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¿Alguna vez experimentaste la sensación de que el estómago se te quiera salir por la garganta? Bueno, esa sensación la estaba sintiendo Emilio, tenía su cabeza dentro del retrete expulsando todo lo que había comido a lo largo del día, Jorge le sobaba la espalda y Diego trataba de echarle aire con una camiseta, Albert y Tomás lo miraban desde el marco de la puerta del cubículo mientras que los otros chicos del equipo estaban sentados en las bancas del vestuarios algunos mordiéndose las uñas, otros rezándole a la virgen de Guadalupe y unos con las manos apoyadas en sus regazos mirando hacía el suelo tratando de hacer oídos sordos para así dejar de escuchar las arcadas de Emilio.

Lo sabían, sin Emilio perderían.

— ¿Cómo está? — preguntó el entrenador entrando al vestuario.

— Mal — contestó Michael.

Lynch y Hood miraron al entrenador buscando respuestas, eran los que más nerviosos se encontraban.

— Sin Emilio estamos muertos — le susurró Irwin a Jonas, éste asintió cabizbajo.

El entrenador se acercó hacía el cubículo haciendo que Tomás y Albert se corrieran hacía un lado.

— Emilio — habló el entrenador.

El oji-café levantó un poco la cabeza, al mismo tiempo que se limpiaba la comisura de sus labios con el dorso de su mano izquierda, miró al entrenador :

—Entrenador, deme 2 minutos y ya estaré listo.

— Emilio, no te obligues a jugar, si no puedes pondremos a cualquier suplente en tu posición.

Todos los jugadores abrieron los ojos cómo platos ante el comentario del entrenador. Los suplentes negaron a pesar de que el entrenador no los estuviera viendo.

Emilio volvió a colocar su rostro sobre el retrete, otra arcada, vomitó otra vez.


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Mientras tanto, el campo de juego estaba repleto. Había clima de final, las personas estaban más eufóricas que nunca y los estudiantes de la UVM estaban entrando en un momento de locura, tenían muchas razones y la principal era : Fiesta loca con los chicos del equipo.

Joaquín junto a Leidy y Emiliano se encontraban en las gradas, al rubio se lo notaba bastante decaído; apenas había comido las papas fritas que Joaquín compró, en cambio Leidy estaba muy contenta con su mirada enfocada en el campo buscando a Tomás.

— Se están tardando  — soltó Leidy después de mirar la hora en el celular.

Emiliano miró su reloj y lo comprobó.

— 5 minutos tarde — contestó —. Si se tardan 10 es para una sanción.

— ¿Cuál sería? — preguntó Joaquín a punto de llevarse un puñado de papas a la boca.

Eres // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora