prefacio

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Me encontraba en una oscura habitación, la que a penas era alumbrada por una hilera de luz que se colaba por la parte baja de la puerta de hierro que tenía en frente. Sentada en el frío suelo de madera, arropaba mis piernas con mis delgados brazos, éstos pegados a mi pecho tratando de entrar en calor, aunque no servía de nada.

No sabía cuántos días habían pasado, pero pensaba que pocos, o tal vez así lo veía porque en esa habitación parecía no correr el tiempo.

Solo había visto a dos personas desde que estaba ahí: una mujer y un hombre. Los cuales solo entraban para dejarme comida y agua, sin pronunciar palabra alguna.

Por mi parte no articulaba  absolutamente nada, ni siquiera cuando me golpeaban para que lo hiciera, ya ni sentía algunas extremidades de mi cuerpo por tantos golpes.

Dios, sí que dolía.

En mi mente estaba la idea de no hablar hasta el día en que acabaran conmigo, que sabía no estaba tan lejos...pero cambié de opinión esa misma mañana...

Solo llevaba de ropa unos jeans desgastados y una blusa completamente fina color blanca que no me cubría del frío.

Me habían puesto cadenas en los tobillos y muñecas. Prácticamente me tenían como a un animal. Me preguntaba porque aún no me mataban ¿Qué esperaban?

Tal vez querían que sufriera un poco.

Tarareaba una vieja canción que no salía de mi mente, pero me callé de inmediato al ver una sombra debajo de la puerta y escuchar como la cerradura de ésta se movía.

Alguien entraría.

Me erguí aún sentada adoptando mi carácter defensivo, preparada para cualquier cosa.

Un hombre joven entró con toda la calma del mundo, tras él los otros dos sujetos que mencioné antes. El hombre vestía pantalones de vestir, camisa de botones con las mangas arremangadas hasta los codos, y un particular reloj de oro en su muñeca derecha.

El hombre forzudo que siempre se mantuvo detrás del que parecía ser su jefe, le pasó una silla para que luego se sentara frente a mi con una mirada expectante.

—Supongo que debes preguntarte, quiénes somos y porque estás aquí ¿Cierto Adams?

No respondí, de hecho ni me moví, parecía piedra delante de él.

—Seré brevemente rápido; tu padre me debe mucho, mucho dinero. Lo busqué por bastante tiempo sin éxito alguno. Así que tuve que recurrir a mi plan b; su familia. Y vaya que fue fácil, ya me deshice de su esposa, ahora solo faltas tu...

Hizo una pausa sin dejar de mirarme.

—Ahora, necesito que me digas en donde está tu padre, antes de mandarte en pedacitos a él.— exigió cambiando de postura inclinándose un poco hacia mi, con los codos en las rodillas.

Yo reí irónicamente negando con la cabeza.

—Nunca lo encontrarás.— le aseguré divertida.

—Déjame decirte que no vale la pena que lo protejas, es un maldito que no merece ni la vida.

—Ya te dije; no lo encontrarás.

—¿Porqué estás tan segura?— ladeó su cabeza interesado.

—Porque está muerto.

Aunque no reaccionó físicamente a mi confesión, sabía perfectamente que no se esperaba esa respuesta. Yo seguía ahí, sentada en el suelo con mi diversión que solo yo entendía.

—Vaya, tengo que decir que, no me lo esperaba. Estoy acostumbrado a verlo huir como la rata que es.

Siendo honesta, no me molestaba en la forma a la que se refería a mi padre, porque en el fondo tenía razón. Sin embargo, cambié drásticamente mi expresión de diversión a una seria.

—Dime algo, ¿Sabes cuando murió?

—Sí, lo sé.— hice una pausa, aunque no tenía ganas de continuar su gesto de que siguiera me convenció—. Hace dos años aproximadamente, y no murió como cualquier ser humano normal...

—¿Porque...?

—Lo mataron, ¿Y sabes que es lo mejor?— me arrastré un poco acercándome a él para verlo directamente a los ojos y no perderme de ninguna expresión—. Que yo ayudé en su asesinato. Estuve presente en todo momento, y no me arrepiento.

El hombre pasó de tener una cara atenta, a soltar una risita cómplice.

—Quien diría que su propia hija acabaría con él, de tal palo tal astilla ¿no?— se incorporó en la silla pasándose la mano por la escasa barba que le crecía—. Debo admitir que eres una sádica...

Esbocé una sonrisa.

—No tienes idea....

Nada es lo que parece Donde viven las historias. Descúbrelo ahora