Al llegar a la hacienda, Fidel desmontó su caballo y pidió a Jenaro y Ramiro que bajaran a los esclavos para poder hablarle a Don Francisco, para que diera su visto bueno al poder inspeccionarlos.
Los tenían formados a todos en hilera, Kamel era el último de la fila y el que más sobresalía por su estatura, con su 1,80 metros, su musculatura y un tono moreno de la piel más claro que los presentes, pero más subido de los nativos de la población en la que se encontraba, mientras que Safiy resaltaba por un tono moreno parecido al de los de la hilera. Don Francisco los inspeccionaba de uno por uno detenidamente, Jenaro les obligaba a abrir las bocas para revisar los dientes como si fueran caballos. Esto para Kamel resultaba humillante, tanto que cuando fue su turno se sacó hacia atrás y cuando quisieron someterlo, se volvió a hacer para atrás, tanto como las cadenas se lo permitieron. Don Francisco lo tomó como una afrenta, molesto por la insubordinación le quiso dar un golpe, pero los reflejos de Kamel fueron más rápidos y aunque tenía sus manos atadas desvió el golpe con sus antebrazos, golpeando a Don Francisco con sus manos. Al instante Fidel golpeo el estómago de Kamel, dejando a este sofocado, por lo que se inclinó hacia delante con un gesto de dolor, lo que Don Francisco aprovecho para bajar al nivel de Kamel y decirle al oído con rabia.
—Ningún esclavo ofende a su señor sin que termine besando el piso por el que camina —Se retiró y con un pañuelo se tapó la nariz y dijo a los presentes— Estos puercos huelen asquerosamente. —Rio entre dientes y hablo a los presentes— Pero claro, qué se puede esperar de los puercos, pero en mi hacienda hasta los puercos se bañan. —Ordenó a grito tendido, para que los presentes lo escucharan— Que se bañen con el agua helada del río, que los dejen sin pelo ni barba, que les den ropa de esclavo y huaraches a todos.
Don Francisco volteó a ver a Kamel, le dijo con mirada de desprecio para darse a entender que lo que hacía era insultarlo.
—Tú, menos que nadie, necesitas traer unas botas de piel como las que portas.
Kamel escucho todo lo que dijo Don Francisco y a pesar de que no entendió ni una palabra, sabía de antemano que había recibido una amenaza, para la cual tendría que prepararse.
Genoveva había salido de su casa para recibir al fraile Pedro de Rivera, que se encontraba en la hacienda para pedir autorización para poder evangelizar a los esclavos recién llegados y a los que ya se encontraban en la hacienda.
—Querida hija, con tu ayuda espero poder llegar a salvar todas las almas de los esclavos que posee tu padre, es importantes poder evangelizarlos, ya que como cristianos debemos proclamar la palabra de Dios en todos aquellos que no la conozcan.
—Claro que si padre, usted sabe muy bien que cuenta con mi ayuda para lo que necesite.
Fray Pedro de Rivera, Genoveva y Rosita llegaron a la entrada de la hacienda dónde se encontraba el amo y señor de todos los esclavos, el padre, con una sonrisa se dirigió a estrechar la mano de Don Francisco.
—Don Francisco, que gusto de verle, hace mucho que esperaba encontrarlo en la hacienda para poder pedirle permiso, ya que debo realizar una misión que se me encomendó y que se ha estado realizando a lo largo de toda la Nueva España.
—Y ¿qué misión es esa que tanto aqueja a su pobre alma?, mi querido Fraile, o es acaso ¿qué necesita más dinero para sus pobres?
—En este caso no es material, si no espiritual la necesidad que tengo, ya que su señoría nos ha encargado evangelizar a todos los esclavos de la región. Es imperioso que todos conozcan la palabra de Dios nuestro señor y que todos sean bautizados como buenos católicos.
—¡Ja, ja, ja! Ah que frailecito tan más optimista y cómo piensa enseñarles a estos animales todo eso si ni hablar castellano saben.
Cuando Don Francisco se movió a un lado para estrechar la mano del fraile, Kamel observo a Genoveva, ella llevaba una sombrilla para cubrirse del sol, pero aun así el observo el hermoso cabello que sobresalía del gorro blanco con listones azules, era tan dorado como los rayos del sol, su piel tan tersa y blanca a comparación de la de él, pero Kamel se sintió perdido cuando ella levanto su mirada y coincidió con la suya, cuando la vio a los ojos color azul profundo como el del mar traicionero que lo llevo hasta estos lugares. Era como si lo hubiera hechizado, no podía dejar de mirarla.
Genoveva se sentía intranquila, sentía mucho nerviosismo y este no se debía a la mala relación que mantenía con su padre, ni en la que se estaba tratando al fraile con tanto descaro y tan groseramente. El miedo la recorría como la sangre por sus venas cuando lo vio, estaba detrás de su padre, él era un esclavo, pero su altura, su piel y su postura llena de soberbia hacía que pareciera más un hombre libre, estaba sucio, tenía barba y bigote de varios días y el pelo castaño obscuro algo largo para un hombre, con la mirada penetrante como un animal al acecho, dispuesto a casar cuando su presa está vulnerable, pero a pesar de las emociones contradictorias que sentía al verlo. Genoveva no podía dejar de mirarlo, hasta que su padre hizo que rompiera el contacto visual que mantenían, cuando se interpuso entre los dos. Genoveva se concentró en la plática que mantenía su padre y el fraile e intervino diciendo.
—Para empezar padre, ellos no son animales, son seres humanos y creo que le debemos mucho a Dios y dado que en nada te afecta. Te pido que des permiso al fraile y a dos hombres que lo acompañan que sirven como traductores para que convierta a todos tus esclavos en cristianos.
Don Francisco asombrado por la intervención de su hija y emocionado por poder resolver los resentimientos con ella, ya que nunca le pedía nada desde que era pequeña, por evitar el contacto con él, decide aceptar.
—Bueno frailecito, dado que mi hija lo plantea así, ya que le debemos tanto a Dios, pues que así sea. Podrá evangelizar a todos nuestros esclavos y agradézcale a mi hija porque si ella no me lo hubiera pedido, usted no tendría mi permiso.
—Pues así sea Don Francisco, gracias por su venia y a ti hija por tu generosidad.
—Padre, pues ya es tarde, así es que valla pasando con mi hija al comedor para que comamos de una vez, no nos va a despreciar ¿verdad?
—Pues comamos, Don Francisco.
—Muy bien, adelántense para que mi hija valla disponiendo, yo doy unas órdenes y los alcanzo.
En cuanto entraron el fraile y Genoveva en la casa, Don Francisco tomó del brazo a uno de los traductores del fraile y le dijo.
—Dile a este animal que si osa volver a poner los ojos en mi hija va a ser torturado y mutilado y que como no ha entendido bien el lugar que le corresponde en este sitio y que a un amo no se le golpea, le voy a hacer un regalito especial para que no olvide a quien le pertenece.
Javier volteo a ver a Kamel y transmitió el mensaje de Don Francisco. Kamel altivo sonrió hacia Don Francisco y dijo.
—Hágame los regalitos que quiera y ya que le molesta tanto. Dile que yo seré el amo de su hijita y ella será mi esclava y le haré todo lo que él me haga, así que adviértele que se cuide de mi porque yo no perdono y lo que digo lo cumplo.
Don Francisco molesto exigió a Javier que le dijera lo que había respondido.
—Señor, él dijo que no veía a su hija, que no sabía quién era pero le pide que lo perdone y le pide misericordia que tenga clemencia, que su castigo no sea tan fuerte, que él respondió al golpe por instinto y que no lo volverá a hacer.
Todo esto lo dijo Javier con sudor en la frente, porque si era descubierto no solo matarían al esclavo por la amenaza, si no a él por mentir y evitar una muerte. Don Francisco sonrió conforme.
—Ven todos, la valentía de esta basura llega hasta donde se ve en peligro su vida.
Dio media vuelta y se dirigió a Fidel, le dio órdenes y se fue a su casa.
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Esclavo de Pasión y Odio
Historical FictionJoven del desierto esclavizado, siente atracción y odio por hija de hacendado la que esta prometida a su vecino pero se siente atraída por el esclavo. Advertencia: Este libro toca temas sensibles como el racismo, esclavitud y actos de violencia, son...