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—¡Amanda! — Vociferó.

Al terminar el camino, se encontró en frente suyo algo raro, los árboles formaban un círculo alrededor de un área de césped, como si esa area fuera la única en todo el bosque donde los arboles no quisieran estar.

De a poco la lluvia iba haciéndose más fuerte, ya había quedado atrás hacia rato aquella llovizna, el pelo se le pegaba en la nuca y la ropa en el cuerpo, sentía la cara y las manos calientes entre todo aquel frío. El corazón se le subió a la garganta apenas la vio, carrapeó la garganta tratando de alejar ese nudo peligroso y dio un paso en frente.

Estaba completamente mojada, con los ojos cerrados, las manos atadas y el torso envuelto en una cuerda que rodeaba el árbol en el que se encontraba apoyada, le faltaban los zapatos y aquel moretón violeta en su mejilla hacía un fuerte contraste con su piel traslúcida. Parecía dormida... cansada.

En ese instante solo pudo quedarse allí, parada en el lugar, el alivio había consumido su cuerpo y aquella preocupación extrema comenzaba a salir de ella en forma de tristeza, de aquellos nervios su estómago comenzó a doler y retorcerse, sus ojos se inundaron completamente, se sentía pesada, sentía que su cuerpo en cualquier momento colapsaría, y recordó esas sensación asfixiante que había sentido hace solo un momento atrás, y supo que había sido una de las peores sensaciones que había tenido en su vida. ¿Y si hubiese llegado tarde?¿ Y si no veía la bolsa sobre aquel árbol? Cientos de escenarios se ilustrarnos en su cabeza, todos peores que el anterior, en todos era su culpa.

Caminó hacía allí, los sollozos luchaban con su garganta para poder liberarse, se arrodilló a su lado y soltó la soga que ataba su torso y sus manos, las tomó entre las suyas y las acarició suavemente, podía sentir a través de su propia piel el frío que irradiaban aquellas manos que alguna vez habían tomado su rostro y habían calentado su corazón. Esta vez los sollozos le ganaron.

—Amanda. —Susurró suavemente, como si pudiera acariciarla con una exalación de su boca.

Los ojos de Amanda se abrieron en una línea fina mientras intentaba fijarse en aquella sombra en frente suyo. Parpadeó un par de veces hasta que se acostumbró a la luz, y apenas sus ojos consiguieron la nitidés suficiente para ver su figura, los volvió a cerrar, soltó un suspiro agrio y respiró tambaleándose entre el llanto y su respiración.

—Soy yo Amanda. Vine por ti... Vine a buscarte.

Aquellos orbes volvieron a mirarla, subió sus párpados e inmediatamente unas cascadas se estiraron por ellos.

—Akko. Si viniste. — Se lamentó, su voz salió rota, conmovida.

—No dudes de ello. — Elevó su mano entre la lluvia, su corazón palpitó salvajemente.—Siempre vendré por ti. ¿Sabes por qué? Porque te amo Amanda. Te amo.

Acercó su cuerpo aún más hasta Amanda, sus manos se colocaron una a cada lado de su cara, y Amanda colocó las suyas sobre los hombros de Akko. Se miraron, como se mira lo prohibido, con el deseo emanando de cada poro de su cuerpo, con ese amor tan intenso que desbordaba por ambos par de ojos. Acercaron sus caras y Akko se permitió disfrutar de cada detalle de aquel rostro por un minuto, tratando de disfrutarlo, de recordarlo como algo preciado, para que cuando aquello pasase y los años se le vinieran encima, pudiera decir con razón que se había perdido en lo maravilloso de la mirada del amor, de su amor.

Un relampago se iluminó en el cielo, y sintió, que por un momento, el mundo y la vida solo se trataba de ellas dos. Apoyó su mano en el golpe de su mejilla, Amanda hizo una mueca de dolor e inmediatamente retiró la mano, acercó su cara y depositó un suave beso sobre el golpe, queriendole dar un consuelo, algo con lo que sostener tal agravio.

— Te amo Akko.

Aquel susurro quedó implantado en su cerebro, no pudo soportar tal sensación que eso provocó en su pecho e inmediatamente giró su cabeza en dirección a su boca. Primero la miró y luego, aquellos labios carmesí de fundieron entre lágrimas y gotas con su boca. Fue suave, fue gentil, y fue para ella, aquella caricia hacia su ser que tanto anhelaba hace tanto. Bajó sus manos, tomó las de ella y las apretó con fuerza, separó sus labios y entre el aire se le escapó un sollozo, bajó la cabeza y su cara se frunció ante el dolor, ante aquella angustia que azotaba su corazón.

Una calidéz importante se situó en sus mejillas cuando las manos de Amanda tomaron su rostro, le hizo un gesto para que se sentara sobre sus piernas y así lo hizo, con sus pulgares derribó alguna que otra lágrima y puso la mirada en sus ojos, observando lo más profundo de ser. Akko se fundió en aquellos brazos, apoyó torso en el de Amanda y su rostro sobre su hombro. Sus hipidos hacían que su cuerpo se sacudiera de vez en cuando.

—No sabes cuanto lo lamento Akko. Tengo que explicarte tanto...

Akko elevó la mano que no estaba atrapada entre su cuerpo y el de Amamda, la llevó hasta el hombro de esta y lo acarició con suavidad.

—No hace falta. Ya lo sé todo.

Pudo sentir como el cuerpo de Amanda se tensaba por un instante, siguió con sus caricias y pareció relajarse de a poco.

— Fui tan tonta... Siento que la que te debe una disculpa soy yo. Intentaste explicármelo y yo no te dejé hacerlo. Si solo te hubiera dejado... No te abría echo esto. Es mi culpa, siempre lo es.

Lo único que pudo escuchar por un momento fueron los látidos de su corazón. La lluvia de a poco se iba transformando en llovizna, pero esta no las alcanzaba gracias al árbol sobre sus cabezas. Por eso se sorprendió cuando sintió algo que mojaba su rostro.

—No digas eso Akko. Nada de esto fue tu culpa. Absolutamente nada. Si tan solo... S-si tan solo pudiera explicarte todo lo que eres Akko. Pero a eso no le alcanzan las palabras. Sólo puedo decirte, que n-nada...— Su voz flaqueó por un momento, su pecho se elevó en una respiración profunda y sus hombros se tensaron ante los sollozos que no la dejaban continuar— Que nada fue tu culpa.

La castaña cerró los ojos lentamente, tragó el nudo en su garganta y se enderezó sobre su espalda, se enfrentó hacia el rostro de la otra, con sus manos en su cuello y el corazón en la boca, le plantó un beso apasionado en el alma.

— Te amo. Y eso se queda corto a todo lo que siento por ti Amanda.




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Las luces rojas estropean momentos.

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No Seas Su Sumisa~Amanda xAkko Donde viven las historias. Descúbrelo ahora