Capitulo 14

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Todo lo que había pasado, lo que había visto y oído, me invadió de nuevo. Lo empujé bruscamente, separándome de él, mientras las lágrimas comenzaban a fluir sin control. No pude contener el dolor que se desbordaba en ese momento, cada emoción reprimida estallaba en sollozos que me dejaban sin aliento.

—¿Cómo pudiste...? —logré decir entre lágrimas, con la voz rota por la angustia y la decepción.

Alan permaneció en silencio, su mirada llena de confusión y remordimiento, mientras yo me hundía más en el abismo de mi propio dolor.

Mi voz temblaba de rabia y tristeza mientras lo miraba a los ojos, esperando una respuesta que pudiera dar sentido a lo que había presenciado.

—¿Jugabas conmigo mientras estabas con Natacha? —le pregunté, cada palabra lanzada como un dardo envenenado, cargado con todo el sufrimiento que sentía.

Alan bajó la mirada, y por un instante el silencio en la habitación se volvió ensordecedor.

—No es lo que piensas... —comenzó a decir, pero lo interrumpí, incapaz de escuchar más excusas.

—¡Maldita sea, Alan! —exclamé desesperada, con la voz quebrada—. Los vi besándose, los oí. No sigas mintiendo. Me abandonaste cuando más te necesité, me traicionaste y rompiste el corazón... justo cuando me encontré con Elías.

Mi voz se quebró al mencionar a Elías, y el peso de todo lo que había ocurrido esa noche me golpeó con fuerza. Alan me miró, su rostro reflejando una mezcla de confusión, culpa y dolor, pero yo ya no podía confiar en él, no después de lo que había visto y escuchado.

—Naomi, no... —intentó decir algo, pero la desesperación dentro de mí creció, ahogando cualquier intento de explicación.

—¿Qué? ¿Qué demonios ibas a decirme? —grité, dando un paso hacia él—. ¿Que todo fue un malentendido? ¿Que fue un error? ¡No lo entiendo, Alan!

Mi respiración se aceleraba, descontrolada, mientras intentaba en vano calmarme. Pero era imposible. Las lágrimas fluían, liberando todo lo que había reprimido durante tanto tiempo.

—Estoy harta de que solo quieras lastimarme y de engañarme a mí misma, fingiendo que no me doy cuenta —solté con la voz temblorosa, llena de rabia y dolor.

Las palabras de Santiago resonaban en mi mente como un eco implacable, recordándome todo lo que había tratado de ignorar. Era como si, finalmente, la verdad se hubiera liberado de las sombras.

—Natacha me buscó para hablar, y solo eso estaba pasando... —empezó a decir, intentando justificar lo injustificable—. Y luego... supongo que viste lo demás.

Lo miré, intentando procesar sus palabras. Aunque quería creerle, la imagen de ellos besándose seguía clavada en mi mente, desgarrándome por dentro. ¿Cómo podía reducirlo a un "solo estaba pasando"? La distancia entre nosotros parecía insalvable, y su explicación solo añadía más confusión al torbellino de emociones que me embargaba.

—Juegas conmigo, y lo sabes —dije, con la voz temblando de dolor—. Y luego intentas excusar tus errores sacando a relucir los míos del pasado. Así no es el amor, Alan. No sabes lo que significa. No conoces la decepción ni el engaño. No sabes lo que es amar de verdad.

Él me miraba con los ojos abiertos, como si intentara comprender cada palabra. Me acerqué más, cada paso resonando con mi dolor.

—Y por tu maldito orgullo y ego, me dejaste en mi momento más vulnerable —le reproché—. Sabías que Elías estaría allí y no me lo dijiste. Preferiste irte con otra y dejarme desprotegida.

NaomiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora