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Emilio despertó a eso de las 10:00 a.m, frotó sus ojos con cuidado para luego sentarse en la orilla de la cama, miró a su alrededor por unos segundos con su rostro somnoliento en su mayor esplendor, bostezó cubriendo su boca con su mano derecha, se levantó para dirigirse al baño, se miró al espejo tratando de buscar al joven alegre y positivo. Nada.

Una sonrisa forzosa se formó en su rostro, más parecida a una mueca, que de inmediato se esfumó; así cómo los polvos de colores en algún festival, así cómo un padre cobarde que no tiene 2 dedos de frente para hacerse cargo de su familia, así cómo una chica sin empatia rompiendo una relación ajena, tal cuál.

— Feliz cumpleaños a tí — susurró hacía su reflejo.

Lavó sus dientes y rostro para luego ponerse ropa cómoda y calentita, cuándo creyó que ya estaba decente se dirigió hacía las escaleras, bajó con pereza, se encaminó hacía la cocina y miró a su mamá, ésta de inmediato le sonrío.

— ¡Feliz cumpleaños, mi bebé! — dijo la mamá de Emilio para después apretar a su hijo en un fuerte abrazo.

— Gracias, ma — susurró en medio del abrazo.

Ella se separó para agarrar las mejillas de su hijo y sonreirle tiernamente — No puedo creer que estés cumpliendo 21 años, recuerdo cómo si fuera ayer cuándo corrías de un lado a otro por la sala detrás de esa pelota azul que tanto te gustaba — besó su frente ruidosamente — Mi ángel —susurró sin dejar de sonreír.

Su mamá era de aquellas personas que te hacían sonreír al instante, él olvidaba por completo su malestar cuándo ella estaba presente, ésta vez fué un fugaz momento, pero de igual manera su corazón se llenó de esa calidez que sólo el amor materno podía lograr.

Los escuchó, algunos pasos por las escaleras cómo si se tratase de una estampida, dirigió su vista hacía ese lugar y sonrió al ver a sus hermanas en una casi competencia por llegar hacía él. Las muchachas lo miraron sonrientes hasta que se abalanzaron y lo tiraron sobre la alfombra.

— ¡Feliz cumpleaños! — gritaron al unísono.

Le dieron besos por toda la cara hasta que Emilio necesitaba oxígeno, sentía que no le llegaban a los pulmones porque sus hermanas estaban aplastando su pecho.

— ¡Chicas! — habló su madre.

Las muchachas se levantaron lentamente y ayudaron a su hermano a ponerse de pié, le regalaron una sonrisa tierna para luego hablar:

— Feliz cumple, Emi — dijo una de ellas.

— Y lo sentimos por aplastarte — todas rieron.

Rmilio rodó los ojos — De acuerdo y gracias — soltó una risita.

— Pueden ir a la mesa, está todo servido para que tengamos un desayuno de cumpleaños — dijo su madre.

Las chicas asintieron y corrieron hacía el lugar, Emilio estuvo a punto de seguirlas cuándo el teléfono de la casa sonó.

— Seguro es para tí, vé a contestar — habló la mujer para luego seguir con sus cosas.

Emilio asintió, giró y se dirigió hacía la sala en dónde se encontraba el teléfono, apretó un botón y llevó el aparato a su oído:

— ¿Bueno?.

— ¡Emilio!.

— Hola Elizabeth — sonrió de inmediato.

— Hola, cielo — se escuchó una risita — ¡Feliz cumpleaños!.

— Muchas gracias — contestó — .Y gracias por acordarse —se llevó una mano a su pecho y apretó un poco. Quería llorar.

Eres // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora