capitulo veintitrés

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A veces nuestros sentimientos juegan en contra de nosotros.

A veces, nuestro cerebro actúa de manera "correcta", mientras que nuestro corazón...siempre es débil en momentos inesperados e insólitos.

Ahora mismo, así estaba mi corazón.

Mi cerebro y aquel órgano que proporcionaba vida a mi cuerpo, tenían una batalla interna por saber quién tenía la razón, y quién debía ganar en ese momento aciago de mi vida.

«había que darle una oportunidad»— pensó mi corazón.

«no se la merece por mentiroso»— y ese era mi cerebro.

Entonces llegaba una de las más comunes preguntas a mi mente; ¿Que debía hacer?

Cómo bien había dejado claro, aquella guerra entre mis dos amigos confidentes -supongo que ya saben de quién hablo- no cesaba, y mientras ellos discutían por tomar la decisión más sensata, yo estaba ahí, parada estáticamente sin mover un solo dedo.

Parecía no correr el tiempo, porque frente a mi estaba una persona que alguna pequeña vez, creí amigo.

Y que feo cuando crees y sientes que alguien entró a tu vida para hacerte el mejor bien de la existencia, que crees que esa persona por fin es la elegida por el destino para poder acompañarte durante tus días, ya sean buenos o malos.

La cuestión es que, nada de eso había sucedido, solo eran mis ilusas imaginaciones antes de dormir.

Owen McCarthy estaba frente a mi, mirándome con aquellos ojos que una vez creí haber visto confianza y aceptación. Esos eran sus ojos, los que te transmitían paz con solo una mirada, esa era su sonrisa de medio lado que te hacía saber que todo estaría bien.

Pero, solo era eso. Eran unos ojos que yo estaba imaginando, como esos que vi por primera vez. Ahora, frente a mi por supuesto, estaba un ser desconocido, una persona que sabía, perfectamente tenía que darme muchas explicaciones.

Ese en realidad era Conner Starsiak, ese que fingió ser mi amigo.

¿Estaría arrepentido? De ser así ¿Lo perdonaría?

No lo sabía. No tenía idea. Ese era el problema.

Y ahora no había nada que hacer, ya estábamos ahí, vis a vis, solo esperando que alguno de los dos dijera o hiciera algo.

Llegué a pensar que el espacio-tiempo hizo cortocircuitos o algo parecido haciendo que el tiempo en el reloj se detuviera, dejándome detallar un poco más al rubio parado a dos metros de mi.

Y por supuesto que todo fue obra de algún ser divino, porque como si de un fantasma se tratase vi a Drake aparecer de la nada, y como un rayo velozmente le propinó un puñetazo a Owen que por lo fuerte que sonó, pude sentir el dolor en mi mandíbula, sí, peor del que sentí en mi entrenamiento.

Owen cayó al suelo tocando el alrededor del golpe y segundos después pude ver cómo sangre escurría de su boca hacia su mentón.

—¡¿Que coño haces aquí?!— escuché gritar a Drake furioso.

De Owen se escuchaban los quejidos que salían de su garganta por el dolor, pero aún así se levantó del suelo dándole la cara a Drake, quién sorprendido levantó sus cejas algo indignado al ver qué su víctima no le importó su golpe.

Pasó de él y se dirigió a mi con lentitud, por mi parte solo había silencio, porque sinceramente no sabía que decir.

—Lina...

—Ni se te ocurra acercarte a ella.— sentenció mi hermano al ver las intenciones del rubio.

Este sin embargo lo ignoró y siguió sin importar lo que se venía. Solo me miraba, y quería estar equivocada cuando creí ver en sus ojos arrepentimiento, decepción y sobre todo...lástima. Supongo que así era, o quería creer.

Nada es lo que parece Donde viven las historias. Descúbrelo ahora