capitulo tres

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—¡Feliz cumpleaños Lina!

Los escandalosos aplausos de Scarlett aturdieron mis oídos, haciéndome hacer una mueca de disgusto. Sin embargo apreciaba mucho que hubiera hecho un pastel para mí cumpleaños, aunque ya le había dejado claro que no era necesario.

Había llegado la fecha de mi cumpleaños, una fecha que detestaba tanto y no sabía el porqué, tal vez se debía a qué nunca me celebraron uno como debía ser, pero ya no importaba. Me sentía hipócrita en fingir una felicidad que a leguas se notaba no la tenía. Era como si ya no sintiera nada, como si dentro de mi solo hubiera un vacío enorme, incapaz de ser llenado por algo.

Scarlett me sorprendió en la entrada de la casa, justo cuando llegaba de trabajar. Me sirvió un trozo de pastel que ella misma hizo y nos sentamos cómodamente a charlar en los sofás.

Hablábamos de todo un poco, recordando las pocas veces que nos divertimos de pequeñas haciendo travesuras. De vez en cuando echaba miradas a las escaleras, soñando con que una alegre mamá bajara para felicitarme y decirme lo mucho que me amaba, pero...eso nunca pasaría.

Después de tantas carcajadas que fueron  calladas por la mención de papá por parte de Scarlett, la sala se llenó de un silencio sepulcral.

Claramente mi hermana lo hizo sin pensar, dejándose llevar por sus pensamientos de niña. Tratábamos de evitar hablar de él, hacíamos como si nunca hubiésemos tenido un padre, creo que lo hacía menos doloroso.

Luego de terminar esa incómoda plática, nos dedicamos a lavar los platos y dejar la cocina impecable para después, cada una subir a su habitación.

Al abrir la puerta de la mía, la oscuridad me recibió, no sabía el porqué pero me encantaba que estuviera oscura, era ya una costumbre. Una débil iluminación de la luna entraba por la ventana, dándole un toque azulado a la habitación.

Fui en busca de mi toalla para tomar una ducha, no sin antes sacar el pijama y tenderla en mi cama. Fruncí mi entrecejo al ver una pequeña caja ovalada de color negro en el centro de mi cama. Extrañada la tomé en mis manos y la abrí; dentro había un pequeño collar. Encendí la luz de mi lámpara de noche para detallarla, no solo me pregunté si era de oro por la forma en que brillaba, sino porque tenía grabado la letra B de una manera cursiva que la hacía ver elegante y delicada. Seguía sosteniéndola tratando de entender de que se trataba. Escaneé mi cama en busca de algo más y hallé un papelito doblado que llevaba escrito un feliz cumpleaños, cosa que me dejó aún más confundida.

Nadie llegaba a mi cabeza para que fuera el responsable de según yo regalarme algo como eso, que, a simple vista se veía más valioso que mi propia vida. No podía ser un regalo de Scarlett porque ella no tenía ni para comprarse un lápiz, mucho menos mamá, ella sería la última persona que me regalaría algo. Entonces ¿De parte de quién era?

Si eso era para mí, no debían de  conocerme en nada, porque esa letra no significaba nada en mi vida. Pero aún así era linda, tanto que terminé colgando el collar en mi cuello, a fin de cuentas, era un regalo ¿no?

Después de ducharme y ponerme el pijama me recosté en la cama hasta quedarme dormida.

***

A mitad de la noche desperté de mi sueño, tiré la vista al reloj que marcaba las 3am. Traté de volver a conciliar el sueño pero no podía. Odiaba las noches de insomnio, sobre todo porque al amanecer tendría una horribles ojeras que me llegarían hasta el suelo, así de escandalosas podían llegar a ser.

Estiré mi brazo hasta alcanzar mi teléfono en la mesita de noche. Sin nada que hacer empecé a verlo como un algo desconocido, debía comprarme otro, ese ya estaba viejo, pasado de moda, y hasta con la pantalla rota de tantas caídas.

Nada es lo que parece Donde viven las historias. Descúbrelo ahora