Capitulo 79

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Gruñí y salí cerrando de un portazo la oficina, sentía que el demonio me estaba poseyendo por lo furiosa que estaba. Volví a mi cuarto, de la rabia tire absolutamente todo lo que estaba encima del gavetero ¡Era el peor momento de mi vida! Estaba furiosa y descontrolada, el nudo que se apoderaba de mi garganta se deshizo y mi cara se empapo con lágrimas, maldecía el hecho y quería salir corriendo de aquí. Me solté en un total llanto y me senté en el suelo, apoyando mi espalda sobre el gavetero, junte las piernas y hundí mi cabeza sobre ellas. Desde hace tanto tiempo que no me permitía llorar desconsoladamente, pero era imposible controlarlo, era una situación que me abrumaba por completo, me consumía, me afectaba, era como volver al pasado, el terrible pasado ¡Y que odiaba! Los fantasmas volvían para atormentarme y sé que Elías me haría la vida cuadritos, nuevamente. Sentí unos brazos rodearme, alce mi vista y era Alan. 

- ¡Suéltame – grite zafándome de él. Me pare bruscamente.

 - ¡Naomi déjame explicarte! – pidió.

- ¡NO! – exclame – No hay nada que explicar Alan – dije con la cara empapada y la mandíbula endurecida – Lárgate – pedí. 

Frunció el ceño y salió de un portazo. Seque mi cara y me dispuse a salir, debía cumplir con mis deberes, sino las cosas empeorarían. Fui hasta el patio de combate y me reuní con mi grupo, sin mirar ni dirigirle la palabra a Alan, esto no se lo perdonaría. Empezó la clase, lo único que agradecía era estar en este grupo y no en el de Zacarías, se que él junto a Elías me torturarían horriblemente. La cuestión era ¿Qué papel desempeñaría Elías? ¿Habría un nuevo grupo? Tantas cosas que no sabía y temía a la vez, por suerte y lo que me conto Eliot al topármelo en el almuerzo, Elías estaría ocupado todo el día, empezando su papeleo, así que los pasillos estarían libres por hoy. Cumplí con todos mis deberes y me toco hacer guardia hasta las 12 am. 

Al llegar a mi habitación, me tumbe en la cama y empecé a sentir ansiedad, busque en mi gavetero y saque la bolsa de las pastillas, no quería hacerlo pero tampoco quería este dolor de mierda, ni los fantasmas, no quería nada de eso. Respire hondo y me la tome sin pensarlo más. Guarde la bolsa y me lance en la cama, contemplando el techo, viendo como se oscurecía... mi corazón se acelero, me empecé a sentir abrumada, acogida, como si tratase de asfixiarme la realidad, el desespero empezó a invadirme y oía un pitido ensordeciendo mis oídos, el llanto reapareció, estaba exasperada, me estaba consumiendo a mí misma hasta que el pitido ceso y todo quedo en paz nuevamente, cada musculo de mi cuerpo se relajo y me sentía tranquila, mi respiración volvió a la normalidad y los ojos se me cerraron por completo. Un sonido peculiar me despertó de golpe, era mi teléfono sonando, era una llamada de Santiago. 

 - Santiago – conteste.

- ¿Te desperté? – pregunto.

- Ahm... si – dije suavizando mi tono.

- Lo siento, es que ayer no contestaste ninguno de mis mensajes – respondió preocupado. 

¿Qué hora era?

 - Estuve muy ocupada – aludí.

- Ah ¿Dormiste bien?

- Si ¿Y tú? 

¿Ya era de mañana? 

- Si, algo... ¿Estas ocupada hoy?

- Probablemente.

- ¿Tienes misión?

- No lo sé aun, apenas desperté.

- Cierto ¿No has comido aun, verdad?

NaomiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora