Capitulo 12

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El frío me envolvía mientras el olor a desinfectante se hacía cada vez más familiar. Al principio, todo estaba oscuro, pero lentamente empezaron a aparecer manchas que se convertían en figuras. Forcé a mis ojos a enfocar, y la realidad comenzó a aclararse: estaba en la enfermería. Miré a mi alrededor y no vi a nadie, hasta que, al voltear a la derecha, vi a Eliot en el sofá, revisando su teléfono. Justo en ese momento, entró Alena.

—¡Despertaste! —exclamó, sorprendida.

Eliot se acercó a mi cama.

—¿Estás bien? —preguntó con preocupación.

—Sí —respondí con una voz débil.

—¿Cómo te sientes? —inquirió Alena.

—Cansada —murmuré.

—Lo debes estar —asintió Eliot.

—¿Cuánto llevo dormida? —pregunté, confusa.

—¿Dormida? —Alena se rió—. Amiga, te desmayaste hace una hora.

La miré estupefacta.

—Peleaste con George y bueno, ya sabes cómo terminó todo —me recordó.

—Lo recuerdo —dije, tratando de asimilar la situación.

—Zacarías traspasó los límites —comentó Alena con desdén.

—No sé qué quería lograr —respondí, aún débil.

—Joder a Guess. Eso es un deleite para él —dijo Alena.

Eliot se encogió de hombros, y Alena añadió:

—No sé si le importe o no, pero para mí algo pasa con Alan.

—¿Algo como qué? —pregunté, buscando claridad.

—No sé, Nao, pero Alan nunca dejaría que Zacarías lastimara a cualquier chica, sea de su clan o no, y menos si es su novia. Para mí todo esto fue muy raro —respondió Alena.

—No sé qué creer ya —comenté—. Y de igual forma, no soy su novia.

—Más razón me das —explicó Alena.

Resoplé, frustrada.

—¿Qué hora es? —pregunté.

—Las 7:35 pm —respondió Alena, mirando su reloj.

El día se me fue en un abrir y cerrar de ojos. Traté de levantarme de la cama.

—¿A dónde vas? —preguntó Alena.

—A mi habitación —contesté, intentando bajarme.

—No puedes irte, no te han dado de alta —ordenó Alena.

—Estoy bien —dije, tratando de bajarme de nuevo.

—Naomi, vuelve a la cama —insistió en un tono autoritario.

—No quiero pasar la noche aquí —dije, frustrada.

—Tienes que hacerlo. Hasta que no te den de alta no puedes irte —respondió Eliot, ayudándome a regresar a la cama.

—Solo fue un desmayo —dije, tratando de convencerlos.

—No importa, hasta que no te den de alta no puedes irte —replicó Alena.

Resoplé, resignada a pasar la noche en la enfermería.

—Vale, ¿y cuándo será eso? —pregunté, molesta.

—No lo sé, déjame preguntarle a la enfermera —dijo Alena, saliendo del cuarto.

Eliot se sentó en el sofá y se entretuvo con el celular. De repente, tocaron la puerta. Era George.

NaomiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora