capitulo nueve

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—Claro, pasa.— me hice a un lado para darle espacio de entrada.

Si William estaba en mi casa, a esa hora de la noche sin una sonrisa, significaba problema. Un problema bastante importante como para saltarse sus horas de trabajo y venir hasta mi casa.

Estaba vestido con ropa deportiva -porque siempre llevaba traje de corbata o camisas de botones mangas largas- y el cabello desenfadado, me hizo suponer que era su día libre.

Sabía que William me pretendía desde hace mucho tiempo, pero yo solo le podía ofrecer mi amistad, porque era tan bueno que merecía a una persona mucho mejor que yo,  desde pequeños nos conocíamos, pero llegamos a ser inseparables cuando Silvi —mi mejor amiga y hermana suya- murió. Fue algo que nos empujó a forjar la amistad que hoy teníamos, que dicha amistad estaba dispuesta a hacer lo que fuera, con tal de ayudarnos mutuamente.

Y Will me lo había demostrado en más de una oportunidad que estaba dispuesto a lo que fuera con tal de ayudarme y protegerme.

—Creo que es mejor que hablemos en mi habitación.— sugerí, a lo que él solo asintió.

Y fue suficiente indicio para darme cuenta de que pasaba algo muy malo.

Al llegar cerré la puerta con pestillo, limpiando el sudor que se había formado en la palma de mis manos  por los nervios. El chico se sentó en la orilla de la cama y soltó un pesado suspiro.

—Mientras trabajaba no pude evitar leer un informe que llamó mi atención de inmediato, y ésto fue porque leí el nombre de Robert Adams.— mi respiración se entre cortó, y de repente sentí que me faltaba el aire—. Y me di cuenta de que están investigando para dar con su paradero. Lo han tachado como desaparecido.

Su mirada destilaba preocupación y miedo.

Al igual que yo por supuesto.

Y todo por culpa de esa loca esquizofrénica que tenía como madre.

—Mamá.— hablé con la mirada perdida, mientras que Will tenía el ceño fruncido porque no entendía—. Me robó dinero y se lo dió a un detective para que buscara a...Robert.

Solo de recordar su nombre me daba asco. Por más que quisiera olvidar a esa maldita escoria engendro de la humanidad, no podía, porque siempre había algo que hiciera que lo recordara, como ésto por ejemplo.

—Todavía no puedo creer que mi mamá haya sido capaz de hacer algo como eso. Sabiendo que era mejor que ese hombre se largara de nuestra casa y de nuestras vidas. Pero no, a ella no le importaba eso ¿verdad?— hablé con ojos llorosos—. Claro, por qué es una estúpida masoquista que no piensa en más nada que no sea ella. No le importaba el daño que ese ser nos hacía.

Miré la cara de compasión de mi amigo, sabía que le dolía verme así porque eran pocas las veces que lloraba, y aunque aún ninguna gota de llanto caía de mi ojo, en cualquier momento pasaría.

—Lina, sabes que no me arrepiento de nada, y que si me pidieras ayuda otra vez lo haría sin dudar, pero, hay que estar concientes de que si llegan a encontrarlo, ese hombre nos traerá problemas a todos, incluyendo a tu madre que cada día está peor.

Sopese su comentario en silencio tratando de pensar en todo para estar preparada para lo que viniera. Pero ¿como evitaba lo imposible? Porque Scarlett muchas veces me lo decía y yo simplemente la ignoraba evadiendo esos escenarios. ¿Y ahora? Ahora teníamos que afrontar las consecuencias.

—Cada día siento que mi final está cerca.— murmuré para mí misma—. Will hay algo que no te he contado. Y es necesario porque siento que me voy a morir si no me desahogo.

Nada es lo que parece Donde viven las historias. Descúbrelo ahora