¿Estarías dispuesta a ir a una subasta fuera de lo común?
¿Serías capaz de subastar tu cuerpo solo por un beneficio económico?
¿Qué serías capaz de hacer por salvar a tus padres?
Atención: Contenido Adulto ( escenas explicitas sexuales, agresión fís...
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Pegué mi cabeza en el marco de la puerta observándola en silencio.
¿Por qué debía de ser tan bonita?
Estaba acostada con los audífonos puestos y con el iPhone en sus manos, con cuidado me acerqué hacia la cama y me senté en el borde la cama sobresaltandola.
—Hola — digo cuando se quita uno de sus audífonos.
—Hola dulzura, pensé que vendrías más tarde — dice quitándose el otro y metiéndolos en su estuche.
Negué — Mamá llega a las cinco a la casa y pues, regresé lo más antes posible. — sonreí.
Asiente — Ven — me llama y extiende sus brazos.
No lo pienso mucho y me tumbo arriba de ella.
—¿Le peso mucho? — pregunto después de unos minutos.
Niega —No, está bien — asegura y sus manos me acarician desde la espalda hasta llegar a mi trasero.
Apreté mis labios ya que empezaba a estimularme de alguna manera.
—¿Qué tal el resto de la tarde? — pregunté.
Suspira — Estuve resolviendo algunas cosas y hablé un rato con mi hermana — se encogió de hombros.
No respondí solo me relaje tras su tacto, es tan suave y tan tierna.
¿Quién en su sano juicio deja ir a una persona así?
Tenía tantas preguntas pero sabía que no debía.
Mis manos empezaron a buscar su tacto, no sabía que me pasaba, esto no lo había sentido, o quizás ya era difícil de reprimir.
La atracción era innegable ya que mi cuerpo reaccionaba de manera automática a ella, a sus deseos, a sus ganas. Me gustaba su cuerpo, su tacto, sus besos.
—Está bien — digo con voz relajada ya que sus caricias me desarman.
Besa mi frente.
Nos mantenemos así, acostadas.
—La reservación es a las ocho — dice con voz suave — debemos bañarnos y vestirnos.
Suspiro pesadamente — Está bien — a mi pesar me levanto sobre de ella.
Primero entré yo a bañarme, y ella salió de la habitación porque su iphone sonó y contestó la llamada, así que yo me apresuré en hacerlo.
Al salir ella aún no había terminado así que yo me empecé a vestir en silencio.
La ojicafé entró a la habitación y me vio de reojo para luego adentrarse al baño, sin articular ninguna palabra.
Veinte minutos después salió del baño envuelta en una toalla y su cabello amarrado.
