23.- Licor.

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Los días pasaron y se convirtieron en semanas y el barco llegó finalmente a un puerto de palos, cuando el barco atracó no pudieron bajar hasta que hubo anochecido y la tripulación se encontrara en el puerto o las tabernas celebrando su exitoso viaje.

En cuanto Genoveva descubrió que habían atracado la inundo una tristeza que no era comparada con nada, se sentía ansiosa. Al inicio del viaje se le hacía larga la espera para poder reunirse con su abuelo, pero ahora no quería separarse de Kamel, estaba hechizada por sus besos y su cuerpo, solo podía pensar en él. Todos los días sin falta hicieron el amor, no volvieron discutir a lo largo del viaje. Era como si al juntar sus cuerpos se firmara un tratado de paz, en el que solo existían palabras tiernas, caricias, risas juguetonas y todo girara alrededor de conocer cada rincón de sus cuerpos. A veces la curiosidad le ganaba a Genoveva y le preguntaba sobre su pueblo y sus costumbres, pero él era muy hermético en ese tema y solo le contaba un poco del desierto, sanjaba las conversaciones con besos y arrumacos, como si no le interesara que ella conociera acerca de él. Eso la hacía darse cuenta que él realmente no estaba interesado en ella, por lo tanto no le quedaba duda en el fondo de su corazón que no tenía ningún futuro con él, ya que no quería hijos que provinieran de ella y jamás se casaría con ella, por lo que si se quedaba con él y lo seguía a su país, solo sería su querida que desecharía en cuanto se enfadara de ella, tal y como lo dijo Safiy. En cuanto fue consiente de todo lo que estaba pensando y de que se estaba comportando como una tonta decidió enterrar todo lo que sentía en lo más profundo de su ser y comportarse como una mujer fuerte que no se tambalea por ningún hombre. Al fin de cuentas gracias a Dios ella era como su padre, quizás no era un hombre pero tenía el suficiente carácter para enfrentarse a Kamel y soportar su abandono. Podría desear su cuerpo y a la vez odiarla por ser igual de ruin como su padre, por lo que cuando pensaba en momentos como estos trataba de sacar la casta y no dejarse llevar por el desasosiego de no ser amada por Kamel.

Kamel llegó con la comida que sería la última que tomarían en el barco.

—Toma gatita, es mejor que comas, pronto saldremos de este camarote a la libertad. —Le entregó la bandeja y se sentó en la cama junto a ella, la veía comer y le acariciaba el contorno de la cara con delicadeza.

—Y cuánto crees que tardemos en estar en Francia con mi abuelo. Estoy ansiosa de llegar a su casa, tengo muchos años que no lo veo y mi única comunicación ha sido por medio de cartas, pero extraño sus abrazos. Claro que era una niña cuando lo vi por última vez, pero lo quiero tanto.

Kamel dejo de acariciar su cara y se acercó más a ella quitando la bandeja de comida a un lado y le pregunto.

—¿Qué tan ansiosa estas por verlo? ¿No será, que mueres de ansias por comunicarte con tu prometido para que venga a rescatarte?

—Pues sí, eso también tiene algo de cierto. —Genoveva contestó mordiendo su labio porque eso que dijo estaba más lejos de la verdad.

—No sé cuánto tardaremos en llegar, pero yo que tú me cuestionaba si tu prometido esté dispuesto a recibir mercancía dañada. —Dijo esto antes de salir del camarote dando un portazo sonoro.

Genoveva no lo volvió a ver durante el resto del día, así que se quedó dormida, ya que últimamente dormía demasiado porque todo el tiempo se encontraba cansada.

Kamel estaba lleno de ira, el día de hoy había resultado muy amargo al despertar y constatar que se habían llegado al puerto en que desembarcarían. Se había hecho la promesa desde el principio que entregaría a Genoveva a su abuelo pasara lo que pasara ya que ella no era mujer digna de ser su consorte. Pero él no estaba preparado para separarse aún de ella, sus deseos no se saciaban en su totalidad y el hecho de dejarla libre para que su prometido el tal Don Diego Antonio de Morales pudiera casarse con ella, le producía repulsión y una rabia incontenible. Sacudió la cabeza fuertemente para ahuyentar esos pensamientos que no le permitían actuar en óptimas condiciones.

Se dirigió al camarote de su amigo Safiy para hablar con él a cerca de sus sentimientos; tocó la puerta del camarote y salió al instante su amigo, en el marco de la puerta se encontraba recargado Kamel con una botella de licor que no paraba de beber desde que había iniciado la relación con Genoveva.

—Kamel ¿qué ocurre hermano? ¿Por qué estas tomando de esa botella?

Él no bebía pero desde que emprendieron el viaje de regreso a casa y con los corajes producidos por la díscola de Genoveva había aprendió a tomar el gusto por la bebida. Sedaba los sentimientos tan intenso que sentía por Genoveva y es que la pasión y el odio explotaban en su interior a partes iguales.

—Hermano, necesito hablar contigo, el hecho es que hoy desembarcaremos al anochecer, pero no tomaremos la ruta que habíamos planeado desde el principio del viaje.

—Kamel, de que hablas, entonces qué ruta tomaremos. No entiendo

—Ni yo lo entiendo, solo te pido que me apoyes, quiero que me acompañes a buscar un carruaje para transportarnos, sin ser molestados. Pide a Jamal que se quede con Rosita para que tú puedas acompañarme, necesito caminar y despejarme contigo. Yo encerré a Genoveva con llave.

Los dos amigos se dirigieron al capitán, para preguntar en donde obtendrían el mejor precio para comprar lo necesario para continuar su viaje.

Esclavo de Pasión y OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora