Fidel ordenó que los esclavos fueran llevados para ser aseados, ya ahí les rompieron la ropa dejándolos desnudos, los pusieron de rodillas en la orilla del rio, les cortaron el pelo a rapa, los rasuraron, después pasó una mujer que iba acompañada de un peón cargando una cantara con agua, la mujer con una jícara le hecho agua a cada uno de los esclavos. Hasta que llegó el turno de Kamel, el agua estaba helada, pero a la vez era refrescante, luego fue tallado por un estropajo de hilillo lleno de jabón, lo enjuagaron, cuando Kamel vio su pecho, vio una marca en forma de cruz, no sabía cómo era que la tenía, volteo a ver a su compañero que se encontraba encadenado a su lado derecho y él también contaba con una cruz en el pecho, era como si los hubieran marcado, como el marcaba a sus animales en su tribu. Le estaba preguntando a su amigo Safiy cuando sintió un latigazo con el cual le indicaban que no podía platicar, Kamel se molestó y trató de levantarse, pero fue sofocado al instante por un guardia. Después de un rato les fueron dando de uno por uno calzones, pantalones, camisa de manta y huaraches de piel; les desamarraban las manos para que se pusieran la camisa y al instante los volvían a amarrar de las manos, después el guardia se agachaba y los desencadenaba de los pies para que pudieran ponerse los calzones, pantalones y huaraches. Cuando fue el turno de Kamel tranquilamente se vistió, acto seguido ataron sus manos y antes de ser amarrado a la cuerda de la cual se encontraban atados todos los esclavos de las manos, aventó al guardia que trataba de asegurarlo a la cuerda central, casi fueron poéticos sus movimientos, ya que al mismo tiempo que el guardia encargado de asegurar los pies, se agacho para poder ponerle los grilletes de nuevo.
Kamel lo pateo y salió corriendo hacia el monte, brinco la cerca de piedras que dividía la propiedad del campo y cruzo un camino a toda velocidad. A lo lejos una comitiva de jinetes encabezada por uno de aspecto español, que al ver la escena del hombre vestido con manta, atado de manos y brincando una cerca, reaccionó al instante y su instinto hizo que el jinete saliera galopando a gran velocidad detrás del fugitivo, dándole alcance al brincar del caballo y cayendo encima de Kamel. Al recibir el impacto del cuerpo del hombre cayéndole encima hizo que perdiera el equilibrio, lo que provocó que cayera de costado con el español encima de él, propinándole golpes en la cara. Como pudo, Kamel giró su cuerpo para quedar frente al hombre y devolver los golpes con las manos atadas. Con dificultad termino propinándole un golpe al español con el que quedó noqueado. Como pudo Kamel se quitó el cuerpo de encima, pero cuando trataba de montar el caballo recibió un golpe en la cabeza que lo hizo que se desvaneciera.
Cuando despertó de nuevo se encontraba en el lomo del caballo, atravesado y con los pies amarrados como cualquier animal de caza, volteo a su alrededor y suspiro con frustración, pues se encontraba de nuevo en la hacienda, se dirigieron frente a un establo y en las puertas de este, Kamel fue arrojado al piso como si de un costal de papas se tratase.
Don Francisco fue llamado por Fidel cuando se encontraba en la mesa comiendo junto al fraile y a Genoveva. A Don Francisco le molestaba muchísimo que se le molestara cuando se encontraba comiendo o descansando, por lo que en cuanto vio entrar a Fidel no pudo ocultar su disgusto.
—Patrón fíjese, pos que se escapó el esclavo ese, pos el mas altote, pos el que lo golpeó allá afuera.
En cuanto Fidel pronuncio esas palabras, Don Francisco molesto soltó la cuchara en su plato, salpicando la mesa de mole y se quitó la servilleta aventándola dentro del plato. Se paró tan rápido que tiro su silla hacia atrás.
—¡Bueno, pero si tengo idiotas por gente o qué, rápido, traigan mi caballo para buscarlo, porque estoy rodeado de incompetentes, muévanse rápido! —Grito enfurecido.
—Pero es que Don Francisco, lo que le quería decir pues, es que un tal Don Diego Antonio de no sé qué, pos, se lo encontró en el camino, como lo vio salir de la hacienda nos lo trajo de vuelta, ahora el señor lo espera en la sala y el esclavo ya lo tenemos encadenado en él establo.
—Si me disculpan. —Dijo Don Francisco, más tranquilo y justo cuando iba pasando junto a Genoveva esta lo tomo de la muñeca y le dijo.
—Padre, le pido que no sea tan duro con el hombre, por favor.
—No, Genoveva, ahora sí que no te vas a salir con la tuya en eso. Entiende que hay que enseñarlos a respetar las reglas y bastante tengo con haber decidido ya no marcarlos en la cara por petición de tu madre. Ahora accedí a tu petición de que sean cristianos, pero no me pidas que me convierta en un blandengue.
Al oír mencionar a su madre, Genoveva, retiró de inmediato la mano de con su padre y apretó con ambas manos la servilleta de su regazo, para aligerar el dolor y el desazón que la carcomían por dentro.
—Como usted decida padre.
Y el padre salió de la habitación para resolver el problema. Al llegar a la sala se dirigió al hombre que se encontraba parado junto al ventanal, se presentó ante él y le extendió la mano para saludarlo.
—Buenas tardes, mi nombre es Francisco Ávalos de Benavides, dueño de la mina La Esperanza y de estas tierras.
—Mucho gusto, mi nombre es Diego Antonio de Morales, acabo de llegar de España, porque herede las propiedades que tenía un tío abuelo que acaba de fallecer hace cinco meses.
Los hombres estrecharon las manos con sonrisas en las bocas, como si de dos viejos amigos se tratara.
—Me dicen que encontró algo que me pertenece. Le agradezco mucho su ayuda y para no ser desagradecido, dígame, ¿Cuánto le debo por su servicio?
—Amigo mío, por favor, no me ofenda de esa manera, casi somos vecinos y los vecinos se ayudan entre sí en lo que pueden así que, hoy por usted y mañana por mí.
Genoveva y el fraile se dirigían a visitar a los enfermos que se encontraban en el ala oeste de la hacienda, cuándo pasaron por la sala, a Don Diego se le salían los ojos de sus orbitas ya que Genoveva era muy bonita y con la clase de su madre.
—Hija, fraile, me permiten presentarles a Don Diego Antonio de Morales que acaba de llegar de España.
Genoveva extendió la mano para saludarlo, pero Diego la tomó con sus dos manos y la beso en el dorso de la mano derecha.
—Mucho gusto señorita, es un placer para mi conocerla. No sabe que grato es para mí encontrar una mujer tan hermosa y refinada en un lugar tan apartado de la civilización.
Genoveva tuvo que retirar su mano ya que él no la soltaba y enfurecida le dijo.
—Señor, pues si le agrada tanto apreciar la belleza no debía de haber venido a un lugar como este, si fuera usted regresaría cuanto antes a la civilización no vaya a ser que se convierta en un animal sin modales, si me disculpan, el fraile y yo tenemos cosas que hacer. con permiso.
—¡Genoveva! que modales son esos no lo puedo creer.
—Déjela, déjela, yo me extralimite con mi comentario y ella se ve que es muy joven.
—Ya no lo es tanto, tiene 17 años, pero no eh encontrado un buen marido para ella, ¿Me acompaña? necesito encargarme de mi esclavo.
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Esclavo de Pasión y Odio
Historical FictionJoven del desierto esclavizado, siente atracción y odio por hija de hacendado la que esta prometida a su vecino pero se siente atraída por el esclavo. Advertencia: Este libro toca temas sensibles como el racismo, esclavitud y actos de violencia, son...