capitulo treinta. Final

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Años después.

Habían pasado tres años.

Tres largos y aburridos años.

Si bien no me arrepentía de las decisiones que había tomado, porque de alguna forma me enseñaron los grandes errores que había cometido, me demostraron que nadie podía ser tu amigo por más que lo prometieran. Que las personas que decían quererte, resultaban ser las caras del mismísimo infierno, y aún así, confíe en esos demonios.

Mi ingenuidad me llevó a aprender muchas cosas y a grabarme en la cabeza que todo y todos eran un peligro, que nadie iba a querer lo mejor para mí más que yo, que debía actúa con mucha inteligencia, y que en vez de que las personas jugarán conmigo, yo sería quien jugaría con ellas. Esa regla la había convertido en una de mis prioridades para sobrevivir, la puse en práctica y funcionó. Todas y cada una de las personas con las que me daba la gana jugar, caían rendidas a mi pies.

Había descubierto en mi a lo largo de los años habilidades que jamás creí tener; como la manipulación. Con el paso del tiempo la perfeccioné hasta el punto de obtener fácilmente todo lo que quisiese con tal solo una mirada. Y al controlarla, quise más. Me obsesioné con poner en práctica todo lo que tenía en mi ser, y la obsesión me llevó al borde del desespero porque no tenía con quién usarla, estar encerrada me hacía perder la paciencia, y en uno de mis más grandes ataques; asesiné a la primera persona.

No podía controlar algo dentro de mi que me incitaba a matar, a escuchar los gritos de agonía de las víctimas al ser torturadas por mi, al ver la sangre expandirse por todo un lugar marchándome en el acto. Lo quería, lo anhelaba.

El policía que cuidaba mi celda tenía alrededor de unos cuarenta y cinco años, con mucho tiempo de trayectoria como oficial. Una madrugada fingí tener un fuerte dolor estomacal, y luego de varios minutos de suplica porque me llevara a la enfermería, terminé por convencerlo y al final abrió la celda para llegar a mi encuentro. Una chispa de remordimiento me invadió por un par de segundos, pero como si de otro ser se tratara lo miré como carne fresca, como una presa fácil.

De mi pantalón de algodón saqué un intento de daga que yo misma había creado con tan solo un pedazo de metal, y con aquel objeto filoso que tanto me había costado crear, lo apuñalé más de diez veces en el pecho y el abdomen hasta quitarle la vida por completo. El cuerpo inerte del oficial cayó al suelo manchando todo el piso de sangre.

Lo miré tratando de entender porque me encantaba observar esas escenas, ¿porque me atraía tanto?

Y luego de eso, mis ganas de seguir me dominaron.

Segunda víctima; la chica que llevaba y traía libros para mí.
Era joven, un par de años mayor que yo pero joven. ¿Causa de muerte? Degollada.
Le corté el cuello en las duchas. En un impulso repentino que tuve le quité la vida sin más. Así de fácil podía ser la muerte de las personas cuando estaba en mi modo depredador.

Pero como todos tenía su castigo, yo obtuve el mío.

En el transcurso de los años había asesinado a un total de doce personas, morían consecutivamente, hasta el día en que decidieron aislarme en un lugar de alta seguridad.

Me torturaba de la peor forma, y no mentiría diciendo que no me dolía, porque en algunas ocasiones creí morir. Una persona normal no hubiera resistido, ¿pero yo? Yo no era normal. Cuando descargaban cargas eléctricas junto con mis pies mojados con agua, al terminar cantaba canciones de mi infancia para tratar de olvidar el dolor y aparentar fortaleza, y en varias ocasiones reía a carcajadas disfrutándolo.

Ataban mis muñecas en una cuerda que colgaba del techo y ahí me dejaban por horas sin descanso. Creían que con sus torturas me hacían daño, pero lo único que lograban era volverme más fuerte.
Me estaban alimentando de la mejor manera, y no lo sabían.

Me encerraban en cuartos completamente oscuros. Pasaba días en ayuno. Me golpeaban, e incluso me intentaron violar, pero fui más lista que ellos y terminaron perdiendo.

Así era mi vida en la cárcel, un completo martirio, pero estaba segura de que no sería por mucho, llegaría el día que saldría victoriosa de ese lugar.

Me encontraba en la esquina de mi celda -por no llamarla jaula- leyendo un libro, muy interesante de hecho, cuando la pequeña ventana de metal en la puerta se abrió dando vista al rostro de Wallace; la oficial que cuidaba de mi celda.

—¡Adams! tienes visita.—vociferó la mujer.

No pude evitar esbozar una gran sonrisa que mostraba mis dientes al escuchar aquel aviso que tanto había esperado.

Hacía tres años que nunca nadie había ido a visitarme, y ahora, esa visita me confirmaba lo que desde un principio sospeché. Por fin saldría de ese lugar. Había llegado el día.

Me levanté de aquel rincón dejando el libro que leía a un lado, me acomodé un poco la camisa naranja de mangas largas y sonreí a la nada. Había olvidado ya como era la cárcel fuera de mi celda, ya que tenía prohibido salir de ella, pero se sentía bien salir solo porque a escasos minutos me encontraría con la persona que tanto había esperado.

Sin embargo, al abrir la puerta de metal pude notar que una silla de ruedas me esperaba, me senté en ella observando como ataban mis tobillos, muñecas y como colocaban un bozal en mi boca por "seguridad".

Era mucha seguridad para una simple chica como yo, pero con el tiempo todos se pudieron dar cuenta que conmigo no se podían confiar.

Después de pasar por varios pasillos y rejas de protección, llegué a una sala gris con una silla de metal junto a la mesa. No había nadie esperando como creí, pero luego me indicaron que pronto entraría mi visita.

Las manos me temblaban al igual que las piernas, tragaba saliva sin parar, y mis ojos detallaban cada movimiento en el área. Pasos se escuchaban en la lejanía, cada vez más cerca hasta que la puerta de aquella sala se abrió dando paso a esa persona.

—Sabía que vendrías, tarde o temprano, pero lo harías.— dije mientras lo seguía con la mirada hasta que se sentó frente a mi.

—¿Tan mal te has portado que hasta un bozal te pusieron?

—Ha pasado mucho tiempo, tenía que divertirme un poco ¿No?

Soltó una risa por lo bajo sin quitar la mirada de mis ojos.

—Hola de nuevo Lina Adams.

—Hola Owen...



Nota:

Holissss.

Ay lo sé, sé que he tardado un montón en actualizar pero que les digo, he estado bastante ocupada.

AHHHHHHHH Capítulo final.

Sinceramente no sé ni qué decir porque hace mucho que soñé con este momento de terminar mi primer libro escrito hace mucho tiempo, pero a la vez me da mucha melancolía despedirme de todos estos personajes que me han robado miles de emociones. Pero bueno, todo tiene su fin tarde o temprano.

Por aquí déjenme sus votos.

Por aquí sus comentarios y háganme saber que creen que pasará en el epílogo, porque sí aún falta el final verdadero que tanto esperamos.

L@s quiero ;)

Jobs.

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