36# Profecía

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Cristel cayó arrodillado al suelo tras su inútil intento de ponerse en pie, su cuerpo actuaba como quería, es decir, no haciendo nada.

Sintió movimiento sobre él, y vio la mano tendida de Zoë, el joven bajó la cabeza apenado al verse tan desamparado.

—"Venga, habré de ayudarte a caminar hasta donde se halle el resto"— Cedió la cazadora, viendo el estado penoso del campista. Ella realmente no se encontraba mucho mejor, pero aún así se creía capaz de ayudar al muchacho a andar.

—"¿Segura? ¿No te incomodaré ni nada?"— Preguntó con cierta preocupación, lo último que quería era enemistarse con las cazadoras de su madre.

—"Por algo te ofrezco mi ayuda ¿No?"— Rebatió Zoë, dejando a un Cristel que aceptó su mano tendida, poniéndose en pie.

La cazadora pasó el brazo de Cristel por su hombro, dejándole apoyar buena parte de su peso en ella. En ese momento se permitió analizar el parecido que había entre su señora y el chico.

Ambos compartían esos ojos de plata líquida, como dos charcos, atrapantes para muchas personas, también estaba el pelo rojizo, aunque el de Cristel era más rebelde, por último estaban sus expresiones, ambos, madre e hijo utilizaban expresiones faciales muy similares de forma inconsciente.

Luego pasó a las diferencias que había entre ambos, y principalmente eran las cicatrices, en su rostro había un par de ellas, una cruzaba la cara desde su frente hacia la barbilla, dividiendo su rostro en dos mitades diagonales, mientras que la otra subía desde su omoplato, pasando por el cuello y finalizando bajo su ojo derecho.

La cazadora sabía al menos de una tercera cicatriz preocupante, ella misma había presenciado el ataque que la causó, el león de Nemea que sacudió al muchacho como si fuera un muñeco de trapo, y con un solo golpe, creando una herida que casi lo partió por la mitad.

No tardaron mucho tiempo en llegar a donde se encontraban el resto, Zoë dejó a Cristel en el suelo, y ella misma tropezó antes de dirigirse donde estaban el resto de sus cazadoras.

—"¿Qué te ha pasado Cristel? Parece que te hayan dado una paliza"— Jake se arrodilló observando las heridas en el cuerpo de Cristel, puede que dentro de la enfermería no fuera el mejor de los hijos de Apolo, pero en cuestión al trabajo de campo era un genio.

—"No diría paliza, pero si me he llevado unos cuantos buenos golpes"— Admitió, todavía un poco adolorido

—"Pero en serio ¿Que has hecho para acabar así? Tienes todos los cayos de las manos reventados y una costilla rota. Raro sería que no tuvieras una contusión craneal"— Se quejó el hijo de Apolo mientras empezaba a aplicar los primeros auxilios a su amigo.

—"Bueno, vi una oportunidad de darnos más posibilidades de victoria y la aproveché. Solo necesitaba tener fe en la impaciencia de Percy y funcionó"— Explicó, mientras que a un lado el hijo de Poseidón parecía ofendido.

—"¡Oye!"— Se quejó, mientras que la hija de Zeus miraba al joven Cristel, antes de asentir y dejar que una sonrisa se formara en los labios.

—"Estás fatal Cristel, me caes bien"— Sentenció con una sonrisa.

El ánimo de los campistas era eufórico, habían ganado por primera vez a las cazadoras en quien sabe cuántos años.

Entonces todo el buen ánimo se fue al garete, un cadáver se movía lentamente, avanzando por el bosque a paso lento, poniendo sus pies cadavéricos en la corriente del riachuelo.

Era el oráculo, Cristel solo lo había visto una vez anteriormente, su piel se puso de gallina, sintió el miedo llenar su cuerpo.

La mirada del oráculo heló la sangre de todos, sus cuencas vacías taladraban las almas de quien le observaba.

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