Capítulo 34. Dash

2 0 0
                                    

Con la mirada que me dirige, como si yo estuviera por debajo de ella, un nudo se forma en mi estómago.

—¿Ella es tu novia? —pregunta tan rápido como la puerta es cerrada.

Jane es mi novia.

No hemos tenido una cita real, y unos cuantos besos no la hacen una novia, pero me siento más cerca de ella de lo que nunca he estado con una mujer. La quiero, y mis sentimientos por ella son profundos, tan honestos que en ocasiones asusta... Sin embargo... No es mi novia. La palabra es demasiado sólida y real y, al mismo tiempo, no lo suficiente.

—Jane es alguien especial —arguyo—. Alissa, ¿por qué estás aquí? ¿No creéis que habéis hecho ya suficiente?

Se mantiene callada por un momento antes de exhalar por su nariz.

—Papá... No tengo a dónde ir.

—¿Papá? ¿Qué pasa con papá?

—Ya no lo soportaba. No pude aguantar sus malos tratos, sus gritos y acusaciones. Vivir con él era lo más parecido a estar en el infierno. —Ella gira hacia mí, con un deje paternalista y suave—. Vi el correo que le enviaste. Él también lo vio. La familia descubrió que tuviste un hijo... Y todo se desmoronó. Nadie entiende por qué.

Mi cabeza comienza a girar.

¿Está diciendo lo que yo pienso que está diciendo?

No, no es posible.

—¿De verdad pensabas que estaría aquí sentado esperándola? ¿Después de todo este tiempo? ¿Después de lo que hicieron?

—Papá tuvo un accidente. Dash, ha fallecido —anuncia.

—¿Está... muerto?

Asiente.

Me quedo mirando inexpresivamente su rostro, esperando a que ella me explique

—Sí. Un accidente de auto.

Me niego a mirarla, mientras llevo el ramo de flores —que había mantenido oculto tras mi espalda— a la encimera. Ella resopla por su nariz, su pecho tiembla, ningún sonido sale de su boca. Paso mis manos por mi cabello y doy una zancada atrás, intentando soltar parte de la tensión que corre por mi cuerpo.

—Decir que siento su pérdida sería engañarte. No lo hago. No me importa si ese hombre ha muerto o sigue con vida.

No me importa si lo vuelvo a ver con vida, si se retuerce en su propia tumba. Desgraciadamente, ese hombre me dio mi más valiosa lección: cómo no ser un padre.

Me rehúso a llamarlo papá.

Me niego a reconocerlo en absoluto.

Resoplando, la miro.

Ella observa a la pared, aparentemente enfocado en algún objeto inexistente, cuando de repente me mira con determinación.

—Murió de camino al aeropuerto, iba a buscarlos a ti y a tu hijo. Tienes que darte cuenta de la seriedad de esta situación. Papá dejó toda su herencia en manos del único varón de la familia.

¿Realmente estoy tan desprovisto de compasión?

Pero basta con solo pensar en Nash necesitándolo, con su cuerpo débil, con su voz temblorosa, para endurecer mi decisión.

Al final, él no había estado allí para Nash, tampoco para mí cuando lo necesité... ¿Por qué tendría que estar ahora para esa familia? Si eso me convierte en una especie de imbécil sin corazón, que así sea.

Retrocedo el gruñido que retumba en mi pecho.

—No necesito nada de ese hombre —apenas puedo oír mis propias palabras por la sangre que corre por mis oídos.

Y Entonces Tú [TERMINADO] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora