Capítulo 32. Dash

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La noche había quedado al otro lado de las ventanas, y la tenue luz del techo proyecta sobre ella un charco dorado de calor.

Tras Asher quedarse dormido, nos pasamos hablando unos cuarenta minutos más, mientras recogíamos todo. Habíamos charlado completamente a gusto y, todo en ella, resulta natural. Le pregunté cómo era trabajar en una revista, y me habló sobre su madre, Greta, y cómo había sido ella la que la había impulsado a seguir sus sueños, a pesar de que Jane tenía esa fuerte necesidad de cuidarla. La ternura llenaba cada gramo de su expresión cuando la menciona.

También se mostró ansiosa por saber más historias sobre el que había sido mi grupo de amigos de la Universidad, y el cual me mantuvo a flote a raíz de lo de Nash. Le conté los líos en los que nos habíamos metido desde que nos conocimos y las aventuras que compartimos, haciendo que se riera a carcajadas.

Yo había querido, en algún punto, aclarar lo que tenemos, sin embargo, cómo iba a tratar de definirlo, si ni siquiera yo entiendo cómo me siento; cuando una parte de mí quiere darle todo lo que tengo, a pesar de que no sé hasta dónde o qué tengo para ofrecer... Y, en ella, todavía puedo sentir su conflicto interno, su renuencia.

Dios, ¿por qué tiene ese efecto sobre mí?

La luz de la mañana entra de forma brillante y luminosa por la ventana, justo siendo el reflejo de cómo me siento.

Tengo que contener una carcajada cuando miro a mi lado y me encuentro con la cabeza de Asher a los pies de la cama, totalmente destapado, con uno de sus brazos extendidos, y una de sus piernas sobre mi pie, en un ángulo extraño.

Salgo de la cama, colocándolo bien, y entorno la puerta. Preparo la masa de la coca de calabaza y la vierto sobre un molde con papel para hornear al fondo antes de llevarlo al horno.

Esbozo una sonrisa cuando veo aparecer a Asher, mirándome con cara de adormilado.

—Buenos días —canturreo, cogiéndolo en brazos para darle un beso sonoro en la mejilla. Lo coloco de nuevo en el suelo y me giro para revisar el horno—. Solo faltan dos minutos —musito en un susurro, con una sonrisa, mirándolo por encima del hombro.

—¿Y después abrimos los regalos?

Empieza a pitar.

Cojo los guantes para sacar la coca, y el aroma dulce y decadente inunda la cocina con un calor hogareño.

—Perfecto.

—¿Podemos llevarle el desayuno a la cama? —musita.

—Te gusta mucho Jane, ¿verdad?

—Sí. Es mi mejor amiga. —Mi mejor amiga...— ¿Iremos después a casa de Mackenzie? —pregunta con el ceño fruncido.

—Sí.

Me pongo a cortar la tarta de calabaza mientras que Asher rebota de arriba abajo con una sonrisa.

—Papá, tengo un secreto —su voz es un murmullo cauteloso y ronco.

—¿Y es un secreto que puedo saber?

Vacila, como si lo que va a decir pudiera meterlo en problemas, sin embargo, finalmente asiente con la cabeza, con los ojos azules abiertos de par en par bajo la luz tenue.

—Jane está enamorada de ti. ¿Ella va a ser mi otra mamá?

Mis ojos se abren como platos y, dejando el cuchillo, me giro hacia él. ¿Tal vez ha escuchado muchas más conversaciones de Jane y mías de las que yo creía?

—¿De dónde ha salido eso? —le pregunto con cautela, queriendo conocer el hilo de pensamiento de mi hijo.

Deslizo una espátula por la tarta para coger una porción humeante y ponerla con rapidez en un plato.

Y Entonces Tú [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora