Capitulo 1

946 43 10
                                    

La vida... eso que disfrutamos a diario: dormimos, despertamos, nos lavamos los dientes, desayunamos, estudiamos, trabajamos, salimos con los amigos, compartimos la Navidad con la familia, nos enamoramos, terminamos llorando, riendo, bebiendo, promulgando el amor, besamos, reímos y seguimos llorando porque Jack muere en Titanic. Una vida normal y tranquila para los que no aman el peligro y la adrenalina.

Pero existe ese pequeño porcentaje que no ama ese tipo de cosas, sino que sencillamente está obligado por la vida misma a hacerlo.

Es fácil caminar cuando ya sabes correr, cuando el frío te congela las pestañas y suspiras, profundo y lento.

Era oscuro, frío y negro como siempre. El corazón seguía latiendo con fuerza y los nervios se apoderaban de mí, como si fuera la primera vez. Pero no, no lo era.

El callejón que conducía a la calle estaba vacío y lleno de cajas de basura. Nos ocultábamos muy bien en las sombras, tanto que podías mirar dos veces y ni darte cuenta de que estábamos cuatro personas observándote.

—Ahí vienen —susurró Zacarías.

Respiré profundamente. Oímos cómo se acercaban las voces.

[Santiago]

Alegres, hablando estupideces y oliendo a alcohol, veníamos de la discoteca. Andrew tenía el carro malo y nos tocaba caminar a la casa más cercana, por suerte, la suya. Mañana tenía clases temprano y luego a trabajar, como la mayoría, pero la insistencia de Carlos había sido tanta que al final terminé aceptando salir a festejar con mis amigos.

Éramos ruidosos; gracias a Dios, la calle estaba vacía, sin ninguna alma. De lo contrario, más de un vecino nos hubiese arrojado un balde de agua bien fría, como si no hiciera ya suficiente frío. Doblaríamos en la próxima esquina y estaríamos a dos cuadras de llegar a la casa de Andrew, pero antes había un callejón sin salida. Se rumoreaba que habían visto gente desaparecer de él o hasta salir de la nada, rumores urbanos tontos.

[Naomi]

Los vimos pasar, borrachos e indefensos, así que esto sería rápido. Esperamos quince segundos después de avistarlos y nos movimos en total silencio. Zacarías se asomó para verificar que estaban a cinco metros de nosotros. Hizo señas de que era hora; salí detrás de Alena, caminando en silencio a un paso normal. Éramos cuatro: Zacarías, Jason, Alena y yo.

[Santiago]

Casi llegábamos a la esquina y, de la nada, salieron cuatro personas vestidas totalmente de negro, con pasamontañas. ¡Ladrones! Nos paralizamos al instante y una ola de silencio cubrió la calle. Mantuvimos miradas con los malhechores durante unos cinco segundos. Empezamos a retroceder; volteamos para devolvernos pero, para nuestra sorpresa, había otras cuatro personas más vestidas igual.

[Naomi]

Paramos al estar a un metro de ellos, en el momento justo cuando apareció el resto del grupo por detrás de ellos. Totalmente inmutados, pararon; cualquier movimiento en vano podría costarles mucho.

[Santiago]

Estábamos acorralados, no teníamos escapatoria. Nos asaltarían y probablemente en el intento nos apuñalarían. Los últimos meses, la delincuencia había aumentado en Londres: muchas personas asaltadas o atacadas. Pero, ¿nosotros por qué? Creo que habíamos pasado a una mala hora por una calle muy solitaria. ¿Pero de dónde habían emergido estos ladrones? ¿Nos estaban siguiendo? En los últimos minutos me fijé bien en estas personas: cuatro hombres y cuatro mujeres, vestidos con camisillas negras en conjunto con pantalones del mismo color, botas negras altas, guantes y pasamontañas. No parecían ladrones específicamente, no tan pulcros y bien vestidos.

NaomiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora