asiento-. Dime que puedes acompañarnos a Chicago -apenas lo dije, pude ver como Tamar se enderezó del asiento. No sabía que era lo que hacía realmente.
- Tengo escuela... -murmuró Adrián-. ¿Qué estás haciendo Dem?
Agité mi cabeza y me recargué una vez más-. Nada, olvídalo -suspiré y clavé mi vista en la ventana. ¿Cómo podía si quiera pensar algo así?-. Solo pensé que quizás podríamos ir -llevé una mano a mi cabeza y me apoyé en ella. No sé si quiera si llamar para saber de ellos sea una buena idea. Ni siquiera sé si debería de quedarme sin hacer nada o debería dejar que el tiempo pase para saber qué pasa.
- Puedo llamar y decir que estoy enfermo, pero solamente me darán tres días de oportunidad -murmuró-. Son tres días Dem... en tres día todo se acaba.
Miré a Tamar, en su rostro podía notar la pequeña esperanza que tenía consigo. Tragué saliva, y miré al hombre que seguía manejando tratando de no escuchar todo lo que decíamos. No respondí, pero planeaba tocar el tema al llegar a casa.
(...)
En todo el camino solo pensaba las maneras en las que podría resistir quizá los días más tensos que alguna vez tendré. Entré a mi departamento con Tamar y Adrián detrás, y corrí hacia mi habitación para buscar la tarjeta en donde mamá y Christian depositaban en mi cuenta bancaria. Me senté en la cama y Adrián se recargó en el marco de la puerta.
- ¿En serio quieres hacer esto? -le pregunté sin mirarlo a los ojos.
- Claro que no, pero presiento que necesitarás de alguien neutral en el área... -murmuró cruzándose de brazos.
Y ahora me sentía egoísta. Me levanté y me quedé de pie frente a él. Sus ojos marrones me miraban sin ningún titubeo. Caminé hacia él y lo abracé por sus hombros. Solo sentí como daba leves golpecitos en mi espalda.
-Gracias... -murmuré en su oído y me separé de él. Me sonrió, y lentamente caminé hacia donde se encontraban algunos de mis bolsos. Tomé el más grande que encontré y simplemente guardé lo esencial-. Si quieres utilizar el teléfono... ya sabes dónde está -asintió y salió de la habitación. Tamar llegó en menos de dos minutos... vi cómo se recargó en el marco de la puerta y sonrió apenas-. Mi plan es... -paré de guardar las cosas y me dirigí específicamente a Tam-. Saco dinero de la tarjeta... el necesario. No he gastado nada, así que nos alcanzará para los tres. Tomamos un taxi, vamos al aeropuerto, compramos el boleto para Chicago con el vuelo más cercano a la hora y apenas lleguemos, llegaré a casa. Así que... -suspiré e hice un pequeño inventario en mi cabeza, deseando que todo vaya a salir bien.
- Después de eso... -murmuró Tamar mientras se cruzaba de brazos-. No pienses en lo que harás de aquí a Chicago... sino en lo que harás cuando estés allá.
-Y diría que lo haré, pero mentiré. Sé que cuando llegue olvidaré todo lo que planeé -coloqué mi bolso en mi hombro y desconecté los aparatos electrónicos. Luego, simplemente ambas salimos de la recámara. Adrián se encontraba en la sala y caminaba por todo el departamento-. No sé ni cómo acepta hacer esto -susurré para Tamar.
- El chico no tiene a nadie más aquí, según sé... -me miró por encima de su hombro- supongo que se siente a cargo de ti.
Y ahora que lo pensaba, eso era cierto. Cada que salía con él, me sentía segura. Así fue desde el primer día en el que estuve aquí. Él no dudaba ni un segundo en mi bien... pero sinceramente, no quisiera abusar de eso. Adrián caminó hacia nosotras y colocó el teléfono de pasada en su lugar. Le sonreí y crucé mis dedos para que las noticias fueran buenas.
- ¿Y bien? -le pregunté con una sonrisa.
Adrián se acercó a nosotras y se sentó en el sillón de enfrente, nos miró con seriedad y luego sonrió-. Hay tres boletos disponibles para nosotros, en el vuelo que sale en cuatro horas.
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Who's lovin' you? (Minna y Bere)
Teen FictionPor esas veces en las que amaste profundamente y no te arrepientes de nada.