capitulo dos

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Después de lo sucedido, salí corriendo para la casa, no tenía ni la menor idea de quién era esa persona, ni el porque estaba allí. Pero algo me decía que no estaba allí solo por casualidad.

Mi cabeza estaba hecha un lío incontrolable, la confusión que tenía en ese momento era muy grande, tenía tantas preguntas, ¿Y si era una broma? Era posible pero si lo hubiera sido, al final habrían salido más personas a reírse ¿no?

A zancadas entré a la casa para subir al segundo piso y encerrarme en mi habitación de por vida, pero una voz me detuvo.

—Veo que te han dejado plantada, Lina.— era Wendy.

Me había extrañado que en toda la noche no se había acercado a mi, para según ella insultarme o amenazarme.

Lo que menos quería en ese momento era discutir con ella por estupideces, pero era tan insoportable que no se cansaba de joder a la gente.

—¿Y ahora que quieres?— pregunté irritada—. Empiezo a creer que soy importante en tu vida, porque cada vez que me miras vienes corriendo a mi para hablarme, o...¿Es que te gusto?—insinué para hacerla molestar.

Había quedado tan pasmada con lo que solté que no articuló palabra alguna. después de varios segundos sonrió falsamente para decir:

—Te equivocas, jamás serías mi centro de atención, nadie como tú de hecho.— pronunció encogida de hombros—. Solo quería recordarte algo, y es que dejes de estorbar en la vida de Owen, si no quieres que curiosamente algo te suceda. Entonces, te recomiendo que te apartes de nuestro camino.

Nuestro— repetí divertida—¿Es que acaso tienen una relación y yo no sé nada?

—Pronto, por eso te exijo que dejes de buscarlo y estar pegada al él como la sanguijuela que eres.

Auch.

Ni las sanguijuelas merecían semejante insulto.

A ver si había entendido; ella me pedía a mí que me quitara de su camino para estar con Owen, el chico que nunca mostró interés en ella.

Que humillación debía ser eso.

Lo divertido acá era que yo no buscaba a Owen, era siempre él que me buscaba a mi. Aunque jamás me sorprendería que una persona como Wendy hiciera tal ridiculez.

Wendy era hija de uno de los gerentes del banco del pueblo, lo cual lo hacía importante a él y a su familia. Ella era un año mayor que yo, y siempre me molestaba en la secundaria por...por...sabrá Dios el porque. La cosa era que, siempre estaba detrás de mi, hasta el punto que llegué a creer que le gustaba, y aún lo seguía creyendo.

La chica se acercó a mi tan de cerca que podría decir que nuestras respiraciones llegaron a mezclarse.

—O haces lo que te digo, o todo el mundo se enterará que tú, la chica ruda e inexpresiva, toma pastillas para no volverse una loca desquiciada, ¿Te ha quedado claro?— susurró en mi oído.

Dicho eso, se separó y siguió su camino como si nada.

Yo quedé sin moverme analizando cada una de sus palabras en mi cabeza, tragué saliva tan fuerte que me provocó dolor en la garganta. Hasta que reaccioné y subí a toda velocidad.

Mi habitación estaba completamente oscura, justo como me gustaba. Caminé de un lado a otro con una mano en la frente y otra en mi cintura.

¿Cómo se había enterado de eso?

Nadie lo sabía, nadie. Solo mi hermana y estaba cien por ciento segura que sería incapaz de contar algo como eso, excepto...mi mamá.

¡Maldita sea!

Nada es lo que parece Donde viven las historias. Descúbrelo ahora