11.- Arrepentimiento.

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Kamel recordó que una mañana encontró al lado de su cama una camisa sucia que alguien había olvidado, sin pensarlo dos veces la había ocultado entre sus ropas y la llevó a la mina. Kamel trabajaba normalmente perdido en sus recuerdos; pero en muchas de las ocasiones cuando desquebrajaba la beta de oro, cuando menos lo esperaba Jamal. Kamel desaparecía por cortos lapsos de tiempo, un día cuando se encontraba trabajando empezó a hablarle a Jamal.

—Sé que conoces la mina y que hace muchos años encontraste una entrada vieja y que la usaste para escapar, necesito que me digas donde está, por favor.

Jamal nunca dejo de picar la beta, hizo como si no hubiera escuchado nada.

—Jamal ¿me escuchas? sé que intentaste escapar hace mucho tiempo y que te encuentras decepcionado porque no lo has logrado, que con tus intentos te has quedado sin poder hablar. Tal vez te sientes responsable por que muchos de tus amigos murieron tratando de escapar, pero aunque fallecieron tú les diste esperanza y murieron siendo libres, porque no se dejaron sublevar por el que decía ser su amo. Yo al igual que ellos prefiero vivir unos momentos de libertad que una vida de esclavitud ¿Y tú Jamal, como piensas vivir tu vida? Piénsalo Jamal, tú tienes el poder para darnos la libertada. —Lo dijo Kamel tocando el hombro de Jamal.

Una tarde cuando sacaron a los esclavos de la mina y eran llevados al comedor, Kamel observó que Genoveva entraba a la casa grande donde se quedaba él amó cuando supervisaba la mina o los sembradíos y no regresaba a la hacienda.

Genoveva entró a la casa en busca de su padre, al no hallarlo abrió su habitación de golpe. Lo que vio la dejo completamente impactada ya que encontró ahí una escena que había presenciado hace muchos años, pero uno de los protagonistas no era el mismo, en la cama de su padre se encontraban retozando la odiosa Fátima junto a un peón, Genoveva tomó de las greñas a la mujer que se encontraba arriba de él peón y la saco de la casa arrastrándola. La mujer cayó completamente desnuda al piso de tierra del patio que quedaba enfrente del comedor de los esclavos.

—Tú, ¿Qué demonios haces en la cama de mi padre? ¿qué no se supone que te vendieron hace muchos años?

—Ja, a poco crees que se iba a deshacer de mí, él no se puede quedar solo, necesita quien caliente su cama. —Fátima lo dijo con una sonrisa lasciva en la boca y aires de suficiencia.

Genoveva al instante le dio una cachetada.

—¡Cállate mujerzuela!

—¡Valla, la señorita sabe insultar! después de todo no es tan correcta como lo fue su mamita. Bueno tal vez a ti no tengan que ayudarte a calentar la cama de tu esposo por ser frígida y temerosa de todo.

—¡Cállate estúpida! —Genoveva se le fue encima y no paraba de golpearla. Fátima era más diestra en las peleas ya que desde pequeña tuvo que enfrentarse al mundo para poder sobrevivir en un lugar tan hostil. Genoveva terminó en el piso con Fátima arriba de ella, golpeándola como si fuera una muñeca de trapo.

Al mirar la escena peones y esclavos corrieron a detener la pelea de las dos mujeres, Fidel retiro a Fátima de encima de Genoveva y esta se levantó escupiendo encima de Fátima la sangre que le había sacado al romperle el labio de un puñetazo. Fátima no salió muy bien librada de la trifulca ya que obtuvo un ojo morado y varios rasguños por todo el cuerpo, mientras que Genoveva mantenía un puñado de pelos entre sus manos, que al verlos los aventó a la mujer burlándose.

Esclavo de Pasión y OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora