Capítulo 1. Tasha

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¿Por qué duele tanto la vida?

A veces me pregunto si dentro de mí hay lo mismo que otras personas, y no solo el enorme hueco que creció durante años. En ocasiones, me cuesta creer que entre tanta piel, hueso, órgano, sangre y pensamientos, el pecho puede llegar a sentirse tan vacío. Se siente igual a que si gritases en una cueva, y lo único que recibes es el agudo sonido de tu voz en forma de eco.

Mis risas dejaron de pertenecerme hace tiempo, más del que puedo llegar a imaginar... Pensar. Es difícil de explicar cuando ya no existen palabras con las que hablar. Me arde el pecho, una suma sensación igual a que si mil espinas rodearan mi corazón, mis pulmones, obligándome a dejar de respirar.

Siempre creí tener todo bajo control, pero el control es el que me tenía en su propio dominio, su poder. El fracaso, algo tan común, sin embargo, la sombra del ser humano.

¿Por qué se felicita el éxito y se condena el fracaso? ¿Acaso no se debería abrazar la derrota? Y aunque las victorias se olvidan, el dolor sigue en aquel que palpita.

Puede que no me recuerden con una sonrisa, lo que logré y los meses que luché contra mi propia mente, mi propia prisión. Puede que olviden la persona que fingí ser, aquella que enseñaba los dientes y pretendía ser alguien que hacía años yacía enterrada... Lo más seguro es que la imagen que les venga a la cabeza cuando me recuerden, sea la usual: ¿estuvo así todo este tiempo?... Y es que se vuelve condenadamente fácil mentir al mundo, con una versión que no corresponde, pero... ¿Qué pasa cuando esa frágil persona que fingiste ser, ya no soporta más la propia mentira? ¿Qué pasa cuando no tienes a qué aferrarte?

Simple: desapareces.

—¿Mamá? —susurro en mi celular.

—¿Jane? ¿Jane, estás bien?

Murmurando algo que ni yo misma entiendo, sollozo y llevo mis piernas a mi pecho. La escucho suspirar y me veo en la obligación de cerrar mis párpados más fuerte.

—Dime lo que te hizo.

No importa que crea que esto es por él, no importa.

—Ya no sé lo que se supone que debo hacer, mamá.

Mis lágrimas recorren mis mejillas.

—Debes decirme lo que está pasando, mi niña. No puedo soportar que me llames llorando así y no poder hacer nada. —Otro suspiro—. Cariño...

—Lo siento. No debí llamarte.

—No, mi vida, sí, debes llamarme. Dime qué está pasando para que pueda ayudarte. Prometiste contarme todo cuando viniste, ese fue nuestro acuerdo. Solo dime qué está ocurriendo, y lo resolveremos juntas, como siempre.

Y tras sus palabras, es como si hubiese presionado un botón, y más lágrimas caen de mis ojos.

—Perdóname, mamá. Perdóname por hacerte daño.

—No, no hay nada que perdonar. Eres mi hija, todo lo que siempre quise tener. —No puedo hablar por el nudo que crece en mi garganta, así que es ella la que se asegura de decir todas sus palabras, desconocedora de lo que habita en mi mente—. No podría estar más orgullosa de ser tu madre. Nunca has sido otra cosa que alegría para mí.

Y Entonces Tú [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora