capitulo seis

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El timbre de la casa había sonado por segunda vez, y mis ansias de confirmar mis sospechas estaban al borde del colapso. Porque sí, sabía que era la policía llamando a mi puerta.

Desde lo que pasó la noche anterior ni Scarlett ni yo pudimos pegar un ojo, pensando en que pasaría, y cuáles serían las consecuencias.

Se preguntarán porque estábamos tan nerviosas por algo que sabíamos no teníamos nada que ver, la cosa era que la policía en casa significaba peligro. No era conveniente tener a detectives otra vez investigando cerca de nosotras; a eso le temíamos.

Algo que también me preocupaba en cierta forma era mamá; que cuando viera a esos sujetos con uniforme en casa también se alarmaría, y me refiero a que podría decaer más solo por tener la mínima esperanza de que tienen noticias de Cindy o de papá.

Tampoco era una insensible con esa mujer porque en el fondo, la quería, a mi manera pero de verdad lo hacía.

Sin embargo era otro problema para mí ya que últimamente mamá había estado un poco mejor con nosotras, y eso lo arruinaría todo.

Me mordía las uñas porque aunque no quisiera admitirlo, a mí también me ponía nerviosa toda esa situación, y me hacía recordar momentos anteriores, que sin dudar haría lo que fuera para borrarlos de mi cabeza.

Abrí la puerta de mi cuarto para asomarme por el barandal hacia la puerta, viendo que esta aún estaba cerrada y no había señales de que mamá estuviera cerca para abrirla.

Escuché la puerta de la habitación de mi hermana abrirse para luego salir y acompañarme en donde estaba.

La muy tonta actuaba como si fuera ella la responsable de todo y la policía estuviera ahí para llevársela arrestada, todo producto de su imaginación.

El timbre volvió a sonar por cuarta vez y mamá se apresuró a abrir la puerta, y efectivamente había una pareja de hombres con trajes negros mostrándole la placa de policía a la mujer.

Mi hermana y yo compartimos miradas sabiendo lo que se aproximaba.

Mamá asintió a algo que le dijeron y los dejo pasar para luego gritar nuestro nombre llamándolos.

Bajamos cautelosamente, aunque en el fondo nuestros corazones nos martilleaba tan fuerte de los nervios que en algún momento explotaría.

Uno de los hombres era mayor, con canas por la mayor parte de su escasa cabellera, de ojos chicos color verde y con arrugas y líneas de expresión bastante marcadas por todo su rostro. Un poco alto, pero no más que su compañero. El segundo era más joven -mucho más- alto, castaño oscuro ojos marrones y un visible punto lunar en la esquina de su mandíbula bastante característica de él.

Compartimos miradas por un segundo, hasta escuchar la voz del mayor.

—Chicas, queremos hacerles algunas preguntas, si no les molesta.

—¿Y ahora en qué problema se metieron?— preguntó mamá como si ya estuviera acostumbrada a esas preguntas.

—Mamá ¿Podrías por favor dejar que hablen?— pedí rodando los ojos.

Invité a los detectives al sofá para poder sentarnos a hablar cómodamente y terminar lo más pronto posible.

—Bueno tengo entendido que anoche asistieron a una fiesta, en la cual deduzco saben lo que pasó.— nos miró para ver nuestro asentimiento silencioso.

Estaba sentada en una butaca y en el reposabrazos de éste mi hermana yacía a mi lado.

—¿Ustedes conocían a Dylan Cox?

Nada es lo que parece Donde viven las historias. Descúbrelo ahora