capitulo veintiséis

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—¿Que harás esta tarde?— pregunté tomando un sorbo de mi botella de agua.

—El señor me ha encargado un trabajo que debo cumplir hoy como de lugar. Así que saldré del pueblo y no sé cuando vaya a desocuparme.

Medité la respuesta de Adam.

Acabábamos de terminar con una práctica de rutina esa tarde, pero antes de eso había planeado una salida a cualquier lugar que no fuese esa colosal casa, la cual últimamente se encontraba silenciosa y sola.

Mi única compañía era ese chico, que desde que lo conocí se había portado muy bien conmigo. Me hacía recordar mucho a Will, a quien por cierto había llamado para saber de él y lo que logró decirme fue que dejara de buscarlo y que hiciera como si no existiera. Me dolió muchísimo sus palabras, nunca pensé que de su boca salieran tantas dagas que se incrustarían en mi corazón.

Sabía porque me lo decía, las cosas en Rouser cada vez estaban más caóticas, y todo por mi culpa. Desde que encontraron la masacre en mi casa, nos habían tachado a Scarlett y a mí como sospechosas, lo que daba como resultado que la policía estaba buscándonos.

Gracias al cielo me encontraba en un lugar seguro, porque de no ser por mi padre, tal vez estuviera presa o muerta. Y la verdad es que las dos daban igual.

Por una parte entendí la desición de William, hablar conmigo era un completo riesgo, podían descubrirlo y encarcelarlo por complicidad. Claro que entre los dos había un secreto que sabía nunca revelaría, confiaba en él lo suficiente para estar segura, pero con los problemas que me acompañaban ahora, sería atarle la soga al cuello. Soga que se sabía, era mía y solo mía.

Había llorado. Toda la noche la pasé pensando en los errores que había cometido y en lo que había sido capaz de hacer solo por mi bienestar, sin importar lo que los demás estaban aguantando por mi. Scarlett sabía mis secretos, se había convertido en mi cómplice solo por ser mi hermana. Había sacrificado su vida, sus estudios, y hasta su vida social para ayudarme, y al final, había terminado en desgracia, y sabrá Dios que estaba soportando en cautiverio.

William también era otro que había sacrificado todo por mi. Silvi, mi mejor amiga, había muerto por mi culpa, por no haberla escuchado y por no haberla protegido de las personas que estaban tras de mi.

Y así muchos más. Y ahora que lo pensaba... ¿Que había hecho yo por ellos? Nunca hice nada por los míos, y lo que estaba por pasarme era más que merecido, por egoísta.

Hoy era uno de esos días en que mi subconsciente me recordaba todas las cosas malas que cometí. Y el remordimiento me acompañaba. Por eso había tenido la idea de salir con Adam, pero sería imposible por qué él tenía sus responsabilidades, así que tendría que quedarme sola, otra vez.

Asentí en silencio cerrando la botella para luego mirar a la nada, pensando en que haría.

—¿Y que hay de Drake? Quizá te pueda acompañar ¿No?

—No, la verdad es que no tengo ganas de andar con él.— confesé sin ganas.

Y era verdad. Con Drake la cosas estaban más que aburridas. Ninguno de los dos mostraba interés en algo que tuviéramos en común.

Cruzábamos palabras de vez en cuando pero hasta ahí. No diría que las cosas que sentía por él ya se habían esfumado, no, al contrario, seguía más vivo que nunca. Pero una cosa que él mismo me ha repetido un trillón de veces, es que un Brewster nunca se rebajaría hasta el punto de humillarse por algo tan insignificante como lo era mis sentimientos hacia él.

Así que callaría hasta la muerte lo que sentía.

Drake no era una opción en mi vida, desde la vez que estuvimos juntos, me dí cuenta de que no valía la pena, de que para él yo solo era un juego, eso que nunca podía tener y por ende renunciaba sin rechistar. Y ambos lo aceptamos. Así sería.

Nada es lo que parece Donde viven las historias. Descúbrelo ahora