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Las vacaciones habían terminado y el ambiente en la universidad se sentía pesado, los estudiantes arrastraban los pies por el pasillo, algunos bufaban en la entrada cuándo sus padres aceleraban los autos y los dejaban parados con una maleta, y también estaban aquellos que sonreían a más no poder por un reencuentro con sus amigos ó parejas; Emilio formaba parte de eso, aunque Joaquín no era su pareja, oficialmente, claro.

Acomodó su ropa en su lado del closet, trataba de que todo esté medianamente ordenado, el trofeo que le habían dado por el campeonato lo colocó en la repisa cerca del escritorio y todos aquellos libros que ya no necesitaba los guardó en una caja para luego colocarla debajo de la cama. Suspiró al ver que todo estaba en orden, la puerta se abrió haciendo que el oji-café se girara para ver la figura de un castaño sonriente con los ojos brillantes, el muchacho cerró la puerta para luego dejar su maleta en el suelo y sin más corrió los pocos metros que lo separaban del oji-café, se impulsó sobre sus pies para enredar sus piernas en las caderas del contrario, éste lo recibió gustoso rodeando sus brazos en la cintura del ojimiel.

Emilio apretó el cuerpo de Joaquín hacía el suyo cortando cualquier tipo de distancia, Joaquín se escondió en aquel espacio entre cuello y hombro respirando aquel aroma embriagador llenando sus pulmones, Emilio cerró sus ojos por inercia cómo tratando de recordar cada segundo, cada sensación.

Se separaron luego de unos segundos con grandes sonrisas plasmadas en sus rostros, aún en los brazos de Emilio; Joaquín escaneó el perfecto rostro del oji-café, mirando todos sus lunares y cada facción que lo hacía suspirar.

— Hola — susurró para luego atrapar su labio inferior entre sus dientes.

— Hola ,tú — sonrió Emilio.

— Te extrañé mucho — Joaquín delineó con las yemas de sus dedos la mandíbula de Emilio.

— También te extrañé — contestó dejando a Joaquín en el suelo.

— Debemos ir con los chicos — dijo embobado aún con sus brazos alrededor del cuello del oji-café.

— Tengo ganas de seguir admirando tu belleza — apretó la cintura de Joaquín.

— Aunque también me gustaría, debo acomodar todo ésto y luego ir, lo prometimos — corrió un mechón del flequillo rizado de Emilio.

— Bien, te ayudo — se encogió de hombros.

— De acuerdo — contestó para luego alejarse no sin antes recibir un beso de Emilio en su frente.

Acomodaron todo en su lugar y también guardaron los libros que el castaño no necesitaría más, sumando que le entregó a Emilio todos los regalos que su familia le mandó y el oji-café le dió todo lo que su madre le había mandado. Joaquín chilló cuándo Emilio le entregó una caja con distintos tipos de galletas.

— Creo que ya terminamos aquí — habló Joaquín mirando a su alrededor.

— Al parecer, sí — contestó para luego mirar a Joaquín.

— Bien, vamos — dijo el castaño girando hacía la puerta seguido por Emilio, pero luego paró en seco para mirar a Emilio.

— ¿Qué? — alzó un ceja.

— ¿Aun no se lo diremos? — preguntó, Emilio negó —.De acuerdo — apretó sus labios — , ahora si podemos ir.

Y así salieron de la habitación para dirigirse al comedor en dónde sus amigos los estarían esperando. Habían quedado en no decirle a sus amigos sobre lo hablado en las vacaciones, no querían que las cosas se pongan más tensas de lo que estaban sino funcionaban ésta vez.

Eres // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora