capitulo veintiocho

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Policías corrían de un lado para el otro. Con confusión en sus rostros se miraban entre sí tratando de entender que había pasado y sobre todo, quién era el responsable de la tan horrible escena que frente a ellos se encontraba. Quizá jamás en sus vidas habían visto tantos cadáveres en un mismo sitio.

—Señorita, ¿Me puede decir su nombre?— preguntó un policía acercándose a mi.

—Lina. Lina Adams.

Al decir mi nombre recordé todas las cosas que esa chica había hecho en el pasado. Ahora las comparaba y...¿Había alguna diferencia entre las dos? ¿Había podido hacer algún cambio?

Por supuesto que no era la chica que se encerraba en su cuarto a llorar por todo, la que le daban pesadillas hasta el punto de no dormir casi nada, la que tomaba medicación como los antidepresivos, y todo, porque creía que estaba mal de la cabeza por pensar que matar a su familia estaba mal. Ya no era aquella niña que le atormentaba una voz constante en la cabeza.

Ahora podía decir que tomar las desiciones por mi misma era muy fácil, que podía ser capaz de hacer cualquier cosa sin detenerme a pensar en las consecuencias. Porque ya no me importaba nada ni nadie. Era solo yo.

—Lina Adams, queda detenida por ser sospechosa de los homicidios de múltiples cadáveres.— habló el policía esposando mis muñecas—. Tiene derecho a guardar silencio, todo lo que diga podrá y será utilizado en su contra, tiene derecho a un abogado, si no tiene para pagarlo, el estado le concederá uno.

El policía mencionaba mis derechos sin parar y yo solo podía sonreír ¿De emoción? No ¿De burla? Tampoco. En mi mente solo rondaban recuerdos, recuerdos que jamás olvidaría. ¿Sería capaz de confesar todos los delitos que había cometido hasta ahora? Sí, por supuesto que sí.

Me metieron a una patrulla, y por la ventana pude divisar la masacre frente a mi. El cuerpo de mi padre siendo tapado con una manta blanca. El cuerpo de Brant acribillado por mis disparos. Cerré los ojos y el cuerpo sin vida de Dévora apareció, y luego el de Alyssa, el de Robert, y el de...

Las sirenas resonaron por todo el lugar y el auto emprendió camino por entre la oscuridad que arropaba a la carretera.

¿En donde estaba Drake ahora?

¿En donde estaba Scarlett?

¿En donde estaba Owen?

Justo en esos momentos me encontraba sola. Ese era uno de mis mayores temores de niña, quedar sola por siempre. Tal vez lo merecía, pero era doloroso.

¿Que sería de mi en una cárcel? ¿Sobreviviría?

Las esposas me maltrataban, el cabello lo tenía pegado a mi cara haciéndome cosquillas, mi ropa estaba llena de sangre y la mayoría no era mía, estaba sudada, lo único que deseaba era una ducha fría, abrir los ojos y darme cuenta de que todo era una pesadilla, un mal sueño, pero no lo era.

Los policías frente a mi no eran falsos, al igual que la patrulla, mucho menos la comisaría que se abría paso frente a mi. ¡Maldita sea!

Estaba empezando a entrar en pánico cuando un oficial abrió mi puerta obligándome a bajar. Tenía miedo sí.

Me condujeron por toda una recepción haciendo que muchas de las personas que estaban allí, me echaran miradas de desaprobación, confusión y asco.

Siguieron guiando mis pasos hasta adentrarme a una oficina con una gran mesa de metal en medio, dos sillas a cada lado, y un enorme espejo en la pared que sabía perfectamente que me veían desde ahí. Me sentaron con brusquedad en la silla diciéndome que pronto vendría alguien a hacerme compañía.

Nada es lo que parece Donde viven las historias. Descúbrelo ahora