✽:.。CAPÍTULO 5。.:✽

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Cabreada tiré el plato en el fregadero del área de descanso

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Cabreada tiré el plato en el fregadero del área de descanso.

—¡Será imbécil!

Pensaba que podía cambiar un poquito. Ayer fue tan distinto. Comió hamburguesas en un banco del parque conmigo. Incluso aceptó a un pequeño gatito que nos encontramos. Habíamos dormido juntos y... Agité mi cabeza. Aún recordaba las palabras que había soltado cuando me había marchado. ¿En qué pensaba? Tenía la mente nublada. Natsu hacía que me sintiera rara y dijera cosas que jamás diría.

—¿Es cosa mía o huele a la pasta de tu tía? —me sobresalté al oír la voz de Gajeel.

—Gajeel, ¿qué haces ahí?

—Seguir la pista —rio y se acercó a mí— ¡Hey! ¡Si no lo quieres yo me lo como! —cogió el plato que estaba intacto con la comida y se puso a comer la pasta— Riquísimo.

—Pero, ¿tú no has comido ya?

—Sí, pero tengo hambre. Levy ha estado muy activa esta noche —rodé los ojos.

—Gajeel, no quiero oír detalles de vuestra vida sexual —soltó una carcajada.

—De seguro tu debes ser mucho peor —me quedé mirándolo—. Ah, no, que eres virgen —se burló. Mi amiga Levy era una bocazas.

—Que sepas que he escupido en la pasta —lo miré mal.

—Me da igual. Sigue estando buenísimo —se llevó un buen bocado de comida a la boca. Era un bruto.

—Que te aproveche —espeté y me fui dejándolo solo. Encima de que el imbécil de nuestro jefe me había dejado mal frente a esa estúpida de Lisanna, tenía que soportar las burlas de Gajeel. No, hoy ya estaban colmando mi paciencia.

Volví a mi puesto de trabajo y Lisanna salía de la oficina de Natsu, me dedicó una mirada y sonrisa de superioridad. Le sostuve la mirada, no iba a darle el gusto. Cuando pasó por mi lado le dediqué una sonrisa y me senté en mi sitio. Noté como alguien me observaba, alcé mi rostro y ahí estaban esos orbes jades mirándome. Le giré la cara. No se merecía mi perdón tan fácilmente. La había cagado. Se suponía que yo era su supuesta novia, debía darme la razón a mí, no ser un orgulloso arrogante, pero no. Él había decidido ser impasible y no admitir nada. Es pasable, había dicho frente a esa odiosa de Lisanna.

—Lucy, ¿Estás bien? —me preguntó Lyra. Asentí— Parece que vas a matar a alguien, estás a punto de romper ese lápiz —me miró riendo. Observé el lápiz y lo solté de golpe. Era una descuidada. Casi rompía uno de los objetos más preciados para mí. Anoche casi lo perdía y ahora estaba por romperlo. Lo cogí y lo metí en mi estuche de maquillaje. Ahí no se rompería. Debía dejarlo en casa.

Me puse a trabajar que es a eso a lo que había venido. No nos dirigimos la palabra en toda la tarde, y él cruzó más de una vez frente a mi escritorio, pero no me digné a mirarle. Que sintiera mi indiferencia.

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