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- ¿Puedes apurarte? - le preguntó Emiliano un poco alterado a Diego.

- Ésta mierda no cierra - contestó el ojimiel sentándose en una maleta haciendo presión para que cerrase.

- ¡Emilio, vé y enciende ese puto auto! - gritó Jorge ayudando a Diego.

Emilio, que se encontraba apoyado en el marco de la puerta sólo asintió un poco aturdido para luego correr por el pasillo de hombres. Leidy le dió una mirada rápida a Tomás y el rubio entendió al instante, siguió a Emilio.

- Saquen algo de ahí - comentó Elyzabeth viendo lo imposible que era cerrar la maleta.

Diego se paró de un salto y Jorge abrió la maleta frunciendo el ceño al instante, sostuvo con una mano el objeto y preguntó incrédulo:

- ¿Quién puso ésto aquí? - el maldito trofeo.

Leidy miró hacía el interior de la maleta viendo que ésta quedaba casi vacía.

- ¡Rápido! ¡Más ropa! - gritó.

Elyzabeth se levantó y agarró lo primero que vió en el closet para pasárselo a su hermana, ésta inmediatamente empezó a guardar.

- ¿Emiliano? - preguntó Jorge.

- Agh, está bien, fuí yo - bufó -.Pensé que Emilio querría hacerle ver eso a su suegrita.

- ¡Por Dios! - gritó Diego.

- Ya que - rodó los ojos Jorge - ¡apuren!.

- ¡Listo! - dijeron las hermanas al unísono.

Jorge sonrió de inmediato, agarró la maleta, salió al pasillo y empezó a correr.

- Salgan, cerraré la puerta - habló Leidy.

Todos asintieron apurados, esperaron a Leidy que cerrara la puerta para luego correr detrás de Jorge.

En la universidad quedaban pocos alumnos, se notaba por las pocas personas que cruzaban el pasillo, algunos felicitaban al grupo realizador de la fiesta, pero a éstos les importaba muy poco, sólo querían llegar hasta el maldito auto.

Al llegar al estacionamiento soltaron un largo suspiro, el alivio invadió sus cuerpos una vez cerca de Tomás que estaba de brazos cruzados con el ceño fruncido diciéndole a Emilio que pise el acelerador y a un Emilio que soltaba más maldiciones que otros días; ahí fué cuándo todos entendieron lo que pasaba, Jorge preguntó con ese poquito de tinte de esperanza, quizás.

- ¿Qué sucede? - dejó la maleta en el suelo.

- No arranca - contestó Tomás dirigiendo su mirada hacía los demás.

- ¿Qué? - preguntó Diego después de mirar a Emilio.

- Lo estamos intentando desde que salimos y simplemente no arranca - bufó pasándose una mano por el cabello.

- Mierda - susurró Leidy llevándose ambas manos a su cadera mientras mordía la piel de su labio inferior.

- ¿Qué haremos? - preguntó Emiliano en general.

- No lo sé - suspiró Jorge -. ¿Seguro no arranca? - miró a Tomás y luego a Emilio.

Emilio desde adentro del auto lo miró incrédulo - Estamos seguros, Jorge - bufó para luego salir de su auto y dar un portazo.

Miró hacía todos lados buscando alguna solución, algún milagro, pero nada. En un ataque de rabia pateó el auto, cosa que se arrepintió al segundo porque su pié empezó a doler.

Eres // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora