Capítulo 43. Jane

2 0 0
                                    

Ocho meses después.

Estoy sentada, en medio de la habitación de mi niñez. La ventana está abierta, y se oyen los gritos de los hijos de Sutton y los de Asher y Nash, jugando en mitad de los lares de la casa que era de mi madre. Esos parajes en los que corrí siendo solo una niña.

Y esta soy yo.

La otra verdadera yo... No la Jane rota, sino la pequeña de mi madre. Esa misma niña que se sentaba junto a su madre a observar como preparaba tartas de calabaza. La misma niña que en algún punto, corrió alegre y escaló árboles, junto al establo. También soy esa que, siendo adolescente, quedó noches enteras despierta, mientras soñaba con escapar, igual que lo hacía teniendo ocho años. La chica de veinte años que se enamoró por primera vez, y la que dejó este lugar sin saber a qué enfrentarse.

Me levanto del suelo, completamente enfundada en mi vestido blanco. Ando descalza a través del piso, mis pies sintiéndose ligeros, y me quedo frente al espejo de pie, como si tuviera esa necesidad de confirmar que lo que estoy sintiendo en mi rostro es real. Y sonrío más, totalmente, con todos los dientes. Mi cabello se halla suelto, con las hebras de los lados trenzadas, llenas de pequeñas flores silvestres simulando una corona.

Y ahí está, mirándome fijamente en el espejo, con esos ojos encendidos y vivos con los que tanto soñé tener. Mi rostro está levemente enrojecido y brillante por las lágrimas... O puede que por el recuerdo. La alegría me rodea igual que un aura de mil colores, flotando en el aire, pero a diferencia del peso del dolor, esto me proporciona consuelo, y es como si hubiera sido llevada a otro reino, a un paraje donde solo existe la felicidad.

Sé que todavía estás ahí, en algún lugar de mi corazón, donde en algún punto de tu propia historia te encerraste. La depresión te consumió, las palabras de otros fueron usadas en contra de ti misma, y dejaste de verte como siempre deberías haberte visto. Y entonces tú desapareciste de mi vida.

Una vida que ya no tenía sentido.

Casi siento el fantasma de ella, el leve roce de su mano en la mía. Su susurro en mi oído y su última súplica.

Discúlpame por no ser la persona que necesitaste cuando eras solo una niña. Nos juzgué y nos exigí algo a lo que nunca estuvimos destinadas a ser.

Mis ojos bajan hasta el colchón donde, sobre él, yace la otra carta que ella escribió para mí.

Oigo como la puerta se abre, sin embargo, yo no me muevo.

Una lágrima se desliza por mi mejilla, y con cautela se acerca por detrás de mí. Hay algo en él que provoca que mi pecho, mi espíritu y mi estómago se revuelvan ante la idea de marcharme.

Frunce el ceño y su mano se acerca a mi rostro para alejar un mechón de mi sien.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Su cabello había estado peinado en gruesas hondas cuando lo vi en el rellano, pero ahora está hacia atrás de su rostro, y su tono es grave, más de lo que recordaba.

—No lo sé... —musito.

—¿La has leído?

La pregunta me hace dejar de respirar bastante rápido.

Inhalando profundamente, permitiendo que su aroma nade en mi cabeza, reacia a moverme. Sin embargo, una pequeña sonrisa se dibuja en mis labios. Una triste.

—Sí.

Me devuelve la sonrisa, pero es endeble y se desvanece. Sus ojos brillan mientras se mueve más cerca de mí, y mi sonrisa también desaparece. No me besa, no obstante, su rostro se posa sobre el mío lo bastante próximo a mí como para sentir su aliento en mis labios... Y me mira como si, dentro de su mente, ya se estuviera despidiendo.

—No te he conocido, sin embargo, siento que te conozco mejor que cualquier persona que haya podido conocer —mi voz tiembla—. Y solo puedo pedirte que lo hagas latir por mí. Gracias por todo, Dash.

Me acerco todavía más, y el calor de su cuerpo me envuelve.

—Me habría gustado que nos hubiéramos conocido en circunstancias diferentes —dice, y me veo en la obligación de cerrar mis ojos. Te voy a echar de menos.

De pie, en medio de mi camino imaginario, le doy la espalda y doy un paso tras otro. Creyendo que lo dejo atrás. Abro mis ojos y estoy de nuevo en el apartamento, mirando a mi alrededor, el cual está lleno de fotos familiares de Dash y sus dos hijos.

Caigo de rodillas para poder sentirme más segura cuando mis pies no pueden sostenerse más, sin embargo, incluso entonces, él no me suelta.

—Jane, has salvado mi vida, pero desgraciadamente, tú no lo estás.

Y Entonces Tú [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora