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El sábado había llegado y consigo el partido, si el equipo de la UVM de México ganaba estaría en la semifinal. La euforia se transmitía por segundo en la Universidad, la mayoría de los alumnos tenían  las caras pintadas con los colores del equipo, blanco y rojo, desde temprano los supermercados cercanos fueron casi vaciados por los universitarios enloquecidos por comprar alcohol por si debían festejar una victoria más tarde ¿Mucha confianza no?.

La Universidad era más ruidosa que de costumbre aquel día, hasta las personas que no le gustaba mucho el fútbol asistía al gran evento, sabían que de seguro habría fiesta luego para los que estuvieran presentes ,y ¿A quién no le gustaría asistir a una fiesta con los del equipo? Los chicos más guapos y populares, hombres dignos de admirar.

Si todo era tan festivo ¿porqué Emilio no lo sentía así?.

Allí se encontraba tumbado en su cama con la panza sobre el colchón, enterrando su cabeza en la almohada. Había despertado temprano y sabía que faltaban poco para que vaya a practicar antes del evento de la tarde. Suspiraba tratando de asimilar muchas cosas :

Primero; cuándo sienta el corazón salirse por la boca y sus manos tiemblen a más no poder, no habría palabras alentadoras de su parte ni un beso antes de entrar al campo.

Segundo; luego del partido si es que ganaban, no habría sexo en algún baño de la fiesta ni tampoco sexo en la habitación y si perdían no habría quién lo consuele por sentirse decepcionado de sí mismo.

Tercero; Pensaría a Joaquín en cada momento.

— Se supone que debes estar alborotado por el partido — la voz de Joaquín hizo eco en la habitación. Ni siquiera se había dado cuenta que el castaño había entrado.

Se encogió de hombros aún sin mirarlo, Joaquín lo miró unos segundos para luego sentarse a un lado del cuerpo de Emilio, enterró sus dedos en el cabello rizado del oji-café.

Emilio cerró los ojos por la hermosa satisfacción recorriendo su cuerpo.

— Me gusta eso — susurró Emilio —.Ni pienses en detenerte.

— No lo haré — soltó una risita Joaquín.

Masajeaba el cuero cabelludo y peinaba con sus dedos el cabello, sonreía mientras veía a Emilio relajarse por completo.

— Tienes que jugar un partido, no te duermas.

— Déjame, ahora estoy muy relajado.

Joaquín sonrió.

— Debes ir a la cancha, Emilio — susurró — Tú no eres de esos de ir tarde a concentrar, eres el capitán del equipo.

Emilip suspiró — Agh.

— Arriba.

El oji-café se levantó despacio, sintiéndose vacío en el momento en que Joaquín alejó su mano, se encontró por primera vez en el día con aquellos ojos ámbar.

— Hola.

— Hola, Emilio — contestó y se levantó de la cama para dirigirse al escritorio.

— Debo irme — dijo después de mirar su celular, el reloj marcaba las 05:30 p.m.

— Bien — Joaquín lo observó apoyado en el escritorio.

Emilio asintió y recogió sus cosas, en el bolso colocó el uniforme del equipo, medias y botines. Una vez que tuvo todo en sus manos, miró nuevamente a Joaquín que estaba concentrado mirándolo fijamente.

— Adiós — dijo Emilio agarrando el pomo de la puerta.

— A-adios — susurró Joaquín, Emilio asintió y se marchó.

Eres // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora