Caminaba de un lado para el otro con desespero y obstinación, pensando hasta cuándo me tendrían encerrada en esa mugrosa celda de porquería. Ya habían pasado semanas desde que llegué a ese lugar y ni por casualidad habían traído al abogado que tanto habían prometido, fue cuando me di cuenta de que con esa gente no se podía confiar. Se habían pasado mis derechos por el culo sin importarles cuán mal me sentía allí dentro.
Me habían asignado mi uniforme de presa pero aún no me trasladaban al reclusorio en donde se suponía debía pagar todos los delitos que había cometido. A penas y me brindaban el agua de cada día, la comida parecía hecha para animales, se veía asquerosa y la ausencia de mi apetito cada vez se hacía presente. Había adelgazado tanto, que volvía a ser la Lina de antes, cualquiera que se atreviera a tocarme me quebraría con su tacto. Estaba empezando a volverme loca, a impacientar mi tranquilidad por los nervios.
Nadie me decía nada, nadie se acercaba a mi para darme noticias de lo que se suponía era el juicio que estaban preparando para mí condena. Ni mi abogado, ni el policía que me trajo que por lo que pude escuchar de otros funcionarios, era él quien llevaba mi caso.
La reja de mi celda hizo el ruido característico de cuando se abría, al girarme, encontré al oficial Fleck de brazos cruzados hacia mi, sin remordimiento lo miré con repugnancia al ser el responsable de que mi abogado no estuviese conmigo.
—¿Que quieres?— pregunté con rabia al verlo tan tranquilo mientras yo yacía en esa celda como un animal.
—Hablar contigo Adams.
—Pues habla, ¿Que esperas?
El hombre decidió sentarse en el banco de concreto en donde dormía todas las malditas noches incómoda, despertando con un dolor horrendo en la espalda.
—En un par de días se llevará a cabo tu juicio. Pronto saldrás de aquí para ir al reclusorio.
—¿Y eso me importa por...? ¿Dónde mierdas está el abogado que tanto me prometían? ¿No se supone que es él quien debe darme la noticia?
—Lina, el que tengas un abogado o no no cambia tu posición como asesina. Los delitos por los que se te acusan son muchos, sí, tienes un abogado el cuál está buscando todas las comodidades posibles para cuándo te trasladen a la verdadera cárcel. Pero es todo lo que se puede hacer por ti.
Sopese su respuesta en silencio, entonces sí tenía un abogado quien nunca vino a visitarme para darme las malas noticias. No tenía esperanzas de salir aunque fuese bajo una fianza, los delitos que tenía encima era muchos, y casi todos eran de homicidio, por supuesto que no tenía esperanzas de salir ilesa de todo eso. Aparentemente moriría en la cárcel si es que no me mataban antes.
—¿Algo más que quieras agregar?
—Sí, prepárate para tu nueva vida encerrada, es lo menos que mereces.
Sin más el oficial se largó de la celda sin mirar atrás. Con las manos a cada lado de mi cintura, seguí caminando de un lado para el otro pensando, imaginando los próximos días los cuales no serían nada fácil.
***
Eran las seis de la mañana cuando un policía abrió mi celda, indicándome que ya una patrulla me esperaba afuera para trasladarme por fin al dichoso juicio. No había podido pegar el ojo en toda la noche, pensando con preocupación y tristeza en todo y todos, mientras me colocaban las esposas, recordé a mi hermana, con su hermosa sonrisa cada mañana antes de irse a la universidad. En William, en como se había convertido en mi confidente luego de la muerte de Silvi. En Drake, en Owen, y en...mi papá. También en mi madre, en su última mirada antes de ser asesinada en nuestra propia casa. En Cindy, mi hermanita menor que ya había quedado en el olvido de muchos, pero que en mí y Scarlett aún danzaba su presencia en nuestras mentes. Seguramente burlándose de nuestro terrible final.
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Nada es lo que parece
Mystery / ThrillerLos secretos abundan, el misterio prevalece y la traición reina. Aquí no se puede confiar en nadie...porque nada es lo que parece.