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¿Alguna vez se preguntaron lo que siente una persona que ama?, no una enamorada sino una que ama. ¿Sí hay diferencias? Sí, claro que sí. El enamoramiento trata de una sensación intensa y profunda, la persona enamorada no vé al otro en su totalidad, es decir; que vé al otro perfecto, sin defectos, idealizando y dependiendo de cada acción que la persona haga dentro de la relación, por así decirlo. Se trata de ser peregrino de alguien, verlo cómo algún Dios ante nuestros ojos. Todo está bien en él.

Entonces, aquí vamos, ¿qué siente una persona que ama?  Uno ama al otro en su totalidad, puede ver sus virtudes cómo también sus defectos, no lo idealiza; lo ama tal cuál es, no trata de ser perfecto para esa persona sino que se acepta, sabiendo que el otro tampoco es perfecto, cuándo aquellas mariposas en el estómago provocadas por  los nervios desaparecen, el amor sigue allí, instalado en el pecho, aferrado con fuerza. Vá más allá de estar enamorado, es plenamente sincero, maduro y correcto. Se dá con el tiempo, haciéndonos ver que cuándo se ama no existe tal fecha de caducidad sino que es para siempre, eterno, tan así hasta el último suspiro. Es puro, distinto.

Eso era lo que sentían éstas dos personas que se encontraban en frente, con ojos brillosos y corazones latiendo con fuerza, a un ritmo desesperado. Haciendo un extasis placentero en sus cerebros cambiando toda combinación química. Con la acción involuntaria de unirse y desaparecer del mundo para ser sólo ellos dos, cuándo un amor es puro y verdadero, no se necesita nada más que un abrazo, un beso ó una caricia.

Joaquín miraba a Emilio atónito, sin saber que decir, sus sentimientos estaban a flor de piel, tenía ganas de llorar y saltar de la alegría, pero su cuerpo no reaccionaba, sólo se encontraba allí mirando con una mano sosteniendo la manija de la puerta y esperando que algo sucediera.

Por otro lado, estaba Emilio teniendo una pelea interna, se arriesgaría demasiado y quizás sería rechazado, pero ¿Qué más dá? viajó kilómetros para hacer ésto, iba a valer la pena.

— Ven conmigo — soltó decidido.

El castaño lo miró extrañado y por fin hizo un movimiento, se acercó apenas unos centímetros luego de cerrar la puerta tras de él.

— ¿Qué dices? — preguntó, se abrazó a sí mismo.

— Vámonos — contestó rápidamente.

— ¿A dónde? — Joaquín no estaba entendiendo nada, pero sus manos picaban por tocarlo.

— Vé por ropa, tengo todo lo necesario en el auto, tan sólo acepta lo que te propongo — dijo un tanto desesperado para luego bufar, conocía tanto a Joaquín y sin dar respuestas no iba a lograr nada —.No sé a dónde iremos ¿Bien?.

— Dentro de media hora será navidad — contestó.

— ¿Confías es mí? — susurró.

Joaquín en ese momento quería excusarse y responder que deberían dejarlo para otro día, que hacía demasiado frío para salir y morirían congelados, que adentro estaba su abuela y debían cenar con ella, que su hermana hizo galletas de chocolate ó que su mamá hizo pasta ó...

— Espérame aquí — respondió.

Emilio sonrió de inmediato, asintió. El castaño entró a su casa llevándose una mirada interrogativa de Renata, la cuál ignoró cómo un campeón, subió las escaleras corriendo, cruzó el pasillo a una velocidad que ni él creería poder moverse, entró a su cuarto y lo primero que hizo fué tomar una mochila para luego guardar ropa abrigada. Su mente trabajaba a mil por segundo, suspiró cuándo tenía todo lo necesario, colgó la mochila en uno de sus hombros, visualizó por unos segundos su habitación antes de salir deprisa, bajó las escaleras con la adrenalina haciendo estragos en su interior y llegó a la sala.

Eres // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora