Capitulo 7

232 20 4
                                    

—¿Estás bien? —preguntó, interrumpiendo mi análisis.

—Ah... —asentí—. Sí.

Mi análisis fue breve, pero por ahora no había notado ningún tatuaje o señal que lo delatara.

—¿Trabajas... estudias? —me preguntó.

—Trabajo.

—¿Eres policía? —bromeó.

—¿Qué? No.

—Pues deberías —rió.

—Trabajo en la empresa familiar —mentí.

—De...

—¡Santiago! —llamó uno de los empleados.

—Permiso —dijo, levantándose.

Hizo lo que tenía que hacer y volvió.

—¿En qué estábamos? —preguntó.

—Hmm, todo estuvo muy rico, en serio —dije, terminando de comer—. Gracias.

—Qué bueno que te haya gustado —sonrió—. Debías estar muerta de hambre después de esa paliza.

—La verdad es que sí. No había desayunado y creo que me hubiese desmayado de vuelta a casa.

—Pues te salvé la vida —comentó, animado.

Posiblemente era una trampa.

—Sí, gracias, te debo una.

—Soy tu héroe.

Lo miré sorprendida por su comentario y me eché a reír.

—Por ahora no tienes capa, Superman —respondí.

—Pero tú sí.

—Solo ayudo al prójimo.

—Aparte de linda y samaritana, quién lo diría —comentó.

No te ruborices, Naomi, no ahora.

—Gracias —traté de reprimir mi sonrisa.

—Te lastimaste... —dijo, mirando mi mano.

Dirigí mi mirada hacia donde él fijaba la suya: mi mano derecha. Se me había corrido el maquillaje que usé para tapar los raspones del puñetazo que dejé en la pared. Además, estaba muy roja y un poco hinchada por la pelea.

—Ah, sí... —balbuceé.

—¿Te duele?

—Un poco —respondí.

—¿Quieres una pastilla? —preguntó.

—Gracias, pero soy alérgica a ciertos antiinflamatorios. No te preocupes.

—¿Segura?

—Segura. Bueno... me tengo que ir —empecé a buscar mi cartera para pagar.

—Te dije que yo invitaba.

—No puedo, en serio —abrí mi cartera para sacar el dinero.

—Naomi, déjalo así —me detuvo, posando sus manos sobre las mías.

 ¿Cómo no había notado esos ojos verdes oscuros antes? De lejos no se le veian, pero me resultaban familiares.

—Acepté la invitación porque pensé que desayunarías conmigo - solte de la nada.

¿Qué acababa de decir? Me puse nerviosa. Eso había salido de mi boca sin anestesia. A veces la sinceridad me brotaba, pero no con un desconocido. Ahora el corazón me latía a mil por lo que había dicho y por la mirada de sorpresa y confusión de él. Se recompuso.

NaomiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora