capitulo diez

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Drake.

Secretos.

Todos estábamos rodeados de ellos. Y si hablábamos de mi familia, más todavía.

Había crecido en una familia llena de riquezas, pero a la vez en miseria.

A parte de tener lujos extravagantes, también éramos prestigiosos... pero en el mundo oscuro.

Nuestro apellido era el más temido y respetado en ese mundo, pero por culpa de las estupideces y malas jugadas de mi padre, llegamos a tener más enemigos que aliados.

Enemigos que estaban dando todo por destruir a cada miembro de mi familia. Y eso no lo íbamos a permitir.

Por más que tratara de alejarme y crear mi propio imperio, mi padre no lo permitiría.

Siempre había tratado de no parecerme a él, pero era inevitable; físicamente éramos iguales, en cuanto al carácter, podría decir que era mucho mejor que él.

Algo que lo caracterizaba era que, podía ser admirable la manera en que cuidaba a su familia, pero si se trataba de dinero, era capaz de matar al mismísimo Dios. Lo había tachado como un sujeto perfectamente imperfecto, por todo lo que decía y hacía. Y aunque seguía cometiendo idioteces, era mi padre y lo quería.

Se preguntarán porque mierda les hablo de mi padre, que "no tiene nada que ver con todo esto" pero en realidad, él es el comienzo de toda esta historia.

Pero mejor voy por partes.

Cuando cumplí la mayoría de edad me encargó un trabajo, que al principio creí fácil, pero no lo era. Me esforcé por dar lo mejor de mi y demostrarle que podía hacer cualquier cosa que me pidiera, así fuera ir al otro lado del mundo a buscar a una persona.

Cuando me enteré de quién era la persona que debía buscar, y que precisamente esa persona era igual de importante como nosotros, me di cuenta de que tenía que estar capacitado y entrenado al cien por ciento, por qué no era una tarea fácil.

Al principio se me hizo difícil aceptar a dicha persona. Pero con el tiempo aprendí que debía ser un hombre maduro, y así fue. Ahora me encontraba con esa persona, vis a vis.

Cuando la ví por primera vez, se veía tan frágil, tan débil, tan...

Me equivoqué.

Cómo bien decía el dicho; las apariencias engañan.

Y sí que engañaban. Me asombró mucho ser testigo de lo que era capaz esa chica. Tenía los ovarios bien puestos para hacer lo que se le diera en gana. Era admirable como una adolescente podía salir de las peores situaciones como si nada. Ahí me di cuenta de que era como nosotros. Pertenecía a nosotros. Ya entendía porqué el frenesí de papá por encontrarla, y sobre todo; por cuidarla.

Me dí cuenta de que pudo sobrevivir sin nosotros por muchos años. Se defendía por si misma. Me cautivó por completo. Era una niña cuando la conocí, ahora podía decir que era una mujer a sus diecinueve años.

Sus características, eran similares a las de nosotros; su cabello negro como la noche, caía como cascada sobre su espalda a la altura de su cintura. Su piel era blanca, casi pálida, sus ojos también negros transmitían oscuridad. Sus labios finos y de un tono rosáceo, su nariz pequeña, al igual que sus pechos y cintura, sus brazos eran delgados hasta el punto de hacerme pensar que con un solo toque, se romperían. Y sus peculiares manos huesudas.

Ah, y ese carácter, había que tener mucha paciencia para poder soportarla, porque en el poco tiempo que interactúe con ella, sentía que mi poca paciencia estallaría.

E infinidades de virtudes que la pequeña joven tenía.

El caso era que, ya estaba con ella y que, dentro de poco tendría que huir conmigo. No era seguro que se quedara en ese misero pueblo, ella no pertenecía ahí; ella pertenecía a nosotros.

Haría lo que fuese, hasta lo imposible por cuidarla, aunque ella me insistiera que podía cuidarse sola. Ella era nuestro pequeño demonio, era mi demonio.

¿Me equivocaba por verla de esa manera? Sí, por supuesto que sí.

Entre ella y yo no podía existir ningún tipo de aprecio emocional y sentimental, estábamos destinados a ser solo cómplices, nada más.

Yo desde hace tiempo atrás que observaba a la chica, hacía tiempo atrás que la conocía. No solo su físico, sus gestos, sus expresiones y su manera de actuar con la gente me había grabado de memoria. Sino que también me había grabado cada detalle de su personalidad, aunque lo negara, era simplemente... exótica. Para mí lo era.

Sabía hasta el secreto más oscuro guardado en lo más profundo de su ser, y como dijo ella, yo me había convertido en su sombra.

No la había llevado conmigo por una razón: no estaba en peligro. Entonces pensé «¿porqué llevarla ahora si no corre peligro?». Pero ahora estaban dispuestos a matarla, y yo no podía permitirlo, no debía.

Primero moría yo, antes que ella. Era una promesa que estaba dispuesto a cumplir desde el día en que la ví.

Por esa chica estaba dispuesto a hacer lo que fuera, si ella me lo pidiese, me haría su esclavo. ¡Carajo! Sin pensarlo dos veces lo haría.

No podía arrancarme de la cabeza la noche de su cumpleaños, cuando fui a dejarle la cadena de oro que la identificaba como nuestra -aunque ella no lo sabía- tardé tanto que cuando quise salir de su habitación ella estaba en el pasillo a punto de abrir la puerta, cosa que no me dejó más remedio que esconderme en el primer lugar que mis ojos vieron; el clóset.

Observé como sostenía en sus manos la cadena, confundida de que hacía allí, hasta que dudosa se la puso. Pero fue inevitable no ver lo que continuó, y es que mis ojos se abrieron grandemente al ver cómo pasaba su camisa por encima de su cabeza, quitándosela.

Verla desnuda me cautivó por completo, no es que tuviera un cuerpo para morirse, porque en mi vida había visto mejores, pero tenía algo que me atrapaba, y no sabía el que era.

Se que no debía seguir ahí, mirándola, pero me era imposible quitar la vista de su cuerpo. Parecía una diosa exótica delante de mis ojos. Y no era la primera vez, recordaba bien su sombra en la cortina de su ventana, caminando de aquí para allá, con ropa y sin ropa, pero solo era eso, su sombra. Hasta ese día.

Y sin querer me empezó a gustar, sabiendo que no debía, que estaba mal, era prohibido, porque ella era...

¡Joder no!

No podía verla con esos ojos.

El pensamiento de querer verla feliz invadía mi cabeza, y me torturaba pensar que a mi lado tendría todo, menos eso. Ella merecía el mundo el entero, sin tristeza, dolor o preocupación, pero desgraciadamente había crecido en una familia que vivía para eso. Y el principal culpable era el hombre que la crió.

Ese maldito no merecía más que sufrimiento. En el tiempo que la conocía, fueron contadas las veces que la veía sonreír, solo cuando estaba con... William.

No sé que le veía a ese idiota, me molestaba hasta la médula que Lina lo tratara y se comportara diferente con él, que con los demás. Hablaba más, reía a carcajadas, y dejaba que la tocará más de lo que le permitiría a otra persona.

¿Porqué con él era así y conmigo no? ¿Que tenía ese imbécil que no tenía yo?

Cosas como esas me preguntaba cada dos por tres, y podía parecer un egoísta pero, la quería solo para mí y punto.

Pero pronto, nuestra pequeña demonia estaría en su habitad, estaría con su verdadera familia.

Nuestra pequeña estaría en casa, por fin...


Nada es lo que parece Donde viven las historias. Descúbrelo ahora