Capítulo 44. Jane

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Pequeña Jane,

Fui aquello que una vez me contaron que debía ser.

Ojalá pudiera seguir adelante una vez más, para tener tiempo de procesar mi verdadera marcha, y poder perdonarme, a la persona adulta que soy. Poder perdonar el daño que nos he hecho y liberar esa culpa que sé que no es real. Por habernos hecho llorar y sufrir. Por no poder luchar por tu vida, la mía. Ahora sé que no es mi culpa, sin embargo, no sé cómo liberarme de ella. Me gustaría saber cómo se supone que debo hacerlo, para permitirte a ti volver a salir de tu escondite y dejarte marchar en paz, para quedar yo en paz.

Sé que todavía estás ahí, en algún lugar de mi corazón, donde en algún punto de tu propia historia te encerraste. La depresión te consumió, las palabras de otros fueron usadas en contra de ti misma, y dejaste de verte como siempre deberías haberte visto. Y entonces tú desapareciste de mi vida.

Una vida que ya no tenía sentido.

Perdóname si alguna vez te herí, perdóname si te hice creer que aquello que otros decían, era verdad. Perdón por no haber luchado por lo que siempre quisiste ser y, discúlpame por no ser la persona que necesitaste cuando eras solo una niña. Nos juzgué y nos exigí algo a lo que nunca estuvimos destinadas a ser... Y es que la perfección viene de la propia imperfección, y jamás serás tan perfecta como lo eres siendo imperfecta.

El perdón jamás está garantizado. Podemos pedir perdón a otros, aunque ni así se sienta. Pero hay un tipo de perdón que se vuelve condenadamente difícil de conseguir, y ese es el que va dirigido a uno mismo. Nuestras propias acciones, aquellas que manejamos y que, a veces, pueden salirse de control. La culpa con la que todos acarreamos, una culpa por nuestras elecciones, sentimientos... que dañan a otros, incluso a uno mismo. Y es que, al final, la cuestión jamás debió de ser huir, sino conocerse a una misma. Aceptar los errores, como también abrazarnos, aún si no lo necesitamos. Saber que habrá días que te desharás en tus propias lágrimas, mientras que existirán otros en los que te dolerán las mejillas de tanto sonreír.

Ningún niño merece quedarse donde lo único que le dan es dolor, porque les quitan algo que jamás podrá ser devuelto... Y no importa cuánto tiempo transcurra, sé que lo que vivimos, nos afectó mucho. Ahora, aunque parezca tarde, es momento de sanarnos, de dejar atrás lo que nos lastima y lastimó. Nadie más que nosotras debería decidir lo que nos dará paz. Nadie más que nosotras sabemos cuánto nos duele, y por ello, no deberíamos jamás el sentir la obligación de perdonar si es eso lo que no se quiere, anhela, como también comprender que tal y como nosotras no somos capaces de perdonar las palabras y acciones de otros, tampoco ellos tienen el deber de hacerlo con nosotras. También tienes derecho de alejarte de quienes te hicieron sentir mal, Jane, y es que no eres lo que la gente dice de ti, lo que tú te acabaste creyendo que eras. Eres mucho más que palabras. Mucho más que la visión que otros creen y proyectan sobre ti.

Las historias no tienen que ser bonitas para ser eso, historias. Algunas estarán llenas de superación, otras de lágrimas, otras tantas de abismos o alegrías, y otras muchas de pleno silencio.

¿Y acaso eso no es lo impresionante de la vida? Como cada uno de nosotros alberga todo un mundo distinto, pero pleno de historias. Algunas les pertenecerán, otras no. Unas verán la luz, otras quedarán en el más asombroso vigilo, enterradas en un baúl. Sin embargo, dentro de nuestras memorias, siempre existirán.

Y sea mejor o peor, esta fue la nuestra.

Y Entonces Tú [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora