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Una habitación silenciosa con una mínima luz de día colándose por las cortinas de una ventana semiabierta por dónde entraba una fresca brisa característica de la gran CDMX, cuerpos yacían en una cama con piernas entrelazadas, uno sobre el pecho del otro con respiraciones sincronizadas y tranquilas, ajenos al mundo universitario, a los estudiantes perezosos y a los presumidos, a los profesores estrictos y a los empaticos, tan en su mundo que ni siquiera el sonido de una alarma telefónica pudo cortar con el ambiente tan calmado y agradable en aquella habitación.

Se desperezó cómo pudo ya que una cabeza castaña dormía plácidamente sobre su pecho, con una mano libre frotó sus ojos para luego inclinarse y besar el cabello con ese olor exquisito, coco. Tomó el celular y apagó la alarma haciendo que sus oídos descansen del pitido insistente.

Se lamentaba internamente por lo que iba hacer, porque Dios, despertar a Joaquín era algo tan difícil ¿Quién podría despertar a ese ángel? Con esa boca casi en un puchero, respiración pausada, pestañas largas decorando sus parpados, cejas levemente fruncidas y esa sensación de paz que transmitía. Se mordió el labio con culpa cuándo pasó la yemas de sus dedos por la mandíbula del castaño, después delineó la nariz haciendo que éste se remueva en el lugar y apriete el agarre en su cintura, sonrío con ternura cuándo el  castaño bufó dormido para luego volver a su calmada respiración.

— Amor — llamó en un susurro — hay que desayunar.

Joaquín se quejó — ¿Podemos quedarnos en la cama y acurrucarnos todo el día? — suspiró — También podemos tener otra ronda de sexo — movió su cabeza hacía arriba para por fin conectar sus ojos con los de Emilio.

— Aunque la oferta me apetece demasiado, no podemos —contestó para luego besar la frente del castaño —.Los chicos vendrán a buscarnos si no vamos a desayunar, los conoces. Aparte...¿No bastó con lo de anoche?.

— No me culpes, ¿Sabes cuántas veces tuve que aguantar en no abalanzarme hacía tí cuándo salias del baño con la maldita toalla amarrada en la cintura? Ó ¿cuándo venías de tus entrenamientos sudado y con la camiseta casi pegada a tu torso?...¡Aguanté demasiado!.

— ¿Mi bebé vivió en abstinencia todo éste tiempo? — preguntó haciendo un puchero burlón.

– ¿Acaso tú estuviste con alguien más? — levantó una ceja.

— Sabes que me guardo para tí, virgen hasta el matrimonio, cielo — contestó para luego sonreír de costado.

— Tonto — golpeó el pecho ajeno suavemente —. Virgen hasta el matrimonio... tuvimos más sexo que Emiliano cuándo estuvo con ese chico promiscuo.

— El chico canadiense cómo olvidarlo — soltó una risita —, se quería acostar con cualquiera que tuviera patas — Joaquín asintió —.Y contestando lo otro, es que eres malditamente irresistible y guardarme hasta el matrimonio ante tu presencia sería algo realmente estúpido.

— Me halagas — sonrió con hoyuelos —, también eres irresistible y tan...pero tan caliente — se mordió el labio inferior.

— ¿Sí? — sonrió coqueto.

— Sí...te montaría justo en éste momento — se colocó a horcajadas de Emilio y sonrió al sentir la ereccion creciente de su ex novio, sí, aún son ex novios.

— Por favor...— cerró los ojos.

— Pero...

— ¿Pero? — abrió los ojos para luego levantar una ceja.

— Debemos desayunar con los chicos — soltó y se levantó de la cama haciendo que Emilio se queje.

— ¿De verdad? — preguntó indignado.

Eres // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora