LA ULTIMA NOCHE EN PENTOS

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PENTOS, ESSOS. 152 D.C.

Rhaegar Targaryen estaba sentado sobre blanca arena mientras veía la puesta del sol. El príncipe – al igual que sus hermanos – disfrutaba de sus visitas a Pentos, lejos de sus obligaciones y el hostigamiento de su padre. En esa playa Rhaegar encontraba paz mientras recordaba su niñez y a su hermana trilliza: Araena. Era el único lugar donde Araena solía perder la "delicadez" y no le importaba mojarse los vestidos o despeinarse, Rhaegar escuchaba el sonido de las olas romper en la orilla y la risa de su difunta hermana.

El cielo comenzaba a oscurecerse por la llegada de la noche, era hora regresar al palacio antes de que su madre enviara guardias a su búsqueda.

Daena Targaryen estaba parada detrás de la cornisa de aquella terraza que su madre, Lady Laena Velaryon, frecuentaba en los años que vivió en Pentos. Daena observaba a los sirvientes del castillo pasar de un lado a otro para realizar sus actividades y los soldados dirigiéndose a las torres de vigilancia para cumplir con sus turnos.

Las puertas del palacio se abrieron para dar paso al príncipe Rhaegar que regresaba después pasar casi todo el día en las calles de la ciudad.

- ¿Es un buen guerrero como su madre y padre? – pregunto Reggio sobre el príncipe Rhaegar.

El príncipe de Pentos ya era un hombre muy anciano, que siempre iba en una silla de ruedas y acompañado de un guardia que lo moviera. A ese punto su hija y heredera ya era la regente de la ciudad, pero Reggio aun tenia palabra en las grandes decisiones, aunque dedicaba la mayor parte de su tiempo a descansar y esperar su muerte.

- Es bastante hábil con la espada – contesto Daena con una leve sonrisa – pero no tiene el título de caballero, aún.

- Parece no importarle – agrego Reggio.

- Parece que no le importan muchas cosas – agrego Daena con un suspiro.

- Por otro lado, sé que el príncipe Baelon es todo un guerrero ¿Estuvo al servicio de un grupo de mercenarios por un tiempo, cierto?

- Si, en Braavos – contesto Daena.

Reggio asintió.

- Tiene la furia y valentía de sus dos padres – Daena alzo las cejas – y un carácter bastante difícil de domar.

- Me recuerda a Daemon – agrego Reggio.

- Si, a mí también – Daena se recargo en la cornisa para estar frente a frente a su amigo el príncipe.

- ¿Cómo toma la reina la muerte de su esposo?

- Mejor de lo que esperábamos... Daemon ya era un hombre mayor, era tiempo.

- Un gran amigo mío – agrego el príncipe de Pentos – no falta mucho para que lo alcance.

Reggio pudo notar cierto pesar en la mirada de Daena, la conocía tan bien y sabía que el haber abierto el tema de sus hijos había despertado preocupaciones.

- Daena – dijo Reggio y la princesa lo miro – eres una buena madre, no te aflijas tanto.

- Debiste advertirme que los hijos se convierten en un dolor de cabeza.

Reggio rio entre dientes.

- Estas pagando por los dolores de cabeza que provocabas en tus abuelos... y en mi – Reggio alzo los hombros.

Daena rio cruzando los brazos y asintiendo, recordando lo testaruda y rebelde que era a la edad de sus hijos. Las veces que había llegado ebria al castillo, las veces que se había escapado, que había volado muy lejos de Pentos causando preocupaciones en el príncipe. Daena era como una hija para Reggio y ella le tenía bastante estima, por eso le visitaba seguido.

THE BLOOD OF OLD VALYRIA II (LAENYS TARGARYEN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora