capitulo once

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Lina.

El cielo estaba teñido de un naranja intenso, el cual se colaba por la  ventana, pintando mi triste habitación. Sentada en el suelo miraba con melancolía la hermosa vista que regalaba la naturaleza, porque sentía que era la última vez que tendría la oportunidad de apreciarla.

Mi barbilla temblaba, dando señal de que pronto se escaparían las lágrimas. Era uno de esos momentos en los que te preguntas el porqué lloras cuando claramente sabes la razón, solo que lo ignoramos. Al comienzo decía que cosas malas iban a ocurrir, pero ahora estaba muerta de miedo, pensando que sí, cada vez más estaba cerca mi final, y un claro ejemplo de eso era la llegada de Drake, la repentina desaparición de Owen y la búsqueda de papá. Parecía que todo conspiraba en mi contra, dándome golpes cada vez más fuertes, golpes que sentía, ya no podía soportar.

Y ahí, en el único lugar que creía como refugio, lloré desconsoladamente sin evitar hacer ruido, no me importaba que me escucharan, solo quería desahogarme, como bien dije, por última vez.

Recordé las veces que dije que no me importaba morir, que de hecho, lo anhelaba, sin embargo, no lo quería. Me daba mucho miedo pensar que de pronto...ya no existiría. Que nadie lloraría por mi.

No quería sentir esa sensación en la que ya no sientes nada y las luces simplemente se apagan. Porque así creía que era la muerte; oscuridad y vacío. Yo no quería eso para mí, era muy joven.

«cobarde»

Me reclamaba mi subconsciente.

Sí lo era. Era una maldita cobarde por decir y decir y nunca actuar. Y ahora estaba ahí, imaginando un futuro donde estaría sola o muerta. Quizás ese era mi destino; ser infeliz de por vida.

Me abrazaba a mi misma tratando de calmar un llanto que duraría minutos más. Era inútil intentar arreglar algo que era irreparable, como lo era mi vida. Vivía día y noche convenciéndome de que podía seguir luchando hasta alcanzar lo que tanto anhelaba, pero cada vez que daba un paso, retrocedía cinco más y, era frustrante.

¿Que seguía?

Me lo preguntaba siempre, a lo que el maldito destino respondía con una desgracia para mí. Y ya estaba cansada de eso.

Y luego...estaba Drake.

Ese idiota que no podía sacar de mi cabeza. ¿Porqué? ¿Porqué lo pensaba tanto?

Me jodía que ese ser ocupara la mayor parte de mis pensamientos. Nadie lo había logrado pero ¿él? Era como si tuviera una hipnosis consigo que me embelesaba cada dos por tres. Y también me jodía.

¡Joder!

Se estaba metiendo en lo más profundo de mi ser sin ni siquiera hacer el más mínimo esfuerzo. Y era la primera persona.

Porque con todos ponía una barrera desde un principio, y ya estaba. Pero con Drake era distinto, siempre las cosas con él lo eran. Y me gustaba.

Me gustaba estar con él, a pesar de que ni siquiera habláramos. Me gustaba estar con él, aunque estuviera a una distancia bastante considerable.

Pero es que nunca llegamos a hacer algo más que hablar hasta pelear, y ser solo su protegida, entonces ¿que me pasaba exactamente?

¿Eso era....?

No. Yo no podía enamorarme y mucho menos de él. Estaba más que loca si lo pensaba.

Me dejé de estupideces limpiando las lágrimas secas de mis mejillas con el dorso de la mano,  regañándome por la idioteces que pensaba.

Salí de mi habitación para ir a la de Scarlett. Al entrar la ví echa un ovillo en un rincón acariciando un cojín peludo. Me recosté en el espaldar de su cama y la observé.

Nada es lo que parece Donde viven las historias. Descúbrelo ahora