🦐 XXXIII 🦐

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Tenía la cara completamente entumecida por el dolor, sentía como si la punta de su nariz se estuviera prendiendo fuego y como sus labios ardían como el demonio. Todavía en shock pudo llevar su mano lentamente hacia su rostro, con mucha delicadeza acarició finamente desde su nariz hasta su quijada y al retirar su mano esta estaba impregnada de sangre. Su cuerpo se estremeció ante tan profundo dolor que eso le producía, su cara ardía y ardía mucho. Una furia incontrolable brotaba de cada uno de los poros de su cuerpo, podía sentir en el medio de su garganta ese nudo tan reconocible y tan familiar que le ponía los pelos de punta.

Sin siquiera predecirlo, la risa sonora de la otra se hizo escuchar por toda la habitación, reía como una maniática, como una loca, reía como si estuviera feliz y alegre, como si lo que estuviese presenciando fuera algo espectacular a sus ojos.  Se carcajeaba de su dolor, de su sufrimiento, por que para ella era algo espectacular el dolor de su mirada, de los quejidos y lamentos de su boca. No le cabía duda del sinismo de esa mujer, era una psicópata.

De repente, un silencio sepulcral habitó en la habitación, el silencio de hizo escuchar y la risa de Irisis se silenció completamente. Akko llevó su rostro hasta ella y pudo ver la seriedad que plasmaba la cara de la otra, Irisis no paraba de ver la piedra preciosa de se su gargantilla. Akko no entendía nada de lo que pasaba, y cuando la piedra comenzó a brillar despampanante de un color escarlata intenso, supo que era hora de hacer algo.

Logró sostenerse en sus cuatro extremidades con sus codos y rodillas, con sus manos  tomó el adredón de la cama y logró impulsarse para poder pararse, casi de inmediato sintió como el suelo debajo de sus pies se estremecía y daba vueltas en su eje, se tambaleó en su lugar, pero eso no le impidió dar unos pasos rápidos para poder llegar hasta la joya que le pertenecía. Irisis ni siquiera la vio venir, y cuando por fin tuvo el colgante en sus manos supo al menos dos cosas: que ese collar no era una simple brújula, y que fuera lo que fuera Irisis no debía tenerlo en sus manos.

Y otra cosa, ahora solo debía correr.

Corrió hacia la puerta lo más rápido que pudo, no sabía si por el nerviosismo o si era por otra cosa, pero esa maldita puerta si que estaba estancada en su lugar. Cuando por fin pudo abrirla, unos dedos se posaron como garras en su brazo de una forma dolorosa, rápidamente se soltó de ellos de un manotazo y siguió desenfrenadamente.

Corrió con los pies agenos pisándole los talones y con el corazón en la boca. A los costados podía ver puertas que pasaban una detrás de la otra con rapidez y pisos que cambiaban de alfombras según sus colores y texturas.

Siguió hasta que sus talones dolieron con demasiado ímpetu, la cabeza le dolía como si pesara, le costaba mantener los ojos abiertos por el cansancio y las heridas en su boca ardían cada vez más, pero nada de eso impidió que sus piernas siguieran moviéndose frenéticamente a pesar de todo eso y el frenetísmo que le invadía el pecho.

Sintió una ventisca helada que le acariciaba la nuca y una sensación extraña que le recorrió el cuerpo, esa sensación fue hasta su cabeza y de un movimiento rápido y sin explicación miró detrás suyo, Irisis ya no estaba, la había perdido en el camino.

Al darse cuenta de eso paró repentinamente en su lugar, lentamente se sentó contra la pared, miró al techo con exasperación y esperó hasta que su respiración se tranquilizara. No fue hasta que se sentó que todo eso que sentía en el cuerpo y en el alma salieron a la luz, la desesperación de la incertidumbre se clavaba en su cerebro, ese miedo irritante que le ponía los pelos de punta, el nerviosismo que hacía que sus brazos y sus piernas tiemblen por eso tan frenético que sentía, y por ultimo, esas muecas raras que hacía por culpa de ese dolor tan agudo que sentía en el rostro.

Durante un tiempo, mientras corría, la sangre había parado de brotar, dejando un rastro de gruesos trazos de sangre seca y coagulada, acompañando los rasguños y los moretones que las botas de Irisis le habían dejado.

Al pensar en eso no pudo evitar tocar aquel collar de la discordia, lo puso en la palma de su mano y con mucha delicadeza comenzó a acariciarlo de arriba abajo,  de repente aquel color rojizo desapareció y el collar volvió a la normalidad. ¿Qué era aquello que escondía esa pequeña piedra y por qué Irisis lo deseaba y miraba con tanto ferbor? no lo sabía con exactitud, pero sabía quién sí.

Cuando finalmente su respiración volvió a ser normal y el dolor de su cara ya no le mareaba, se paró de donde estaba. Fue despacio, siempre tratando de pasar desapercibida y mirando en cada esquina con mucho cuidado.

Caminó dando largos y silenciosos pasos hasta llegar a un piso de madera, siguió por un pasillo extenso y tratando de no hacer demasiado ruido tocó la puerta que tenía delante. Esperó un momento y al notar que nadie respondía volvió a tocar, al instante el repiqueteo de los tacones contra la madera parecía más cerca, luego se detuvieron al compás que el picaporte giraba con las manecillas del reloj y la puerta era abierta.

Apenas la vio, la cara de Charriot se convirtió en horror puro, esta quedó sin palabras, simplemente se apartó de la puerta y dejó que Akko pasase a la estancia. Una vez dentro la cosa fue muy distinta, por fin pudo relajar los músculos y todo ese estrés y desesperación que sentía se esfumaron como humo, dejando su cuerpo debilitado y agotado de pies a cabeza.

Rápidamente se giró en su lugar, quedando frente a frente con la otra y casi como si fuera un espasmo calló rendida a los brazos de Charriot que la recibió en ellos con fuerza.

—¿Qué te han echo Akko? —Dijo con peso en sus palabras — ¿Por qué siempre debes ser tú?.

Akko levantó su rostro a la vez que Charriot acariciaba suavemente su cabello.

—Esta vez corrí Maestra, por fin tuve el coraje. —Charriot le sonrió con dulzura.

Se notaba el disgusto en su rostro, podía ver como la situación le desesperaba, odiaba preocuparla, pero necesitaba respuestas que solo ella podía darle, las necesitaba para que todo esto pudiera terminar de una vez y por todas.

—Nesesito que me expliques que es esto —Akko levantó su mano dejando ver en el el colgante que la misma Charriot le había obsequiado —y por favor, esta vez dime la verdad.

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No Seas Su Sumisa~Amanda xAkko Donde viven las historias. Descúbrelo ahora