Una de las cosas que tiene la ropa es que cuando encuentras algo de tu talla y te queda hermoso, quieres buscar y buscar más con tal de sentirte así de comoda.
O al menos, eso me sucede a mí.
Darya ahora se ha convertido en una especie de mentora que me charla sobre las ultimas novedades de la moda mientras yo la escucho y de pronto, ya no. Es tanta información que para ella es importante que para mí sólo es un vacio que quieren llenar las mujeres de The Moon, porque para eso han nacido.
Son mujeres tradicionales que piensan que están en pleno auge de la modernidad, sin embargo, es todo lo contrario porque la han educado para que no avancen en el tiempo y que son algo más que pensar en casarse.
O quizás, algunas si quieren eso y está bien, pero me gustaría hacerles entender a todas que tienen la oportunidad de elegir y dudo que sepan eso porque es lo único que conocen.
Y Darya, hablándome con una sonrisa y pasión sobre las nuevas prendas que compré, me hacen entender que ella también es una victima más de este sistema.
—Darya—la interrumpo bruscamente mientras caminamos por el centro comercial—¿Te hubiese gustado estudiar alguna carrera universitaria luego de que te graduaras?
Me mira con una sonrisa que poco a poco se va a apagando y de golpe, la veo pensativa mientras avanzamos.
—Comunicación—me sorprende con su respuesta porque esperaba algo negativo o alguna burla de su parte por mi idea—. Bueno, o periodista deportivo.
—Wow—la tomo del brazo, entusiasmada—¿Y por qué te gustaría estudiar eso?
Darya se rie por mi energía tan alta que estoy demostrando.
—Bueno, mi padre y yo siempre mirábamos las carreras de caballo que se hacían en el pueblo cada año. Es una especie de mundial para nosotros porque todos los pueblos compiten y demuestran sus agilidades. Y eso fue un detonante para interesarme en cada deporte—me explica—. Es una locura ver cómo alguien se emociona muchísimo por un deporte y quiero llevar esa emoción a mi voz en cada relato.
—¿Y en The Moon se puede estudiar eso? ¿O en algún otro pueblo?
El brillo de los ojos de Darya se apagan y baja la vista hacia mis pies.
—Tus conversé. Hay que cambiarlas por zapatos—cambia de tema bruscamente.
—Son incomodos los zapatos.
—Te vas a acostumbrar una vez que veas lo fabulosos que te quedaran.
Tras ingresar al local de zapatos vemos a la distancia como Adíele está gritándole a una de las empleadas mientras su grupo de amigas se ríen discretamente.
El grito se apaga y pasan a ser palabras crueles.
—Si te digo que soy talle treinta y siete y me traes un treinta y ocho por accidente deberías cuestionarte tu posición en este trabajo pedazo de imbécil—escruta, furiosa y luego su mirada se topa con la de nosotros—. Ella no puede atenderlas ahora, está ocupada conmigo.
La pobre chica que está detrás del mostrador oculta su enojo con una débil sonrisa.
—Siempre tan amable, Adíele—suspira Darya—¿Por qué no vas a otro sitio y buscas otro zapato más cómodo que un Diamond Studded Shoes? Digo, pueden ser preciosos, pero creo que te irritaran tanto que estarás insoportable y nadie quiere aguantarte.
—Porque los he pedido por encargo y esta imbécil que tienen atendiendo el sitio pidió una talla equivocada—Adiele mira a la vendedora—¡Literalmente te exiliaría para que te lancen a los perros!¡Tardan una semana en llegar al pueblo y ahora no tengo qué ponerme para la fiesta de esta noche!
La joven se queda en silencio, callada y asiente con la cabeza, sumisa admitiendo el error.
—Adíele—le digo, caminando hacia ella.
Gira el rostro y una vez que lo hace, levanto la mano y le propino una fuerte bofetada en su mejilla derecha.
Se toma un instante para procesar lo que sucedió. Su grupo de amigas se quedan heladas y escucho que Darya ahoga una risa.
Adiele me observa con su mano pegada a la mejilla. Sus ojos echan fuego.
Se acerca a mí, a paso veloz y pretende devolverme la bofetada, pero logro cazar su mano. No se si es la adrenalina, pero sinceramente no siento miedo.
—Ni se te ocurra pensarlo, Adiele.
Sus mechones rubios se deslizan sobre su hombro y he dejado de ver a la chica delicada y llena de esperanzas sobre un mundo de hombres que pretenden desposarnos.
Ahora veo a la Adiele de verdad.
Se zafa de mi agarre y retrocede.
—Tuviste que tenerme miedo cuando viste la oportunidad, Evangeline. Ahora ya es demasiado tarde—gruñe, tomando las bolsas que ha dejado caer en el suelo y ella y su grupo de amigas se van.
Mis manos tiemblan y creo que todo mi cuerpo también. Siento la mano de Darya sobre mi espalda y me mira.
—Evangenline Valiente, bienvenida a The Moon.
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En las sabanas de un Telesco
Teen FictionEvangeline Brown se ve obligada junto a su familia vivir en un pueblo enfermo en donde la belleza es un arma mortal, hombres pagan por tu virginidad y en donde deberas casarte a los diecinueve años o estaras condenada a muerte si no lo haces. Depend...