8.- Lilas.

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Pasaron siete meses en los que a Kamel ya no le ponían las cadenas para comer, las manos ya no le dolían y con el idioma castellano ya podía formar oraciones. Un día se presentó Genoveva en la capilla donde estudiaban, en cuanto Kamel la vio entrar por la puerta él se dirigió a ella, no importandole lo que le pudiera pasar y puso en práctica el castellano que había aprendido.

—Hola, señorita ¿la puedo ayudar en algo?

Genoveva subió la mirada y vio los ojos profundos de Kamel, que tanto le hacían recordar el chocolate, intimidada por su altura y por su aspecto, dijo.

—Fray Pedro de Rivera, ¿se encuentra por aquí? Es que un anciano necesita la extremaunción y supuse que se encontraba aquí.

—Supone bien, señorita, el fraile anda por aquí, ¿gusta qué se los busque? —Preguntó Kamel con caballerosidad.

A Genoveva le salieron chapetes, el muchacho podía hablar con bastante fluidez, si tenía acento raro, pero le entendía todo lo que decía. Lo peor de todo es que su voz grabe le hacía vibrar todo el cuerpo de anticipación, justo cuando iba a responder. Rosita la jalo del brazo y le dijo.

—Niña el frailecito esta por allá, vámonos.

Pasó empujando un poco a Kamel para que las pudiera dejar pasar.

—¿Por qué fuiste tan grosera con el muchacho, Rosita? —Preguntó Genoveva acalorada por el incidente y con las mejillas al rojo vivo.

—No es un muchacho, es un esclavo que nos sabe cuál es su lugar y que coquetea con usted, tiene muchas alas y cuando se las corten el trancazo va a ser bien duro mi niña, de mí se acuerda.

Kamel aprovecho que la criada lo empujara para pegarse a Genoveva y pudo oler el fresco aroma que desprendía a lilas, era casi tan exquisito como lo era ella, sabía que se encontraba en desventaja, porque en este lugar no era más que un esclavo, pero en su tierra era otra cosa, ahí las mujeres caían rendidas a sus pies, tenía mucha suerte con el físico que contaba y la posición de su padre, las mujeres peleaban por el simple hecho de que les dirigiera la palabra, pero a pesar de todo eso se sabía que existía una atracción mutua entre Genoveva y él lo podía sentir. Genoveva desviaba la mirada y observaba cada vez que podía a Kamel y era recompensada por las mismas miradas furtivas de Kamel. Cuando el fraile salió de la capilla con las dos muchachas y el capataz que los acompañaba, a los cinco minutos entro Limaó, tomó a Kamel del brazo.

—Eres un estúpido. ¿Qué no entiendes cuál es tu lugar aquí?

Kamel fue sacado al patio, pusieron un tronco en medio y lo amarraron alrededor de el como si lo estuviera abrazando, rompieron su camisa y le dieron cincuenta latigazos, Kamel soportó cada uno de los latigazos sin protestar. Cuando Limaó lo levantó después del castigo, Kamel sonreía y le dijo en español.

—Sabes algo, lo volvería hacer.

—Pues adelante hazlo y me volverán a mandar a ponerte en tu lugar porque la tal señorita Genoveva pidió a su padre que te pusieran en tu lugar, claro que tú puedes volverlo hacer, pero cuanto más rebelde seas los castigos serán más duros.

Limaó dijo esto con seriedad y llevando a Kamel a los cuartos dónde dormían, lo arrojó al primer petate que encontró vacío y le puso sus grilletes.

Después de cenar los esclavos fueron llevados a su cuarto, en cuanto Safiy encontró a su amigo se instaló en el petate más próximo a este, para ver cómo se encontraba y reprenderlo por su osadía.

—Hermano, ¿qué pasa por tu cabeza? ¿qué pretendes al actuar de esa manera?

—No me digas nada, desde que la conocí todos los días sueño con ella Safiy.

Safiy le decía que no se encaprichara con ella, que por mucho que le gustara nunca podría ser de él. Pero Kamel no podía olvidar el suave roce de sus dedos contra su piel cuando lo curaba y la forma que lo alimentaba casi como si fuera un bebé. Lo malo era que no la soñaba por agradecimiento, si no por un deseo incontenible de poseer su cuerpo, lo que hacía que se despreciara profundamente a sí mismo por no controlar lo que sentía por la hija de un canalla como el tal Don Francisco.

Esclavo de Pasión y OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora