34 - Final

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Había pasado exactamente 1 mes desde que había llegado a Guadalajara; por suerte había sido recibido de la mejor manera, sus compañeros claramente no eran cómo los que tenía en la universidad; se puede decir que Emilio extrañaba un poco las bromas y las conversaciones con  aquel grupo divertido. Tenía que adaptarse, suspirar y seguir.

No le quedaba de otra.

Aún no conocía toda la ciudad, dejaría eso para cuándo alguien en especial llegue a su puerta y le insista en un lloriqueo "Emi, vamos, debemos hacer un recorrido". Porque sí, lo tenía presente en cada maldito segundo y plan a futuro.

Los primeros días fueron más que difícil, llegar a un lugar nuevo, en dónde básicamente no conocía a nadie y ni siquiera tenía a alguien cerca; claro que contaba con Jorge y Diego, pero estaban más ocupado que él, al menos ellos se tenían el uno al otro, una cosa menos por la cuál preocuparse.

Se visualizó a él y a Joaquín tomando té en la cafetería de la esquina; sabía que Joaquín chillaría cuándo viera la decoración, discos de vinilos adornando las paredes, una pantalla grande en dónde transmitían videos musicales ochentosos. También se imaginó a Joaquín en la terraza escribiendo alguna canción sobre aquella mesa pequeña que compró a los 3 días de llegar a Guadalajara, visualizó al castaño bailando por aquella sala amplia, también anheló el momento en el cuál pueda bailar con Joaquín en la cocina; que equipó con un montón de cosas que creía innecesarias, pero que a Joaquín le encantaría. Se estaba consumiendo por sus pensamientos, era feliz en Guadalajara, obvio, estaba cumpliendo su sueño, pero siempre se imaginó con Joaquín en cada instancia y eso dolía cómo la mierda.

— Hola, cariño — saludó Emilio después de soltar un bostezo.

— Hola, Emi. ¿Te desperté? — el tono apenado hizo que Emilio sonría cómo un tonto.

— No, no para nada — se frotó los ojos disolviendo un poco el sueño.

— De acuerdo — soltó inseguro —. Lo siento si llamo a ésta hora, hace unos 30 minutos vuelvo de una reunión y... y Leidy me obligó a cenar antes de... — suspiró — ya sabes, llamarte.

— No te preocupes ¿cómo te fué? — preguntó sentándose en la cama.

— Bien, creo — bufó —.Ignorando el hecho que ni siquiera me dijeron que después me llamarían — soltó una risita irónica, Emilio la reconoció al instante.

— Oh.

— Sip — remarcó una P —, algunas veces me pongo a pensar que ésto de la música no es para mí.

— Hey, ¿Qué dices? — frunció el ceño —. La música es para tí, vamos Joaquín, nunca he escuchado una voz tan hermosa cómo la tuya, la canción que presentaste fué... — suspiró — preciosa y tú lo hiciste sólo. Tienes la capacidad, eres bueno, nunca pienses lo contrario. Las productoras deberían estar peleando por un contrato contigo, amor — escuchó a Joaquín suspirar — .Confía en mí, te escuché y no hay nada que me haga sentir más privilegiado saber que fuí uno de los primeros en ver en lo que te convertiste en torno a tú música.

— ¿De verdad? — preguntó con inseguridad.

— ¿Acaso alguna vez te he mentido? — miró el ventanal cerca de su cama y ahí, a la distancia, vió la estrella más brillante titilar.

— Nunca — respondió enseguida — ¿Qué estás haciendo? —cambió de tema tan drasticamente que Emilio sonrió ante el poco disimulo al hacerlo.

— Veo el cielo ,¿tú? — se mordió el labio.

— ¿Estás viendo la estrella más brillante, Osorio? — a Emilio se le volcó el corazón.

Eres // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora