13.- Navidad.

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Genoveva asistió a misa de gallo por la mañana del veinticinco, esa navidad fue triste porque desde el incidente de la cachetada no había visto de nuevo a su padre, por lo que solo compartió las festividades con su nana y Rosa en la capital. El incidente que sucedió en la posada la había dejado temerosa de que no pudiera evitar el casarse con ese hombre al que despreciaba. Los días siguientes a la navidad se dirigió al administrador de la hacienda para que le proporcionara dinero para ir a al pueblo a recoger junto al fraile el cargamento de sarapes que había encargado a la capital para entregar a trabajadores y esclavos. Se acercaba el seis de enero, día de los reyes magos, era un día de celebración para todos, ya que era el único día de asueto para esclavos y empleados. Se había hecho una tradición de todos los años desde que su madre llego a vivir a la hacienda, que se hiciera una gran fiesta, para que celebraran y descansaran todos a la par. Cuando por fin llegó el tan esperado seis de enero, se hizo un roscón con muñecos de porcelana dentro de este, chocolate calientito y también llevo piñatas repletas de colaciones, cacahuates, cañas, tejocotes y mandarinas.

Los esclavos y trabajadores se levantaron tarde ese día con gran entusiasmo, la celebración inicio con una misa realizada en la capilla por fray Pedro de Rivera en donde todo el mundo en la hacienda asistió. Al término de esta se les dio de comer tamales a todos, para tomar había champurrado, atole, café y chocolate caliente. Al término de la comida Genoveva junto a la servidumbre de la casa repartieron la rosca. Kamel envuelto por la imagen seductora de Genoveva y a pesar de lo que había visto días antes como se comportaba con la esclava, se formó en la fila de ella, para poder apreciarla de cerca.

Cuando uno de los ancianos que trabajaban en la casa grande de la hacienda le tocó en su pedazo de rosca un niño Dios de porcelana Genoveva aplaudía con gusto y le entregó su sarape de regalo y le preguntó.

—Mario, ¿Quieres cambiar tu niño dios de porcelana, por otro sarape o un real de plata?

—Mi niña, solo cambiaria mi niñito dios por un beso en la mejilla de usted. —dijo Mario con gesto amable.

Genoveva que apreciaba mucho a Mario ya que lo conocía desde siempre contesto.

—Con gusto te doy un beso mí querido Mario y también un real, para que les compres algo a tus nietecitos en la tienda de raya. —Se inclinó y beso la mejilla, le dio un caluroso abrazo.

Kamel observó la acción de Genoveva y pensó que era muy contradictoria, a unos los besaba y a otros los azotaba. Esperó que cuando fuera su turno le saliera un monito para pedir el también un beso.

El destino estaba del lado de Kamel, le tocó el muñequito.

—Genoveva vio que el siguiente en turno era el muchacho al que había atendido, lo miró, su cara estaba llena de pelos, tenía barba y bigote abundante y cabello largo como cuando lo vio por primera vez, le dio su sarape y al descubrir que le había salido el niño Dios le hizo la misma pregunta que a todos.

Kamel volteo serio escuchando la pregunta y respondió con un castellano fluido.

—Señorita, sarape ya tengo uno, usted me lo acaba de dar y libre no soy para comprar en su tienda de raya, por lo que a riesgo de parecer insolente pediré sin ofenderla un beso como el que le dio al viejo que se encontró el niño Dios antes que yo.

Genoveva enrojeció de pies a cabeza, pero esta vez fue por nerviosismo ya que un calor extraño recorría por su cuerpo.

—Claro que no eres impertinente.

Se acercó lentamente a Kamel rodeando la mesa que se encontraba separándolos y se puso en puntillas para tratar de alcanzarlo. Pero él se tuvo que inclinar para recibir el beso. Genoveva se sentía rara y los labios le hormigueaban, sentía un vacío en el estómago y como si miles de mariposas revolotearan en su interior. Se separó de su mejilla y tocando sus labios con los dedos, pregunto un tanto tímida.

—¿Cuál es tu nombre? Hace mucho que te conozco y aun no lo sé.

—Mi nombre es Kamel, señorita Genoveva y me encuentro a sus órdenes para lo que guste.

—Gracias, Kamel, toma este real. –Extendió la mano y se lo dio, él tomó la moneda rosando ligeramente los dedos de Genoveva, provocando en ambos que se les pusiera la piel de gallina.

—Yo hablaré para que el administrador te reciba el real y puedas comprar lo que desees de la tienda.

—Le agradezco por todo señorita, pero prefiero guardar la moneda y tenerla como un grato recuerdo de este día. —Sin más, Kamel hizo una reverencia como si estuviera en presencia de la realeza, dio media vuelta y se retiró.

—Rosa molesta se acercó y le dijo. —Le habla mi amá, que la necesita.

Genoveva dejo a otra criada en su lugar y fue con su nana que se encontraba sentada en una banca del comedor de los esclavos.

—¿Genoveva que pretendes besando a un esclavo?

Genoveva enrojeció de pies a cabeza, se molestó ya que últimamente era lo único que hacia su cuerpo después de estar en presencia de Kamel.

—Fue lo que pidió como obsequio, igual que Mario, no vi que hiciera ningún mal a nadie por lo que hice.

—Ve, amá, yo le había dicho que la niña le gustaba ese esclavo, o si no, porque se desvivía atendiéndolo cuando estaba herido, y con su prometido casi se muere por que casi la besa y a ese desvergonzado le da un beso y enfrente de todos.

—¡Esto es el colmo, mira Rosa, si no paras de decir estupideces te golpeo enfrente de todos! —Dijo Genoveva agitando los brazos y gritando, haciendo que todo el mundo volteara a verlas.

Esclavo de Pasión y OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora