Capítulo 2. Jane

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En circunstancias normales diría que esto no es nada inusual, después de todo, lleva un tiempo en este estado, sin salir de la cama.

Pero sí es inusual.

Tasha me llamó hace unos años y, tras yo llegar al apartamento, se fue a la cama sin decir una palabra... Y en aquel entonces, supe que algo iba mal... Pensé que quizás era producto del estrés que había estado viviendo. Sin embargo, cuando al día siguiente me dijo que no podía ir a la comida que habíamos organizado porque se sentía resfriada, todas las alarmas sonaron en mi cabeza. Después de todo, ella era Tasha, la chica que siempre mantenía una sonrisa en sus labios.

En todo este tiempo, Tasha apenas ha salido de su cama, fingiendo estar resfriada. Su pelo está grasiento, la sopa de pollo intacta, su rostro pálido y, bajo sus ojos, dos grandes manchas negras, cada día más oscuras que el anterior. Ya no hay nada de la chica que era mi mejor amiga y, si todavía queda restos de ella, están tan cubiertos por el vacío que dudo que pueda volver alguna vez a ser quien solía ser.

Termino de desenredar su cabello y deslizo el cepillo por sus mechones oscuros, comenzando por el lado izquierdo y finalizando en el derecho, viendo como sus tirabuzones se estiran antes de volver a su lugar.

Ella solo respira y me deja hacer.

Trenzo como puedo sus hebras en dos trenzas y las agarro con dos gomas violetas antes de pasar mi mano por su hombro.

—Deberías comer.

Un sonido frustrante.

—No tengo hambre —murmura, su voz áspera. Se sube la manta hasta la barbilla. Solo estoy resfriada, pronto estaré bien...— Solo estoy resfriada, pronto estaré bien.

No hace falta ser un genio para sumar dos y dos y saber que sufre depresión.

Me inclino hacia ella dejando un cálido beso en su cabeza.

—Si me necesitas, llámame. Estaré en la oficina pendiente de ti. —Me levanto con un suspiro sonoro y el tintineo de las llaves de casa impactan entre ellas—. Te he dejado la comida en la mesilla y los dulces de fresa que te gustan tanto.

Nada llega de su parte y puedo sentir lo rápido que desaparecen sus sentimientos. Es como un agujero negro, los consume mucho antes de que tengan tiempo de salir; para ella, levantarse de la cama es todo un maratón, y la mera idea de ducharse, hablar o comer es demasiado. No puede moverse... Y esto no puede continuar así, porque si lo hace, terminará en coma.

Enderezo mis hombros doloridos y estiro mi cuello al tiempo que salgo de su habitación. Recojo el bolso de la mesa y saco de este mi pequeña agenda.

Marcador rojo: fechas de entrega.

Rosa: plazos trabajo.

Turquesa: llamadas importantes.

Morado: pagos.

Verde: Tasha.

Llamar al psiquiatra.

Tras un resoplido, regreso la agenda y una libreta que dejé previamente encima de la mesa —con todos los bocetos de la campaña de navidad que debo entregar dos meses antes— a mi bolso. Me coloco mi cárdigan color crema y sujeto la correa del bolso antes de darle un último vistazo a Tasha, la cual, no se ha movido ni un milímetro. Compruebo que las cortinas están lo suficiente corridas para que entre la luz, pero no lo bastante como para que alumbre todo, y que las ventanas estén abiertas también, dejando entrar pequeñas corrientes de aire. Con un suspiro, cierro el televisor y salgo del apartamento al mismo tiempo que la puerta de algún vecino también es abierta. Acelerando mi paso, pulso el botón del ascensor y reviso los correos en mi móvil cuando un gran estruendo parece hacer temblar todo el edificio.

Alzo la vista, chocando mi mirada con la del vecino que luce igual de confundido que yo, pero a diferencia de este, tengo el presentimiento de que...

—¡Tasha!

Y Entonces Tú [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora