Capitulo 17

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Luego de una noche agradable, volví al clan por la tarde, sintiéndome renovada. Tenía las baterías recargadas, como si esa breve escapada al mundo exterior hubiera sido justo lo que necesitaba para despejarme. La salida al bar había sido más terapéutica de lo que me había imaginado, y aunque todo había comenzado con dudas, Santiago resultó ser una compañía sorprendentemente agradable. Y Eliot... bueno, ¡vaya fracaso con su cita!

Ahora, de vuelta en mi realidad, no podía evitar sentir un contraste entre esos dos mundos. Afuera, la vida parecía más sencilla, casi normal. Dentro del clan, todo estaba envuelto en secretos, tensiones y el constante juego de poder que me consumía día tras día.

Después de nuestro entrenamiento, Alan y Sebastián se acercaron para unirse a Zacarías, rodeados por sus respectivos equipos. La atmósfera cambió de inmediato. El aire, que segundos antes estaba cargado solo con el agotamiento físico habitual, se tornó tenso y pesado. Mi estómago se retorció mientras los observaba agruparse, y una sensación incómoda se asentó en mi pecho.

¿Sería lo que creía? Mis pensamientos giraban en círculos, buscando algún indicio en sus rostros o en la forma en que intercambiaban miradas silenciosas. Alan, como siempre, permanecía tranquilo, su rostro impenetrable. Sebastián no mostraba más que su típica neutralidad calculada, pero Zacarías... había algo en su postura, una energía casi desafiante que me puso en alerta.

Zacarías se puso de pie en el centro del salón, su presencia siempre imponía respeto, aunque esa vez su expresión parecía aún más severa. Nos miró a todos, como si estuviera evaluando nuestras reacciones antes de soltar la bomba que venía.

—Los jefes han decidido que habrá un cuarto líder —anunció, su voz firme resonando en el salón—. Aunque ya tenemos una lista de candidatos, en esta ocasión abriremos las postulaciones para aquellos que crean tener el potencial —continuó con un tono que dejaba claro que este ritual le resultaba una absoluta pérdida de tiempo.

El silencio que siguió fue aplastante. Las miradas se cruzaron entre nosotros, llenas de dudas, incertidumbre e incluso miedo. Nadie parecía dispuesto a dar el primer paso, y el ambiente se impregnó de una especie de apatía colectiva.

—No sean tímidos —insistió Zacarías, su paciencia a punto de agotarse—. ¿O acaso tienen miedo de enfrentar un reto real?

—¿Podemos postular a alguien? —preguntó alguien del grupo de Alan, su voz traicionando la esperanza de una solución fácil.

—Ah, no —respondió Zacarías con una frialdad helada—. La postulación debe ser personal. No es un pasatiempo ni una broma. No estamos aquí para jugar a ser líderes.

El silencio se hizo más profundo. Me sentía como un volcán a punto de estallar mientras observaba a Alan, quien mantenía su inalterable calma, como si estuviera ajeno a la tormenta interna que me consumía.

Finalmente, la frustración me llevó a levantar la mano, y de inmediato todos los ojos se volvieron hacia mí, un despliegue de sorpresa que contrastaba con la indiferencia de Alan.

—Interesante —dijo Zacarías, con una sonrisa cruel que se convertía en una mueca—. No me malinterpretes, pero buscamos a alguien con un poco más de... —buscó la palabra con desdén— temple.

Sebastián intercambió miradas con Alan y murmuró algo en su oído, su curiosidad evidente.

—Los líderes no nacen, se hacen —respondí con una determinación que pretendía desafiar sus expectativas—. Puedo desarrollar más "temple".

Zacarías trató de contener una risa que brotó de su boca en una mueca despectiva.

—Naomi —dijo con un tono que rayaba en la burla.

NaomiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora