16.- Mamita.

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—Ahora si padre, podremos hablar largo y tendido y antes de que empiece usted, hablare yo, ya que tengo más de un mes queriendo hacerlo. —Genoveva se sentía muy nerviosa, pero tenía que afrontar sus problemas y lucharía con uñas y dientes para conseguir su cometido. —¿Quiero que me expliques qué es eso de que hiciste un contrato con Don Diego en el cual yo voy a contraer nupcias con él?

—Pues así es, Genoveva, te casas en mayo con Don Diego. —Dijo su padre petulante con los brazos cruzados y una sonrisa burlona en el rostro, retándola para que objetara su decisión. —Y créeme, no pude encontrar mejor partido para ti en la región.

—Como te atreves a hacerme eso, yo no pienso casarme con él, ni con nadie, que te quede claro. —Lo dijo Genoveva aventando su servilleta al plato y parándose de forma abrupta, tomando la misma postura que su padre.

Su padre con toda la calma del mundo le contesto a Genoveva.

—Me atrevo porque puedo y porque quiero que tengas el amor de un hombre. No quiero que te marchites sola sin la compañía de un honorable esposo. Quiero que ames y te amen, que tengas una familia, hijos y que vivas con todas las comodidades como hasta hoy en día.

Conteniendo la ira que crecía cada vez más en el interior de Genoveva preguntó, con tranquilidad.

—¿Así como tú y mi madre se amaron?

—Sí, hija, yo ame muchísimo a tu madre, hasta que una enfermedad la apartó de mi lado, dejándome triste y marchito como hoy me encuentro.

Genoveva rodeó la mesa para ponerse cara a cara con su padre y expresar todo lo que sentía al respecto.

—Eres el ser más perverso, despreciable y mentiroso que existe sobre la tierra. No me mientas tú y yo sabemos que ambos matamos a mi madre, no una maldita enfermedad, porque no puedes asumir tu responsabilidad como yo lo hago.

—¡Genoveva! cómo puedes decir esa atrocidad, a tu madre, nadie la mató, murió del corazón.

—¡Mentira! —Gritó a todo pulmón, aunque más que un grito pareció el alarido de un animal herido de muerte.

—¡Piensas que era muy pequeña para recordar, pero a un se encuentra todo en mi mente, hasta el vestido que llevaba! ¿No me crees? ¿No recuerdas lo que realmente paso? Pues te lo contare, ya que de tanto contarte la mentira te has creído todo lo que dices. Estábamos en la casa de la capital, yo tenía siete años, mi madre me había puesto un traje nuevo color rosa que había mandado mi abuelo desde Francia, era de una tela muy fina. Como todos los días nos dirigimos al rosario, a la salida mi mamá me llevaba a jugar al parque que se encontraba cerca de la iglesia. Ella y yo teníamos un juego el corre que te alcanzo, yo quería jugar pero ella no por que traía el vestido nuevo, pero como es mi costumbre no hice caso, salí corriendo, me caí, me llene toda de tierra y rompí el vestido. Tuvimos que regresar antes a la casa, mamá pidió que me prepararán el baño, pero yo seguía con el juego estúpido, no me quería bañar y como tú me dejabas salirme siempre con la mía, corrí a tu despacho a buscarte, al no encontrarte, supuse que estarías en el cuarto y no falle ¿verdad? ¿Ahora empiezas a recordar? Abrí la puerta de tu habitación y la primera imagen que vi fue a mi querido padre con Fátima la criada, encuerados en la cama de mi mamá. Ella llegó a atraparme para llevarme a bañar cuando presencio la escena y tú solo te paraste, cerraste la puerta y seguiste con lo tuyo, mientras que ella se alejó desecha en llanto. Entro en mi habitación y se en cerro con llave, yo le toque durante mucho tiempo y ella solo dijo: "vete nenita, necesito estar sola te amo, nunca lo olvides" yo le pedí que me perdonara pero ella ya no respondió, le prometí que si me abría la puerta jamás la desobedecería, yo no sabía que hacer, así que me senté en la fuente del patio que se encuentra frente a las habitaciones, espere hasta que tu saliste de tu cuarto, Fátima salió detrás de ti con una sonrisa de oreja a oreja, tú fuiste hacia mí y me preguntaste por mi madre, yo te señale mi cuarto, te seguí, tocaste pero no contestó, derribaste la puerta y solo te quedaste parado, contemplándola en la bañera, yo corrí hacia ella, un brazo salía de la bañera y estaba ensangrentado, me abrace, pidiéndole que me perdonara, pero no se movía, aún recuerdo lo fría que estaba y que tenía los ojos abiertos, pero no me miraba. Sabes padre, aún con esa edad lo comprendí, comprendí que ella estaba muerta, muerta por nuestra culpa, porque yo no fui una buena hija y tú no fuiste un buen esposo.

Cuando Genoveva volteó a ver a su padre a los ojos para decirle que ambos eran culpables, lo vio desarmado llorando como un niño.

—Yo lloraba y lloraba desconsolada abrazada a ella, hasta que reaccionaste y le hablaste a mi nana María Luisa, la hiciste que me quitara de sus brazos. Tomaste una sábana de mi cama la envolviste. Le pediste a mi nana un vestido limpio de manga larga para cambiarla y le ordenaste que no hablara con nadie y que me llevara a alguna otra habitación y que me mantuviera encerrada ahí. En la noche te presentaste en la habitación en la que yo estaba y le preguntaste si yo me encontraba dormida, yo mantenía mis ojos cerrados para poder ver a mi madre y pedirle perdón, mi nana me había dicho que se había ido al cielo. Tú le dijiste que habías pagado una fuerte suma de dinero para que dijera el certificado de muerte que ella había muerto del corazón y que solo tú, ella y yo sabíamos lo que en realidad había sucedido. Que si no se callaba su alma jamás entraría al cielo, porque si la iglesia se enteraba que se había suicidado no podría haber sido enterrada en un campo santo. Sabes padre porque no hable por casi tres años, por temor de revelar el secreto y fallarle a mi madre también en eso. Por todo lo que te dije, no quiero un amor así como el que tenían tú y ella, yo no estoy dispuesta a morir por alguien que me engañe con las esclavas o con quien sea.

—Pues hija, que bueno que no estés dispuesta a morir por eso, porque los hombres engañamos, tenemos esa naturaleza, somos amos y señores, lo que queremos lo tomamos. No me justifico, pero es la realidad, yo amaba a tu madre, pero yo no la mate, fue su decisión, si me siento culpable y lamento que recuerdes todo y con tanto detalle. Pero el contrato está hecho y tú te casas en mayo.

—Muy bien padre, que así sea pues, solo te pido que me mandes al convento de las madres Carmelitas de los Ángeles hasta que sea la fecha del matrimonio. Como comprenderás no deseo volver a compartir la misma habitación contigo nunca. Así que espero que cumplas mi última voluntad y respecto a la niña, es tu hija, no la desprecies ya todo el mundo la conoce como mi prima, así que edúcala y has de ella una señorita. Ella no tiene la culpa de los padres que le tocaron.

—Muy bien Genoveva, si deseas estar confinada con las monjas los últimos meses de soltería, me parece bien. Me duele que no quieras estar junto a mí, pero que se le va hacer. Educaré a Francesca para darte gusto. Pronto me casare de nuevo y la educaré como a una sobrina, esa fue una buena idea para arreglar el conflicto.

—Solo como consejo, si deseas que tu hija más pequeña quiera estar contigo y te respete, no la trates como si fuera un conflicto. Ahora si me disculpas me retirare a mis habitaciones para arreglar mis pertenencias y partir cuanto antes al convento.

Pasó por un lado de su padre, Genoveva sabía que él esperaba que se despidiera de un beso como lo hacía siempre, pero ella estaba tan decepcionada de su padre que no quería ni acercarse a él.


Esclavo de Pasión y OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora