Capítulo 10. Dash

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Necesito concentrarme, dar rienda suelta al poder que hay en mi interior y todos esos mantras de autoayuda que he estado escuchado en los programas nocturnos en la tele a los que ayudan a dormir a la gente con insomnio.

Sí, a pesar de haber hecho un curso especializado en meditación por internet, consumo esa porquería.

Y, al parecer, mi jornada va a comenzar temprano.

Desahuciado.

Me giro hacia la puerta, donde está la notificación del casero, y es como mirar una broma de mal gusto clásica sin sonrisas desmesuradas ni enlatadas.

No puedo evitar que los hombros se me tensen ni que mi mano se cierre en un puño, pero mi hijo no será testigo de la rabia que arde a fuego tras de mi cara. No tengo ni un puto centavo, y a pesar de lo que les hice creer a la comunidad, no me desahucian por no cumplir con los términos de pago, sino que el motivo yace dormido entre mis brazos. Supongo que es la nueva versión del: aquí no se admiten perros.

Bésame el trasero.

Dejo escapar una larga exhalación.

—Solo vengo a recoger lo que es mío —informo al policía que me mira como si fuese la reencarnación del mal. Levanta una ceja y espera a que continúe—. Por dios, llevo a un crío conmigo.

Mi arrendatario está sentado en el otro extremo de la lujosa escalera. Le habla al teléfono por no sé qué mierda de una reunión.

Estúpido.

Doy golpecitos en la espalda de mi hijo con los dedos a un ritmo lento y cadencioso.

—¿Va a dejarme pasar?

—No, tengo órdenes estrictas de no permitir el acceso. Ni entrada ni salida.

Mira hacia mi hijo.

—No vaya a creer que me he robado al niño o que lo encontré en una alcantarilla, señor. —La frente se me comienza a llenar de sudor al no encontrar las respuestas que busco—. Mire, solo déjeme recuperar mis pertenencias y ya. Me iré sin oponer resistencia. Necesito pasar la noche aquí.

—Tengo órdenes estrictas de no permitir el acceso. Ni entrada ni salida.

Exhalo.

—Chist, ey, tú —Me giro hacia el propietario—. Dígale a su gorila que me deje entrar. —Doy un paso al frente, pero el policía me detiene, haciendo que Dash se remueva en sí mismo—. ¿Por favor?

—No se permiten niños.

Cierro un instante mis párpados, tratando de serenarme.

—¿Quieres más dinero? ¿Subirme el alquiler hasta que vendas el piso? Hazlo. Pero, por favor, déjeme entrar. Dentro tengo documentos trascendentales sobre la tutela de Asher. Los necesito.

—Todo lo que quede en el interior, pasa a ser de mi propiedad.

Pestañeo varias veces.

—Me estás jodiendo. Necesito dónde pasar la noche... No tengo familiares cerca que puedan ayudarme.

—¡Ese no es mi problema! —vocifera—. Tengo negocios que resolver.

—Señor, no le estoy gritando, no me chille usted. Acordamos que una vez el piso fuese vendido, dispondría de tres meses para buscar otro lugar. Ese fue el acuerdo y lo que firmamos. —El susodicho se levanta del escalón y dejando caer su móvil al suelo, se lanza en mi dirección y me empuja—. No toque a mi hijo —advierto—. Y deje de comportarse como un capullo.

—Tiene prohibida la entrada, Black. Si osa a acceder a MI APARTAMENTO —remarca, todavía alzando más la voz—, voy a proceder a denunciarlo.

Pulso el botón de llamada del elevador y espero a que llegue a nuestra planta. Me giro hacia el enorme espejo que hay en la pared de al lado de los ascensores y evalúo mi aspecto.

Y Entonces Tú [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora